Caminar hacia una banca responsable es mucho más que una declaración de intenciones. La importancia de que el sector contribuya con su actividad a construir una economía sostenible y se implique en los desafíos globales ha colocado la denominada banca responsable en el núcleo de la estrategia de las entidades financieras. Se trata de tener un impacto positivo en los clientes y en toda la sociedad.
El desafío no es solo ambicioso, sino también apremiante. Convencido de que no hay tiempo que perder, Banco Santander trazó en 2019 una hoja de ruta con 11 objetivos ESG (siglas en inglés de medioambiental, social y gobierno corporativo) a cumplir en cinco años, hasta 2025, para, a partir de ahí, acelerar el paso en el camino hacia la descarbonización.
Según los datos publicados al cierre del pasado mes de julio, Santander ha movilizado 41.700 millones de euros en financiación verde, de los 120.000 millones comprometidos hasta 2025, cifra que se elevará a 220.000 millones hasta 2030. Además, el 74% de la energía que consume procede de fuentes renovables (aunque el objetivo es alcanzar el 100% en 2025, ya ha superado el 60% fijado para este año); está a punto de reducir por completo los plásticos innecesarios de un solo uso (ha logrado recortarlos un 98%, a un paso del 100% para 2021); y desde 2020 es neutro en carbono en su actividad operativa interna.
“El cambio climático es una emergencia global. Somos uno de los mayores bancos del mundo, con 148 millones de clientes, y por eso tenemos la responsabilidad y la oportunidad de apoyar la transición ecológica y animar a más personas y empresas a ser más sostenibles”, afirma Ana Botín, presidenta del Santander.
De hecho, el pasado febrero anunció su intención de alcanzar cero emisiones netas de carbono en todo el grupo en 2050 para apoyar los objetivos del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Este reto va más allá de la propia actividad del banco. También incluye todas las emisiones de sus clientes derivadas de cualquiera de los servicios de financiación, asesoramiento o inversión que ofrece el banco. Sus objetivos de descarbonización tienen el primer foco en 2030. Será entonces cuando Santander alineará su cartera de generación de energía eléctrica con el Acuerdo de París; habrá dejado de dar servicios financieros a clientes de generación de energía eléctrica cuyos ingresos dependan en más de un 10% del carbón térmico; y eliminará por completo su exposición a la minería de carbón térmico en todo el mundo.
No solo sostenibilidad, sino también igualdad
Pero además de estos cuatro objetivos dirigidos a luchar contra el cambio climático, la agenda de banca responsable del Santander incluye otros retos para contribuir a una sociedad mejor, más inclusiva y sostenible, y a convertir al banco en una compañía líder en materia de igualdad. Entre ellos facilitar la inclusión financiera a través de facilitar el acceso a los servicios bancarios, los microcréditos y la educación financiera.
Durante el primer semestre de este año, la entidad ha empoderado financieramente a 1,1 millones de personas. Desde 2019, esta cifra se eleva a 6 millones y, a este ritmo es más que previsible que cumpla el compromiso de empoderar a diez millones de personas hasta 2025. También ha facilitado microcréditos, que permiten a los colectivos más desfavorecidos tener acceso al crédito, por un importe de 261 millones (1.200 millones desde 2019).
Además, en los primeros seis meses del año, 50.000 estudiantes se han beneficiados de becas y de los programas de prácticas o emprendimiento apoyados por el banco, a través de Santander Universidades, lo que suma ya 225.000. La entidad ha anunciado que concederá 125.000 becas más de las comprometidas entre 2019 y 2021, lo que elevará hasta 325.000 el número total de ayudas concedidas en este periodo.
Santander también quiere situarse entre las diez mejores empresas para trabajar en los países que opera y cuenta con programas destinados a mejorar la equidad salarial e impulsar la presencia de las mujeres tanto entre los equipos directivos como en el consejo de administración. De momento, las mujeres ya ocupan el 25,1% de los cargos directivos y representan el 40% del consejo.