La economía del euro no está ni se la espera. Los últimos datos de coyuntura que se conocieron ayer mismo hablan de que la atonía late en el corazón del euro. Los precios del conjunto de los países del euros apenas mejoraron un 0,3% en agosto, cuando el objetivo de una tasa “sana” para el Banco Central Europeo (BCE) es del 2%. Italia (tercera economía del euro) confirmó que había entrado en negativo en el segundo trimestre del año y Francia ha crecido un nimio 0,1%. El paro se quedó en julio en un 23,2%, el mismo dato que en junio y apenas una décima más bajo que en mayo. Para guinda, el jueves por primera vez los bancos europeos pagaron por prestarse dinero entre ellos, confirmando que están dispuestos a pagar cualquier precio antes de trasladar su exceso de liquidez a la economía real.
Este cóctel explosivo, que contrasta con los buenos datos que están lllegando del otro lado del Atlántico, (Estados Unidos creció un 4,2%), ponen contra las cuerdas a Mario Draghi. El próximo jueves se reúne de nuevo el Consejo de Gobierno del BCE y al italiano se le agota el tiempo para actuar. El guardián del euro apenas tiene una bala en la recámara aún sin utilizar para dinamizar la economía de la moneda única: comprar deuda, tal y como había anticipado en la reunión de junio. En Fráncfort no parecen convencidos de tomar esta medida pero hundir el euro es una de las pocas posibilidades que le quedan al mercado europeo. Con la economía en estado comatoso, luchar contra una divisa sobrevalorada podría dar una oportunidad a la economía para recuperarse por la vía de la exportación.
Con todo, la compra de deuda por parte del BCE podría no tener apenas afecto en el euro ya que, a priori, la institución europea solo tiene planteado comprar deuda emitada por pymes y no deuda pública. Como medida heterodoxa, la fórmula más rápida para tumbar el euro sería comprar deuda pública en dólares: a menos billetes verdes en circulación, más apreciación de la moneda.
Pero pese a la urgencia del momento económico, no parece que el italiano esté por la labor de tomar medidas tan desesperadas. En junio ya adoptó algunas especialmente novedosas en política monetaria que no parecen haber hecho mella en el mercado. Así, por primera vez el BCE penaliza a los bancos por dejar dormir su dinero al refugio de las cámaras acorazadas de Fráncfort. La tasa del 0,1% apenas ha tenido efecto según los datos que ha recabado eldiario.es y que muestran que el saldo medio que tienen las entidades de crédito depositado en el BCE apenas ha variado en lo que va de año.
Para colmo, el jueves por primera vez en la historia, el eonia, el indicador que marca el precio al que los bancos se prestan dinero cada día (el euríbor tiene un plazo más largo) entró en negativo al fijarse el cruce en un -0,004%. Esto quiere decir que los bancos se están pagando dinero por dejarse dinero unos a otros. Tienen un exceso de liquidez (no pueden tener todo el dinero en efectivo que quieran en el balance) que les lleva a pagar comisión a la competencia para que guarde su dinero, en lugar de ofrecer créditos a una demanda que todavía no consideran “solvente”. Así las cosas, y con el BCE cobrando el 0,1%, prefieren “regalar” el dinero a otras entidades con esa pequeña penalización.
Esta ensalada de datos pilla además a los Jefes de Estado de la Unión Europea reunidos en Bruselas para discutir la composición del nuevo Gobierno europeo. Además de las carteras de los comisarios, no se rehuirá la complicada situación que atraviesa la UE con una de sus economías más importantes, la francesa, en crisis política y de Gobierno.
Draghi tiene difícil ejercer su independencia ante la preocupación de los jefes de Estado, como difícil tiene Alemania seguir cerrando los ojos ante los pésimos datos macroeconómicos de sus vecinos. Una vez desbloqueados los nombramientos para el Ejecutivo comunitario, cada país intentará jugar sus cartas para convencer a la entidad de la necesidad de aplicar más estímulos.