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El comercio puede puede ser el aliado para mantener el medioambiente

Las Garrigues es una tierra dura. La comarca lleidatana no cuenta con muchos beneficios del cielo: llueve poco y las temperaturas van de extremo a extremo. Cuando aprieta el sol se seca todo. Y cuando llega el frío, el hielo lo rompe. Las Garrigues, en plena depresión del Ebro, suele considerarse una de las zonas más desfavorecidas de Cataluña. Pero en esa tierra siempre ha habido gente. Su propia dureza le ha otorgado una idiosincrasia muy singular. La manera de trabajar que impuso la tierra se ha convertido en una suerte de patrimonio. Trenca está metida en un proyecto para que eso no se pierda y el desierto rural no se coma a las Garrigues.

El proyecto de Trenca en el sur de las Garrigues es conseguir que la comarca y sus pueblos sobrevivan. ¿Método? Introducir una vía económica-comercial que inyecte futuro. En el centro de la idea: el aceite de oliva. Trenca acaba de comprar una finca en la zona “no más d e4 hectáreas” recuentan, para “obtener un producto de alta calidad y venta de proximidad que evite intermediarios”. Como no podía ser de otra manera, el método de producción está basado en la centenaria tradición de la comarca (y sus centenarios árboles) y los métodos ecológicos respetuosos con el medio ambiente. El producto es un aceite salvatge (salvaje).

Una vez adquirida la tierra y recuperados tantos los olivos como los elementos productivos, Trenca ha firmado “acuerdos de custodia del territorio con propietarios de fincas de los alrededores”. El panorama es el de olivares distribuidos en bancales que se erigen con parapetos de piedra. El proyecto se basa en la colectividad ya que, cuentan, “un aspecto importante es implicar en la conservación de este espacio, mediante la participación directa, a todos los agentes presentes: agricultores, ganaderos, cooperativas, empresarios, sociedades de cazadores…, así como a las instituciones locales, comarcales, provinciales y autonómicas. La finalidad es llevar a cabo un trabajo transversal”.

Añadido a la parte agrícola de producción de aceite mediante el método tradicional y ecológico y la potenciación del resto de actividades agrícolacomerciales, el proyecto lleva consigo una batería de beneficios sociales. Por ejemplo, se incentiva la protección del paisaje y su biodiversidad tanto de fauna como de flora a la vez que el trabajo en el campo previene los incendios forestales. Pero además, en el plano cultural, con una actividad rentable trae consigo la “restauración de cabañas, aljibes, muros y albarradas de piedra seca. Y el fomento de la cultura del aprovechamiento del agua de lluvia”.

Una economía sostenible y un proyecto comercial respetuoso pero rentable pueden ser la palanca para evitar el despoblamiento y la degradación de unas tierras amenazadas por la velocidad, muchas veces voraz, de la sociedad del siglo XXI.