Fue la medida estrella del último debate sobre el estado de la nación, cuando Mariano Rajoy anunció una reducción de cotizaciones hasta cien euros para los nuevos contratos indefinidos con el fin de aumentar la contratación estable. Tres meses después, el empleo de calidad sigue sin despegar: los indefinidos suponen el 7,9% de todos los contratos, una ratio muy parecida a la de hace un año -cuando era del 7,5%- y a la de hace dos, cuando también representaban el 7,9%, y esta medida no estaba en marcha.
La tarifa plana comenzó a funcionar a finales de febrero. Entre marzo y mayo se han registrado 292.273 contratos indefinidos: de ellos solo 68.621 se han acogido a esta medida, es decir, un 23,4% de los nuevos estables. Si se compara con todo el volumen de contratación hecho en los últimos tres meses, entonces los indefinidos con reducción de cuotas suponen solo el 2%.
El peso de la contratación estable apenas ha variado. Por ejemplo, entre marzo y mayo de 2012 los indefinidos representaban el 7,97% del total de contratos, una cifra que bajaba ligeramente hasta el 7,6% en diciembre de 2013 y que se situaba en el 7,5% en mayo de 2013.
En términos absolutos, las cifras no mejoran: de los últimos tres años, es 2014 el que menor volumen de contratación indefinida registra en el periodo que va de marzo a mayo. Durante ese periodo de 2012 se hicieron 310.536 estables; en 2013 esa cifra llegó a 359.273, mientras que este año ha bajado hasta los 292.273.
Para acogerse a esta reducción de cotizaciones las empresas tienen que cumplir varios requisitos, como no haber hecho despidos en los seis meses anteriores (aunque no se tienen en cuenta los ejecutados antes del 25 de febrero, el día en que se anunció la medida), o comprometerse a mantener a ese trabajador durante al menos tres años. Requisitos que, a juzgar por las cifras, no animan a las empresas a contratar bajo esta fórmula a pesar del ahorro que les supone.
Expertos y sindicatos ya avisaron: la medida, como ha sucedido con otras bonificaciones generales, podría generar el llamado efecto “peso muerto”, es decir, gastar dinero en premiar una contratación que se hubiera producido de todas formas. Actualmente ya existen al menos 17 reducciones a la contratación, algunas aprobadas desde la última reforma laboral.