Fintech, legaltech, proptech, femtech, insurtech... En los últimos tiempos se multiplican los sectores que añaden el sufijo tech a su nombre como enseña tecnológica, mientras la palabra digitalización se impone en la boca de directivos de grandes y pequeñas empresas. La automatización de procesos está entre las metas de las compañías mientras que el futuro de algunos puestos de trabajo está entre los retos que habrá que afrontar en un futuro no tan lejano.
“Allí donde haya un proceso que se pueda automatizar, se automatizará”, apunta Jorge Soley, profesor dirección financiera de IESE Business School, al hablar sobre la digitalización. “Es un cambio brutal de la sociedad. Algunos ya hablan de la cuarta revolución industrial, que puede tener un impacto mayor que las anteriores”, dice. En estos procesos pone como ejemplo concreto el sector bancario que por sus características y también porque ayuda a mejorar la eficiencia.
No solo la banca también los sectores industriales, apunta Soley, irán automatizando acciones. “Se irán implantando procesos que transmitan los datos a la máxima rapidez y que permitan ver en qué fases se encuentra cada una, que permitan una mayor trazabilidad y que sean más seguros”, explica.
En este proceso de digitalización algunas empresas están naciendo ya con un ADN digital. Así han empezado a surgir términos como fintech para referirse a las startups que realizan servicios financieros como pueden ser los pagos o las transferencias, o el término proptech bajo el que se encuentran las empresas que utilizan la tecnología aplicada al negocio inmobiliario. Las empresas que se agrupan bajo el paraguas de la denominación insurtech hacen lo propio con los seguros mientras que el legaltech se refiere a firmas que aplican la tecnología al sector legal.
“El término tech quiere representar de forma genérica a un conjunto de compañías, normalmente disruptivas en la industria que operan, bien porque tienen una propuesta de valor innovadora o porque hacen un uso de la tecnología novedoso”, apunta Alejandro Ruiz, profesor adjunto de ESCP Europe. “El crecimiento de las tech en algunos casos está siendo muy importante, por ejemplo, en el sector seguros. Según la consultora Everis, la inversión en este tipo de empresas ha crecido 7,5 veces entre 2013 y 2015 llegando a alcanzar los 3.200 millones de euros y no hay duda de que seguirá creciendo”, apunta.
En este sentido, Miguel Ángel Blanco Cedrún, CEO y decano de Spain Business School, señala que la diferencia de estos nuevos sectores y los tradicionales es “fundamentalmente el empleo de la tecnología como base del producto, así como en estructuras más reducidas, que les permiten tener más flexibilidad en sus procesos”. “La automatización de los mismos, así como el uso de herramientas como el CRM, la cualificación de los leads o la realidad virtual permiten ofrecer productos más personalizados, con una conexión las 24 horas todos los días del año”, añade.
Digitalización, PIB y renta básica
El ministro de Economía, Luis de Guindos, aseguraba hace unas semanas que si se aprovechara todo el potencial de las nuevas tecnologías implicaría un incremento de valor añadido bruto de 100.000 millones de euros en 2025, el 10% del PIB. Sin embargo, este escenario parece bastante optimista sobre todo a tenor de los escenarios que pintan los últimos informes sobre este tema.
Un informe de Accenture con el título Economía Digital: una oportunidad para España situaba a nuestro país en el puesto 11 de 14 respecto a los procesos de digitalización de las empresas y señalaba que “la digitalización de la economía española está retrasada frente a los líderes globales”. Un retraso que se traduce en una menor contribución digital al producto interior bruto.
Antes o después, este proceso es imparable y tendrá un efecto en el empleo. La OCDE estima que en España un 10% de los puestos de trabajo podrían ser susceptibles de automatización y que el 25% podría transformarse en un tiempo relativamente corto por la digitalización. Algo que ya hemos percibido con la tienda sin cajeros de Amazon o con el desarrollo del coche autónomo, que puede acabar con el modelo de transportes tal y como lo conocemos.
“Los trabajos rutinarios los van a hacer los robots. Esto va a tener un impacto importante porque habrá una serie de trabajos que van a desaparecer”, señala Soley. “Aquellos trabajos que puedan ser hechos por un algoritmo, no lo hará un trabajador”, apunta.
Este avance imparable ha puesto sobre la mesa el debate sobre la idoneidad o la necesidad de una renta básica en este escenario. La renta básica, un ingreso mensual por el mero hecho de ser ciudadano, ha generado un gran debate a su alrededor y ha entrado en las agendas de organismos como el FMI o el Foro de Davos. Además, ha creado a su alrededor la aparición de otros conceptos que giran entorno a ella pero que no acaban de ser iguales como la renta mínima.
En la meca del emprendimiento, Silicon Valley, ya se están desarrollando algunas iniciativas con el objetivo de ver cómo se afectaría al mercado laboral un pago de este tipo. La aceleradora de startups YCombinator anunció en mayo de 2016 que pondría en práctica una iniciativa de este tipo. En septiembre de este año, dieron más detalles sobre su proyecto donde trabajarán con dos grupos de personas: uno que recibirá 1.000 dólares mensuales y otro que recibirá 50 euros al mes. El objetivo es ver cómo se comportan las personas en un momento en el que reciben unos ingresos sin tener que reportar nada a cambio.
El debate gira alrededor de si aplicar esta renta mínima minimizará el impacto de la robotización, si tendrá un efecto sobre que las mujeres acaben dejando el terreno laboral porque tradicionalmente son las que se dedican a los cuidados o como se financiará está renta. Además, las críticas sobre esta renta también señalan que puede terminar convirtiéndose en una subvención a empresas tecnológicas como Uber o Deliveroo dado que la implantación de un pago de este tipo podría hacer que más gente se convierta en chófer o repartidor aunque los pagos sean exiguos.