Menores en el quirófano: cómo hacer su experiencia más llevadera
Tener que pasar por el quirófano es algo que genera angustia y cierto grado de preocupación, aunque el motivo no sea algo grave. Esta circunstancia puede ser aún más acusada en los pacientes pediátricos y en sus padres que, en algunos casos, pueden llegar a tener más ansiedad, incluso, que sus hijos. Atender a niños en un Hospital General y en un bloque quirúrgico en particular es una tarea compleja por las características de los pacientes pediátricos que precisan un acompañamiento especial por sus familiares en todo el proceso.
El reto, en estos casos, suele ser doble: por un lado, que el niño se sienta seguro y confiado y, por otro lado, que la familia también lo esté, que sienta que su hijo tiene todo lo que necesita y sepa que puede contar con el equipo ante situaciones que provocan dudas. Niños y padres se sitúan en el centro de la atención.
Humanizar todo este proceso ayuda a reducir el estrés en los pacientes pediátricos previo a la intervención, y también el de los padres. El Hospital Universitario General de Villalba, integrado en la red pública madrileña, ha dado un paso más en este ámbito de la mano del proyecto Diario de un viajer@ intrépid@ como parte de su estrategia de humanización y que ha sido galardonado por Cars for Smiles, una organización sin ánimo de lucro que trabaja para mejorar la calidad de vida de niños y jóvenes con alguna enfermedad grave o crónica.
El objetivo es crear una zona quirúrgica más adaptada a las necesidades del niño y de su familia y convertir la intervención quirúrgica en una aventura familiar. Tranquilidad y confianza son los pilares básicos que se pretenden transmitir a niños y padres con el fin de reducir el estrés.
Humanizar las intervenciones pediátricas para ir más tranquilos al quirófano
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerda, en la campaña ¡Demos voz a los pacientes!, la importancia que tiene la participación de los pacientes, las familias y los profesionales en la promoción de su propia seguridad frente a una intervención y reconoce que, cuando los pacientes se involucran en los cuidados, se logran avances significativos en términos de seguridad y efectos en la salud.
“Cuando un padre está nervioso, el niño también lo está”, reconoce Laura Bote Curiel, enfermera coordinadora del Bloque Quirúrgico del General de Villalba. Además, el estado emocional de un niño es fundamental a la hora de afrontar una intervención. En palabras del Doctor Ennio José Fuentes Ceballos, cirujano pediátrico del hospital, “está demostrado que disminuir el estrés, tanto en niños como en padres, influye mucho en este aspecto”.
Adaptar y mejorar los espacios de atención pediátrica es el primer paso para humanizar la atención a los niños. También permitir que conozcan en cada momento qué va a ocurrir y que tanto niños como padres sean conscientes de lo que les espera en cada parada. Todo ello repercute de forma directa y beneficiosa en el dolor que perciben los niños.
También el hecho de que uno de los padres puedan acompañar a su hijo hasta el quirófano y que sea la última y la primera persona que vea cuando se despierta minimiza el riesgo de sufrir delirium hospitalario. Además, la estancia en reanimación se acorta y, por tanto, también se reduce el nivel de estrés en el núcleo familiar.
Los beneficios de humanizar este tipo de proceso se trasladan también a una necesidad menor de tener que administrar fármacos hipnóticos-sedantes durante el preoperatorio, con lo que se reducen los efectos secundarios, la inestabilidad hemodinámica y la administración de analgésicos postquirúrgicos.
Los padres también juegan en un viaje lleno de fantasía e imaginación
Con el proyecto Diario de un viajer@ intrépid@ los niños y padres se adentran en un viaje lleno de aventuras con la idea de que el proceso de la intervención se convierta en una travesía, con mapa incluido, que consiste en conseguir, en las distintas etapas del proceso quirúrgico, un sello que servirá para cumplimentar un pasaporte. Todo empieza cuando el niño entra en Admisión del Bloque Quirúrgico.
A partir de aquí, y en cada una de las distintas etapas, pasará por varias fases: salas de espera, box de preparación y recuperación o mensajes de los profesionales que ayuden a reducir el estrés de niños y padres. El final del viaje será cuando el niño se despierta tras la intervención, que es cuando consigue el último sello.
En todo este viaje se fomenta la participación activa de los padres y se va informando, tanto a unos como a otros y adaptando la información a la edad del niño, de las fases y pasos en los que se basará el proceso. “Saber qué pasos se van a dar y dónde, cuándo y cómo va a estar su hijo les hace involucrarse más, estar más activos y, sobre todo, más relajados”, afirma Bote.
Se cumplen así algunos de los derechos del niño hospitalizado que enumera la Sociedad Española de Cirugía Pediátrica, como el “derecho a estar con sus padres en los momentos de tensión y a ser tratados con tacto, educación y comprensión”.