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Opinión - Nos están destrozando la vida. Por Rosa María Artal

Estimulación cerebral profunda, un marcapasos para el cerebro

Un hombre le sujeta la mano a su mujer.

Mercè Palau

Los trastornos neurológicos pueden tener un fuerte impacto en la vida de los pacientes (y también de sus familias). Para las personas que sufren temblores, rigidez, lentitud y movimientos involuntarios, tareas tan sencillas y cotidianas como sostener una taza de café, escribir, abrocharse una cremallera o lavarse los dientes puede ser todo un desafío y una fuente de frustración.

Trastornos del movimiento

Cada movimiento del cuerpo, desde levantar una mano hasta sonreír, implica la comunicación entre el sistema nervioso central, nervios y músculos. Si algunos de estos elementos no funcionan bien, el resultado puede ser un trastorno del movimiento, una afección neurológica que afecta los músculos voluntarios del cuerpo y puede hacer que la persona pierda el control de sus movimientos. 

Estos trastornos pueden manifestarse de muchas formas, con síntomas que van desde sutiles a más incapacitantes. Los síntomas dependen del tipo específico de afección que haya detrás, pero en la mayoría de los casos se traducen en sacudidas involuntarias de un músculo, temblores, espasmos, rigidez o caminar de manera inestable. 

Los temblores relacionados con la enfermedad de Parkinson y otras afecciones neurológicas están causados por señales eléctricas desorganizadas en las áreas del cerebro que controlan el movimiento. Ataxia, distonía, temblor esencial, enfermedad de Parkinson, síndrome de Rett o enfermedad de Wilson son, según la Asociación Estadounidense de Cirujanos Neurológicos (AANS), algunos de estos trastornos del movimiento.

Algunas estrategias simples, como evitar las circunstancias que provocan temblores o dejar de tomar los medicamentos que los provoca, pueden ayudar a controlar estos temblores. Pero, ¿qué ocurre cuando estas medidas ya no funcionan?

Apagar los temblores involuntarios estimulando las neuronas

Los avances en el uso de la estimulación profunda en regiones cerebrales selectivas han proporcionado beneficios terapéuticos y han permitido que las personas afectadas por estos trastornos neurológicos se liberen, al menos en un porcentaje elevado, de sus síntomas.

La estimulación cerebral profunda es un procedimiento quirúrgico en el que se implantan electrodos en determinadas zonas del cerebro. Estos “cables” generan impulsos eléctricos que controlan la actividad cerebral anormal y que se pueden adaptar a los desequilibrios químicos dentro del cerebro que provocan distintas afecciones, como personas con enfermedad de Parkinson, temblor esencial, distonías o cefaleas así como en pacientes con trastorno obsesivo compulsivo.

Los electros van conectados a una batería que se implanta bajo la piel y que es similar a un marcapasos cardíaco, pero en este caso para el cerebro. Lo que hace es administrar estimulación eléctrica en áreas específicas del cerebro que controlan el movimiento y bloquea las señales nerviosas anormales que causan los síntomas. Es decir, interrumpe las señales irregulares e incorrectas que causan los temblores y otros síntomas de movimiento. 

Según un estudio publicado en Nature, el uso de esta técnica es uno de los avances más importantes en las neurociencias clínicas de las últimas dos décadas. No solo ha abierto nuevas oportunidades para acceder a los circuitos cerebrales que funcionan mal, sino que también aumenta el potencial para regular estos circuitos en una importante gama de trastornos.

Este tratamiento solo está disponible en centros especializados, como el del Servicio de Neurocirugía del Hospital Universitario Rey Juan Carlos, que ya ha realizado su primera cirugía de este tipo.

 “Este procedimiento ofrece dos claras ventajas: mejora los síntomas hasta en un 80%, o incluso un 100%, y reduce la medicación diaria”, apunta la Doctora Mónica Lara Almunia, especialista del Servicio de Neurocirugía del hospital y responsable de la operación realizada el pasado 23 de abril.

El equipo médico, formado por neurocirujanos, neurólogos, neurofisiólogos, neuropsicólogos, anestesistas y radiólogos, ha conseguido mejorar de manera significativa la calidad de vida de una mujer de 64 años que desde los 16 sufría temblores que le han impedido llevar una vida normal. “Tras la intervención, la paciente ya puede realizar actividades como peinarse, comer o beber sin ayuda”, admite Lara Almunia. 

Debe tenerse en cuenta que se trata de un tratamiento sintomático y no curativo porque no soluciona la condición patológica de base. 

¿Quién es candidato a la estimulación cerebral profunda?

Este tipo de intervención es más que un simple procedimiento quirúrgico. Implica una serie de evaluaciones, procedimientos y consultas antes y después de la operación, por lo que la persona tiene que estar preparada. Por tanto, no todo el mundo puede recibir este tratamiento. Para ello, el paciente tiene que pasar por un estudio neuropsicológico y una evaluación del grado de afectación por la enfermedad, así como un estudio preoperatorio que incluye el uso de pruebas radiológicas. Además, tiene que colaborar con el equipo médico atendiendo a órdenes simples como mover un brazo o pronunciar determinadas frases.

Los candidatos idóneos son “pacientes menores de 70 años con enfermedad de larga duración que no responden a la medicación o con efectos adversos importantes”, reconoce la neurocirujana. A partir de ahora, el objetivo, según la experta, es realizar una operación de este tipo al mes en personas con patologías como Parkinson, temblor esencial, distonía y trastorno obsesivo compulsivo.

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