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El presidente de Pescanova reaparece en público cuando comienza su calvario judicial

Durante mucho tiempo fue uno de los empresarios más herméticos de España. Desde que estalló la crisis de Pescanova, su presidente, Manuel Fernández de Sousa, no se había dejado ver ni oír en ningún medio, a pesar de las crecientes sospechas de su actividad delicitiva al frente de la multinacional gallega. Pero Sousa ha decidido cambiar el paso y salir en defensa de su honor en una doble ofensiva mediática y judicial, que coincide con su imputación, este jueves, por el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz.

“Todo lo que yo he hecho ha sido en beneficio de la empresa, incluido el retraso en la comunicación de las ventas”, afirmó el jueves en una larga entrevista en la cadena SER, apenas cuatro horas antes de que el juez de la Audiencia Nacional le imputara junto a otros directivos por falseamiento de información económica y financiera, falseamiento de cuentas anuales y uso de información relevante.

Las ventas a las que se refería Sousa consisten en el traspaso de 28 millones de euros en acciones en los días previos a la comunicación de la situación real de la compañía, con lo que evitó una pérdida de al menos 15,6 millones, según el cálculo del juez. La única información privilegiada que admitió es que la empresa “iba muy bien”, llegó a decir.

En el otro frente, el judicial, Sousa y otro de los accionistas, José Manuel Barreras, decidieron personarse el lunes ante el juez como parte perjudicada, según reveló Faro de Vigo. Tanto en la personación como en la entrevista, el aún presidente de Pescanova, apartado de las labores ejecutivas por decisión judicial, traza su estrategia de defensa, que consiste en presentar la venta masiva de acciones como un intento de salvar a la compañía, y no de lucrarse de ella. Ese traspaso de acciones, que se produjeron hasta la misma víspera de la comunicación de la descomunal deuda de la empresa, es el eje central de las imputaciones de Ruz.

Caída en desgracia

La nueva estrategia llega ya tarde para evitar tanto el auto de procesamiento como la confirmación definitiva de su caída en desgracia en la empresa que preside con mano de hierro desde hace 33 años: su sustitución como representante de Pescanova en todas las filiales españolas de la matriz, acordada también este jueves por Deloitte, el administrador concursal de la compañía.

Mientras, la empresa trata de remontar el vuelo con un préstamo de 55 millones de euros que deberían garantizar las operaciones a corto plazo que le concedió un grupo de los bancos acreedores. Pero para que la operación se concrete falta el aval de la Xunta, según han informado distintos medios y el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, no desmintió.

En la entrevista radiofónica, Sousa comenzó por admitir el fracaso de su estrategia de comunicación, consistente en no comunicar nada. “Estas cosas siempre nos cuestan más a algunos”, se confesó. El principal hito de esa política informativa en los últimos meses lo marca el despido por parte de una empresa cliente de Pescanova, el pasado marzo, del marido de una periodista del diario económico Expansión a instancias de la dirección de la multinacional, en represalia por una noticia publicada por su mujer.

No le quedó más “remedio”

En su primera aparición pública en muchos meses, Sousa trazó el jueves otras de las líneas sobre las que pivotará su defensa. El retraso en la presentación de las cuentas de la compañía a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) se debió, según explicó, al intento in extremis de afrontar la deuda mediante desinversiones, que no impidieron finalmente la entrada en concurso de acreedores. Si vendió parte de sus acciones fue porque no le quedó “más remedio”, y como demostración de que no pretendía lucrarse expuso el inquietante argumento de su renuncia a vender una cantidad mayor.

También alega en su defensa el aún presidente que casi 10 millones de euros de la cantidad obtenida con esa venta fue inyectada a la compañía para dotarla de liquidez. Lo que no explicó en su aparición pública es que fue mediante un ventajoso préstamo al 5% que le reportará 500.000 euros, y del que ya ha recuperado la mayor parte. Por lo demás, negó que la deuda sea de 3.000 millones de euros. No aclaró a cuánto asciende, pero apeló al valor de la marca, “que no figura en los libros”, para considerar que es mucho menor. La causa de ese desfase la atribuye al contexto económico de escasez de crédito, sin vincularlo directamente a la caída de las dos cajas de ahorro gallegas fusionadas.

En su intento de defenderse, Sousa dejó una frase que resume toda una época de la clase empresarial española: “Tratamos de crecer con poco capital y mucho crédito”. Hasta 3.300 millones de euros pendientes de devolución, para ser exactos.