“Yo no sé cómo lo ves tú, Mariví. ¿Cuál sería la medida necesaria para que nos pagaran el precio justo? Lo que está claro es que es insostenible. La uva está más barata ahora que hace veinte años. En el pueblo no va a quedar ni una cepa, la gente las está cortando”.
Javier es agricultor, socio de la cooperativa de aceite madrileña Recespaña, y acudió esta mañana a la manifestación convocada por las organizaciones agrícolas frente al Ministerio de Agricultura, en Madrid. Fue con su mujer, también cooperativista, para protestar por la situación del sector. Tras una semana y media de convocatorias en toda España, hoy era el día en que la movilización llegaba a la capital. A partir de las once y media, varios cientos de agricultores se han concentrado frente al edificio del Ministerio y han exigido políticas para “salvar el campo”.
El ministro de agricultura, Luis Planas, convocó ayer a los supermercados para ver cómo atajar la espiral de infraprecios que reciben los productores por sus cosechas. “No nos podemos permitir la pérdida de valor económico del campo español”, dijo.
La realidad es que el campo español ya ha perdido valor. El ritmo al que sube el precio de venta al público es muy superior al precio que recibe el agricultor, que ha experimentado una caída del 15,5% desde 2005. El aceite se paga a la mitad que hace tres años, y eso que la cosecha de aceituna de este año ha sido mala y según la mano invisible del mercado eso tendría que significar un precio mayor.
Mariví pone cara de “¿a que no tiene sentido?” y se explica. El excedente está almacenado porque la campaña anterior fue generosa, motivo por el cual se hundieron los precios. Pero las envasadoras acuden a otros países con mayor producción para importarlo, como Túnez o Turquía, que además les permiten sortear los aranceles de Trump a la Unión Europea. Además, los supermercados usan este producto como reclamo y lo venden por debajo de precio. Cualquier política tendría que ir encaminada a garantizar que al agricultor se le paga un precio que le permita al menos cubrir costes, aunque no todo el mundo tenga claro por cuál empezar.
“El libre comercio nos mata”, añade Ismael, agricultor del sur de Madrid. “La solución pasa por fijar un precio mínimo, digno y competitivo. Es cierto que en ocasiones pecamos de cómodos a la hora de comercializar. Por eso llegamos a estos extremos”. Los extremos en Madrid se han quedado en un corte de tráfico de poco más de media hora en el Paseo de la Infanta Isabel, en algunas pancartas, pitidos y mucha, mucha prensa para recoger su sentir.
“Está siendo tranquila”, reconocía un grupo de jubiladas que acudió a apoyar y portaba pancartas de 'No al abuso comercial'. “Nosotras hemos venido a varias. No vivimos del campo, pero sí comemos de él”.
Vox y La Falange intentan apropiarse de la movilización
En el plano político, la concentración ha estado marcada por la visita de los líderes de Vox Santiago Abascal, Rocío Monasterio e Iván Espinosa de los Monteros, a los que un portavoz invitó a marcharse y varios agricultores llamaron “sinvergüenza”.
Pero los de Vox no eran los únicos intentando capitalizar el descontento agrario. La pancarta más grande y visible, de “La tierra para el que la trabaja. Arriba el campo”, la portaban militantes de ADÑ, una coalición política integrada por las marcas ultraderechistas FE de las JONS, Democracia Nacional, La Falange y Alternativa Española. Bajo su texto había una enorme bandera de España con el texto “Arriba el campo”. Su portavoz, Martín Ynestrillas, ha atendido a los medios para explicar que su posición es defender el campo español frente a las importaciones de productos extranjeros.
“No me parece bien que haya partidos políticos. Sean del signo que sean, no sé qué pintan aquí”, decía un agricultor al enterarse de la presencia de las falanges y de Vox. “Vendrán a rascar algún voto, pero no es el lugar”.
Entre los asistentes también había quien le daba un voto de confianza al nuevo Gobierno. “Su 'leit motiv' es el espíritu de diálogo, ¿no? Por eso hay esperanza de que hagan algo. El ministro ya ha dicho que se sentará con los distribuidores”, apuntaba un matrimonio, de familia agricultora, de Fuentesaúco, en Zamora. “Los agricultores aguantan, aguantan y estallan cuando ya no puede más. Se está quedando todo vacío, pero creemos que la gente aún está con el campo”.