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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Un siglo de la teoría económica en la que se apoyó Hitler para destruir Europa

El día en que Adolf Hitler convirtió, en marzo de 1920, el Partido Obrero Alemán (DAP) en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), aquel exsoldado superviviente de la Primera Guerra Mundial y antes frustrado pintor presentaba en una célebre cervecería de Múnich los 25 puntos que constituían el programa de su rebautizada formación. Entre esos 25 puntos, inspirados en buena medida de antisemitismo, racismo y otras ideas liberticidas, figuraba, en lo económico, “la ruptura de la esclavitud de los intereses”.

Esa expresión, al igual que la fórmula de los 25 puntos, salió de la cabeza del ingeniero y economista Gottfired Feder, un nazi de la primera hora y autor precisamente de Das Manifest zur Brechung der Zinsknechtschaft des Geldes (Ed. Jos. C. Huber, 1919), título traducible como “Manifiesto por la ruptura con la esclavitud de los intereses del dinero”. De la publicación de ese volumen, que muestra en su portada una mano gigante de afilados dedos y uñas arrebatar monedas a un grupo de pequeños personajes que levantan con esfuerzo parte de ese dinero, se cumple ahora un siglo.

En la historia del nazismo, las 62 páginas de ese libro tienen su importancia. Debido a ese volumen, a Feder se le considera un “pionero del nazismo” e incluso uno de los “padres del nacionalsocialismo”. “En la historia del movimiento nacionalsocialista, a él nunca se le olvidará”, se escribía sobre Feder en el obituario con fecha de octubre 1941 en la revista económica Der Deutsche Volkswirtschaft, una de las muchas publicaciones “nazificadas” en tiempos del nacionalsocialismo.

El propio Hitler escribiría en su célebre y plagado de mentiras y medias verdades Mein Kampf: “Después de haber escuchado el primer discurso de Feder, tuve el destello inmediato en mi cabeza de que había encontrado en el camino el más básico de los prerrequisistos para la fundación de un nuevo partido”. El texto de Feder representa, según lo apuntaba recientemente el diario muniqués Süddeutsche Zeitung, el lugar “donde Hitler aprendió sobre economía”.

Feder construyó sus tesis a base de “antisemitismo con notas socialistas”, según el Süddeutsche Zeitung. Feder también era profundamente anticomunista. “La idea del estado socialista conduce en consecuencia al comunismo, es decir, al declive”, escribe Feder en su centenario libro.

Muchas de las propuestas de Feder buscaban desconectar la economía germana de “los poderes del dinero”, representada por una supuesta “internacional dorada” dominada por el “imperialismo anglo-americano” donde ocupaban un lugar prominente familias judías como los Rothschild, que cuenta entre sus miembros con conocidos banqueros.

A esta estirpe financiera, Feder les reprochaba enriquecerse de modo exorbitante gracias a los intereses. Por eso, Feder, que denunciaba en su día la “tiranía de los intereses”, aspiraba a eliminar los intereses en productos bancarios como hipotecas y préstamos. También anheló la “nacionalización de todos los bancos”.

Ataque a los Rothschild

Según las previsiones que hacía Feder en 1919, los Rothschild acabarían teniendo, en 1965, cerca de 320.000 millones de marcos. Así, esta familia judía germano-francesa acumularía riqueza por un valor superior “al de todo el PIB alemán”. La historia no dio, en modo alguno, la razón a Feder. El PIB alemán en 1965 rondaba en 1,5 billones de dólares, mucho más de lo imaginado por Feder.

Hoy día, la fortuna de la familia estadounidense Walton, propietaria de la cadena de grandes almacenes Walmart, está estimada en 151.000 millones de dólares. Los Walton figuran en lo más alto de la lista de mayores fortunas familiares elaborada el año pasado por la agencia Bloomberg. Los Rothschild no están representados en esa lista, dado el carácter “difuso” de su fortuna.

“La naturaleza de muchas fortunas dinásticas – apoyadas en décadas y en ocasiones siglos de activos y dividendos – puede confundir sobre la verdadera extensión de sus propiedades”, señalaban al respecto en la prestigiosa agencia estadounidense. Ese carácter difuso lleva décadas alimentando teorías conspirativas sobre el poder de los Rothschild. En el caso de las que inventó Feder, ahora se cumplen un siglo.

En años de antisemitismo extremo, como la década de los treinta del siglo pasado, esas ideas llevaron a Feder muy lejos en política. Tanto es así que entre 1924 y 1936 fue diputado en el Reichstag. Consiguió hacer carrera política pese a los problemas con la justicia que pudo experimentar el partido nazi en tiempos de la República de Weimar. Así, cuando en 1933 Hitler se hizo finalmente con el poder, Feder fue nombrado secretario de estado en el Ministerio de Economía que dirigiera Kurt Schmitt.

Feder y sus 25 puntos, herramientas de Hitler

Desde allí, Feder siguió escribiendo contra “las grandes finanzas” y los judíos, que acabarían siendo perseguidos hasta el funesto exterminio cometido por el III Reich. Posiblemente en las instancias gubernamentales Feder aspiró a ver promocionar ideas suyas como la de “abolir toda remuneración que no surja del trabajo” o una “reforma agraria” de acuerdo con lo que los nazis entendían como “requerimientos nacionales” y “sin compensaciones”.

Pero en vista, según convienen los historiadores, del “general acomodamiento de las políticas nazis” al capitalismo alemán de su época, Feder fracasó. Así, en 1936, “en vista de la orientación en las políticas financieras y económicas de Hitler, Feder perdió influencia y se le confió un puesto de profesor en la Universidad Técnica de Berlín”, recoge en la abreviada biografía de este nazi que presenta el Museo Histórico de Berlín. Antes de salir del Ministerio de Economía, Feder tuvo sus diferencias con Schmitt.

A Feder, fallecido en 1941, le dio tiempo a ver que sus ideas económicas no eran, al final, idénticas a las de Hitler. De hecho, el Führer quien en su día parecía “poco interesado en la economía” se pronunciaba “a menudo a favor del laisser-faire” en lo económico, según explicó en 1935 la corresponsal estadounidense Dorothy Thompson. Feder y sus “inalterables 25 puntos” del programa de gobierno de 1920 fueron un instrumento más entre los muchos utilizados por Hitler en un ascenso político de trágicas consecuencias para Europa.