Parte del trabajo de A. desde finales de diciembre ha sido ir a diario a los depósitos de la Guardia Urbana en Barcelona – en Plaza de España, en Glòries y en Vall d'Hebrón – a recoger patinetes incautados y devolverlos a la empresa que los había puesto en la calle, que los volvía a sacar.
“Todos los días se incautaban y todos los días los retirábamos. Recogíamos entre cinco y diez al día”, explica. Los guardias se los quitaban a los usuarios que los conducían o cogían los que alguien dejaba sin candar en un aparcamiento de bicicletas, donde la compañía los sitúa. “A veces la cadena estaba cortada. No sabíamos si la cortaban ellos o si recuperaban alguno robado. Nunca daban la razón de las incautaciones”.
A cien euros la multa por patín y al menos 52 incautados hasta la fecha –la cifra es de principios de febrero y el Ayuntamiento no la tiene actualizada– la empresa ha recibido más de 5.000 euros en sanciones. Y, sin embargo, los patinetes siguen allí: la app muestra más de un centenar, distribuidos por toda la ciudad a excepción del centro, disponibles para desbloquear previo pago de un euro. La normativa de Barcelona prohíbe esta actividad: solo permite el alquiler de patinetes si cada conductor va acompañado de un guía y ninguna empresa ha pasado por ahí.
La diferencia es que, mientras otras se han marchado y no han vuelto (como la alemana Wind, que apenas duró unas horas) o directamente no han entrado, Reby insiste y permanece, diga lo que diga el consistorio.
“Están haciendo algo que está de moda en todo el mundo y no sé por qué se han empecinado con Barcelona”, resume A. “Yo iría a ciudades menores”.
Reby es una startup fundada en septiembre de 2018. A los mandos están Kiran Thomas, antiguo jefe de producto de Privalia, y Pep Gómez, un emprendedor valenciano. Gómez tiene 26 años y una amplia trayectoria en el mundillo startup de nuestro país: con 18 montó en Valencia dos eventos Iniciador (por entonces, el sarao estrella para emprendedores en España) y al terminar bachillerato viajó a San Francisco de la mano de StepOne Ventures, un fondo de inversión que becaba a desarrolladores españoles para trabajar en compañías de allí y de Nueva York.
El fondo lo dirigía Bernardo Hernández, conocido inversor tecnológico español (ha participado en empresas como Tuenti, Idealista o 11870 y recientemente en el negocio de las VTC) y ex director de producto en Google y Flickr, que ejerció de padrino.
A su vuelta en 2011, Gómez creó, junto a los fundadores de Series Yonkis, Fever: una aplicación de planes urbanos que hoy lleva levantados más de 30 millones de financiación. Es una de las startups españolas que más inversión recauda. Aquellos méritos –y la fascinación de la prensa por crear jóvenes emprendedores referentes– hicieron que se le aupara como el Zuckerberg o el Steve Jobs de Castellón. En 2016, tras unos años muy turbulentos en los que tanto los ex-Series Yonkis como decenas de trabajadores se marcharon, el consejo decidió sustituirlo y poner al frente a alguien más 'senior' (aunque el elegido fue otro joven, Ignacio Bachiller). Gómez salió el año pasado del consejo de administración.
Posteriormente, Mobile World Capital –una fundación financiada con fondos privados y públicos, del Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat y el Gobierno– lo fichó como “asesor estratégico en materia de emprendimiento e innovación”. Y este verano, dos años después, se asoció al ex-Privalia Kiran Thomas para montar una empresa de patinetes. No es el único: en Madrid había 25 empresas interesadas en entrar, españolas y extranjeras. Finalmente, el Ayuntamiento concedió licencias solo a 18.
“Esta empresa nace con estilo americano, tanto en inversores como en socios”, explica una fuente que conoce la compañía. “Tienes a dos socios 'cracks' del panorama español. Otras empresas están iniciándose y no tienen los contactos necesarios”. Según las entrevistas que Gómez ha dado en varios medios, entre los inversores hay empresarios ligados a Tesla y a Mobike.
La startup tiene cerca de veinte empleados, gasta en marketing (te regalan cinco euros si invitas a un amigo), fabrica sus patinetes en China y trabaja con el despacho de abogados Toda & Nel-lo. ¿De dónde sale el dinero? Preguntado por este medio, Gómez solo dice que prefiere “no hablar de cuánto se ha invertido. Hemos recibido dinero de varios inversores individuales y fondos, pero cantidades muy modestas”.
Guerra contra la ciudad
Reby puso sus patinetes en la calle a finales de diciembre, cuando Barcelona ya había echado a Wind y había dejado claro que allí, o cada usuario iba con un guía o nada de patinetes de alquiler.
“Dijeron que el Ayuntamiento mentía y que el folleto no era la ordenanza”, continúa la misma fuente. Una posible interpretación del texto es que si la ordenanza dice que en cada patinete de alquiler pueden circular “un máximo de dos personas y el o la guía” no está diciendo que no pueda circular una sola. Pero el guía sigue ahí.
Desde Reby insisten en que “la ordenanza no prohíbe” su actividad por no ser turística. “Al contrario, la permite”. La empresa no ha dejado a sus abogados hablar con este periódico para que expliquen cómo interpretan la normativa. Tampoco lo ha aclarado.
El Ayuntamiento no quiere patinetes. Pero al estar atados a los parkings de bicis no los puede quitar. Reby ha hecho del aparcamiento responsable –“No bloquees las aceras. ¡Recuerda poner el candado!”– una de su señas de identidad.
La jugada tiene truco: si la guardia urbana cortara los candados, estaría hurtándolos. Así que no les queda otra que esperar a ver a gente usándolos por la calle para confiscarlos.
“No cumplen la ordenanza”, señalan desde el consistorio. “Enviamos un escrito diciendo que para ejercer esta actividad tenían que cumplir los requisitos: registrar los vehículos y retirarlos de los aparcamientos de bicicletas. Contestaron que querían ver el expediente y, de momento, no hay respuesta. Cuando la guardia detecta un patinete de este tipo lo sanciona e incauta”.
“Se escabullen de la ley”
La otra derivada de esta batalla legal es el marrón que se comen los proveedores cada vez que salen a recoger, cargar y aparcar patinetes.
A diferencia de la mayoría de startups de patines, que tiran de jóvenes autónomos que los cargan por cinco euros en casa, Reby ha seleccionado a varias empresas: según varias fuentes consultadas, les ofrece una prueba piloto y ve qué tal funcionan. El problema es que, si no les gusta una, no se lo comunican y evitan pagar. “Han dejado a proveedores tirados”, dice una persona que conoce la situación.
David Paredes es responsable de Instapack, una de las compañías que ha trabajado con Reby. “Teníamos una prueba que se alargó tres meses”, cuenta. “Entendíamos que tenían un acuerdo con el Ayuntamiento, pero no. Se escabullían de la ley. El Ayuntamiento puso señales de 'prohibido aparcar' en los aparcamientos de bicis y era mucho más difícil posicionarlos”. Además, el número de patinetes a recoger cada día disminuía: uno, porque algunos terminaban en el depósito y dos, porque se los fueron pasando a otra empresa en pruebas.
“El volumen de negocio menguó. Pasamos de tener 250 patinetes a 39 el último día. Nos lo bajaron sin decirnos nada”, continúa. “Nunca respondieron y se quedaron facturas pendientes. Tuvimos que presionar para cobrarlas”. La cantidad ascendía a 40.000 euros, según Instapack, que finalmente cobraron.
“Todos los proveedores tienen períodos de preaviso pactados. Solo dejamos de trabajar con dos: en un caso se comunicó que se iba a dejar de trabajar porque no daba buen servicio y en otro no se ejecutó porque hubo un acuerdo mutuo para no seguir en Barcelona”, dicen desde Reby.
Tras trabajar con Instapack y con CIL, la empresa que recoge patinetes ahora es la ETT de Jobandtalent. Con los carteles que indican que los aparcamientos de bicis son solo para bicis, la operativa se complica. Si están ahí, el ayuntamiento los multa.
Seis meses muy intensos
En apenas seis meses de vida, a Reby no solo le ha dado tiempo a recibir sanciones y tener disputas con el Ayuntamiento de Barcelona y sus proveedores. También ha quemado a potenciales colaboradores y a más de un trabajador. Una persona que fue a una reunión con Gómez explica que “fue extremadamente ofensivo al usar lenguaje sexual para referirse a una de las mujeres de la sala. También gritó, se puso de pie e hizo comentarios groseros a otra de las personas, acusándolo de ser un 'maldito imbécil que no podía hacer su trabajo'”. El trato no salió.
“La empresa fue muy amable conmigo, pero me fui porque Pep no sabe ni hablar. Todos parecían tenerle miedo en vez de frenarle”, añade una trabajadora que duró tres días en Reby. “Yo venía de Amazon y sé cómo se trata a la gente cuando hay mucha presión. Pero, ¿hablar mal a los empleados? Jamás. Me decía 'calla, ¡coño!'. Intentaban justificarle diciendo que le tomaron el pelo emprendiendo y que le robaron. Pero yo qué culpa tengo de su pasado y sus miedos financieros. Yo solo quería trabajar”.
“Pep es un tío buenísimo con grandes ideas, pero están al borde de lo permisible. No tiene empatía y su liderazgo no aporta”, dice otra fuente. “Ha aprendido el arte de emprender, pero tiene una incapacidad manifiesta para manejar personal”. En las últimas semanas, según los consultados, Thomas - el cofundador - ha tomado las riendas.
De cara al futuro, el joven explica que “tenemos un equipo pequeño y estamos haciendo pruebas en Barcelona. Todavía no tenemos planificada ninguna apertura, más allá de Zaragoza si ganamos el concurso público”. Mientras, en la capital catalana esperan la respuesta de Reby, que ha pedido ver el expediente y aún no se ha retirado de las calles.
Tampoco pretende hacerlo. “Cuando hemos recibido algún boletín relacionado con la normativa, lo hemos impugnado”, zanja Gómez. “La convivencia es posible legalmente y deseable”.