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Los tambores de recesión en EEUU resuenan con más fuerza tras la drástica maniobra de la Reserva Federal

Periodos recesivos cortos, de no excesiva intensidad, en alguno o en varios periodos trimestrales desde el verano hasta finales de 2023, en función de si la estrategia de la Reserva Federal contra la inflación más rampante de los últimos cuarenta años se inclina por el tono Fast & Furious que predica en la actualidad o, por el contrario, relaja las riendas de las subidas de tipos de interés futuras. Esta parece ser la lectura que se ha instaurado en Wall Street a medida que avanzaba la primavera y que se ha elevado a la categoría de relato en el circuito inversor estadounidense. La agresiva subida de tres cuartos de punto en los tipos de interés decretada el pasado miércoles por la Fed y que ha dejado el precio del dinero en una horquilla entre el 1,5% y el 1,75% ya se apunta como pasajera, ya que el consenso del mercado apunta a varias más, alguna de la misma contundencia, durante el resto del ejercicio.

El PIB estadunidense se tambaleó entre enero y marzo, cuando registró una contracción anualizada del 1,4% tras soportar un receso de 4 décimas respecto al periodo octubre-diciembre de 2021. De consignar otro trimestre en números rojos entraría en recesión técnica, aunque la opción parece descartada ante la bonanza que persiste en un sector inmobiliario en el que se siguen adelantando decisiones de compra de viviendas que eviten hipotecas futuras más caras, los aún efervescentes beneficios empresariales o un mercado laboral en estado de dinamización y pleno empleo, que continúa lejos de cubrir la elevada demanda de trabajo surgidas tras la pandemia.

Sin embargo, las probabilidades de que el ciclo de negocios post-Covid concluya mal para la primera economía del planeta no paran de aumentar. James Gorman, CEO de Morgan Stanley concede un 50% al riesgo de recesión. “Fue un error calificar de transitoria la inflación y es inevitable que ahora la Fed tenga que acelerar su carrera por situar los tipos de interés en un punto capaz de frenar los precios”, justificó dos días antes de la maniobra de la Reserva Federal tras admitir que, hasta entonces, su pronóstico era de un 30%. “Y no es del 100% por ser cauteloso”, precisó, ni por problemas de liquidez y capital, sino por las “crecientes incertidumbres geopolíticas o de ciberseguridad”.

El pálpito de Gorman se amparaba en el mercado. El S&P 500 acababa de confirmar su entrada en pérdidas, al cerrar el lunes 13 de junio por debajo de los 3.837,25 puntos, y que ponía punto final a la etapa de beneficios. Los precios desbocados al 8,6% en mayo hicieron emerger el fantasma de la recesión y ha forzado el retroceso del S&P 500 en nada menos que un 21,8% respecto al 3 de enero, una caída que supera el listón del 20% sobre el que el mercado sitúa la barrera entre una fase bull (ganancias) y otra bear o de pérdidas inversoras.

Jamie Dimon, consejero delegado de JP Morgan, habla de “vientos huracanados” en el horizonte pese a un desempleo de escasamente el 3,65% de la población activa, ante las subidas de tipos y de los precios energéticos. No parece tan sólo un negro augurio. Para John Waldron, el presidente de Goldman Sachs: “La confluencia de una sucesión notable de shocks y riesgos sobre el sistema encamina a la economía hacia un escenario imprevisible y sin precedentes”. Esta señal de alarma también la suscribe el CEO de PNC Financial Service Group, Bill Demchak, que “no ve posible otra alternativa que no sea la recesión”, fenómeno que Jane Fraser, homóloga de todos ellos en Citigroup, reconoce que es el “campo de operaciones base” del servicio de estudios de su entidad y que “no será fácil que se pueda evitar”.

Sobre todo, porque la inflación parece haber venido para quedarse: “Estará con nosotros varios años, no tiene un recorrido transitorio”, anticipa Larry Fink, primer espada de BlackRock, lo que induce a pensar que la maniobra de acoplamiento de la Fed hasta devolver los precios a tasas inferiores al 2% irá en detrimento de la actividad. La interpretación de Fink sobre las palabras de Jerome Powell de que mantendrá a raya la inflación “a cualquier coste” es muy similar a la de Robert Shiller, economista de Yale, que teme que la tesis de la Fed precipite a EEUU a lapidar este corto ciclo de negocios y someta a consumidores, inversores y empresas a “una cautela extrema”. Así se puedo ver el pasado jueves, con el desplome de las bigtechs en Wall Street y la revalorización de las rentabilidades de los bonos estadounidense. Otra señal fue el anuncio de la gestora de Fink de eludir las plazas bursátiles americanas en sus carteras entre 6 y 12 meses para sortear así las mayores pérdidas de acciones desde la década de los sesenta.

La subida del 0,75% “puede precipitar al receso a la economía”, admitió Jerome Powell al tiempo que se justificaba diciendo que “no esperaba un movimiento de este calibre” en el Comité de Mercados Abiertos de la Fed. Su mensaje deja claro que contener la inflación es “crucial” para el organismo regulador estounidense, explica Dennis DeBusschere, fundador de 22V Research, y que “cometió un error al fallar en la restauración de la estabilidad de los precios”. Pero el tamaño de la subida -avisa Peter Tchir-, estratega jefe en Academy Securities, “no ha sido la mejor idea para sostener el vigor de la economía”, que se debilitará “rápidamente”.

Los barómetros de la actividad empiezan a descender

Varios indicadores revelan el delicado momento coyuntural que atraviesa la primera economía global. En un clima en el que casi el 70% de los economistas y académicos se decanta por la caída en números rojos del PIB estadounidense en 2023, según una encuesta de Initiative on Global Markets y la escuela de negocios Booth, de la Universidad de Chicago a la que han tenido acceso Financial Times. En el sondeo se deja constancia de la “tormenta perfecta” y la sucesión de “riesgos sistémicos” a los que se ha visto sometido el ciclo de negocios post-Covid, que pueden terminar con uno de los despegues económicos más intensos de la historia americana.

Uno de ellos es el descenso de la construcción de viviendas en mayo por el impacto del precio de los materiales y la escasez por problemas logísticos además el retroceso de ventas por el encarecimiento de las condiciones hipotecarias. El sondeo establece que casi la mitad de los encuestados -un 49%- se atreve a presagiar que la National Bureau of Economic Research (NBER) -entidad que determina con exactitud el inicio y el final de los ciclos económicos oficiales en EEUU- lo proclamará en el primer o en el segundo trimestre de 2023 y sólo un tercio lo retarda a la mitad final del ejercicio.

Mientras las empresas cotizadas han acelerado sus ajustes de ingresos respecto a 2021, por valor de varios cientos de millones de dólares en el transcurso del trimestre actual, para salvaguardar planes de contingencia futuros, como atestigua la firma de datos financieros Calcbench, lo que presupone una pérdida de los beneficios declarados en los próximos trimestres.

Los analistas del mercado energético presagian un barril de Brent a 150 dólares, con opciones de saltar hasta los 175 o 180 dólares a finales de 2022 por el incremento invernal de la demanda y la persistencia de las sanciones a Rusia, con interrupción de flujos en 2023. Más madera para la inflación a medio plazo. La parte medio llena de la botella es la perspectiva de empleo, que mantiene aún crecimientos de sus ofertas de entre 200.000 y 300.000 puestos de trabajo al mes de promedio de creación hasta final de año.

Pero, quizás, los barómetros que más preocupación han generado han sido los Indicadores de la Universidad de Michigan de este mes de junio. El del sentimiento del consumidor, que cayó 8,1 puntos, hasta el nivel 50,2, el más bajo desde que se hace el sondeo. O el del sector inmobiliario, que se enfoca en las ventas de viviendas y que empieza a mermar de forma substancial: en nada menos que 7,9 puntos, hasta el peldaño 55,4; otro dato históricamente en mínimos. Junto a ellos, el de las expectativas de la economía, que se deja 8,4 puntos y se sitúa en los 46,8 puntos, el bache más profundo desde mayo de 1980.

En medio de un consenso cogido con pinzas de que la inflación empezará a remitir, tímidamente, en octubre, con un 8%, tras marcar alzas del 8,8% aún en agosto y septiembre. La sensación de que la lucha contra los precios dañará irremediablemente desde los planes de jubilación hasta las hipotecas y, presumiblemente, empujará al PIB a una recesión cercana se ha apoderado ya de la opinión pública. Más de la mitad de un estudio demoscópico de Economist y YouGov -un 55%- cree que el PIB ha penetrado en este trimestre en territorio negativo.

Ante esta tesitura, varios economistas pronostican recesiones cortas con recuperaciones lentas. Una de ellas es Susan Sterne, presidenta y economista jefe en Economic Analysis Associates, para quien el comportamiento de los consumidores en los dos anteriores recesos de la actividad no tendrá traslación en esta ocasión. A su juicio, la economía podría marcar varios trimestres negativos, pero el consumo no desaparecerá por la inflación, sino que se tomará un respiro. Al igual que el empleo, cuya tasa mostrará estabilidad incluso durante esos recesos. En Deutsche Bank, su economista Brett Ryan redunda en la misma tesis: “La recesión no será seria, ni una contracción masiva porque el consumo se mantendrá alerta pero activo a la evolución de la inflación”.

Alex Lin, de Bank of America, también alude a que los negocios rebotarán, no sin sobresaltos, antes de la normalización del ciclo. En su opinión, la tarea que tiene Powell es “hercúlea” porque una pasada de frenada por unos encarecimientos masivo del dinero puede debilitar la demanda, retraer el consumo y deteriorar la actividad y diluir la capacidad de compra de los estadounidense. “El margen de error [de la Fed] es muy estrecho”, enfatiza Lin.