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¿Piedras en el riñón? Cómo prevenir el doloroso cólico nefrítico

Los cólicos nefríticos son más comunes en verano

Mercè Palau

Los cálculos renales, también conocidos popularmente como piedras en el riñón, son la tercera enfermedad más común de las vías urinarias, por detrás de las infecciones urinarias y la patología prostática. Aproximadamente del cinco al 12% de la población de los países desarrollados e industrializados padece algún episodio sintomático antes de los 70 años, según datos actuales de la Sociedad Española de Nefrología.

Se calcula, además, que el número de personas con esta patología aumenta en un 40% debido al ascenso de las temperaturas durante los meses de calor. Lo admite la doctora Carmen González Enguita, jefe del Servicio de Urología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, Madrid, según la cual “el verano es una de las épocas más peligrosas por las altas temperaturas”, que hace que nuestro cuerpo pierda más agua debido a la sudoración y, por tanto, haya más riesgo de deshidratación. Aunque, según apunta, estas patologías también son frecuentes durante todo el año.

¿Qué son los cálculos renales y por qué se forman?

Un cálculo es un elemento mineral que se desarrolla a partir de sustancias depositadas que arrastra la orina, y que llegan a formar cristales. El acúmulo, la agregación de estos cristales y su crecimiento es lo que da lugar a su formación en las cavidades renales. Una vez formado el cálculo en el riñón, se pueden identificar en el uréter —el conducto que permite el transcurrir de la orina desde riñón hacia la vejiga— o en la vejiga.

Los cálculos se forman cuando los elementos minerales o las sales que contiene la orina —como producto final de los diferentes metabolismos— cristalizan. Algunos crecen hasta que, de forma aleatoria y caprichosa, se liberan del sitio donde han sido formados y comienza el proceso de eliminación a lo largo del tracto urinario. Y, al pasar por ciertas zonas, pueden detenerse bruscamente y provocar una obstrucción en el transcurso de la orina, provocando el cólico. En ocasiones, esa orina acumulada a causa de la obstrucción, puede ir acompañada de bacterias provocando una infección que puede llegar a ser severa. 

Independientemente del tamaño del cálculo, el cólico renal es un dolor muy intenso y agudo que empieza en la fosa renal correspondiente y se irradia hacia la zona genital. Generalmente es un dolor unilateral, es decir que aparece en el lado de la unidad renal afectada. No está asociado a movimientos o posturas determinadas por lo que no se alivia con cambios que el paciente pueda adoptar. “Es, sin lugar a dudas, uno de los dolores más terribles e intensos que puede sufrir el ser humano”, destaca la doctora González Enguita.

Este dolor, que puede irradiarse hacia la zona inguinal, se traslada hacia adelante a medida que el cálculo intenta salir al exterior, suele ir acompañado de náuseas, vómitos, malestar general, ansiedad y angustia. Debido a su naturaleza de dolor “cólico”, es decir que va y viene, el paciente espera con ansiedad a otro episodio que está por venir, lo que genera terror a que ocurra y mucha angustia.

“El cólico se acaba cuando se expulsa el cálculo. Esta acción puede llegar enseguida, es decir ser inmediata la expulsión en cuanto empieza el cólico o estar retrasada en el tiempo: pueden pasar muchas horas”, advierte la doctora.

Cuáles son los factores de riesgo de sufrir cólico nefrítico

Los hombres son de dos a tres veces más propensos que las mujeres a formar cálculos y a sufrir cólicos nefríticos. Si bien el estilo de vida, ciertos hábitos y la alimentación, muy similar en la población de países desarrollados entre hombres y mujeres, está poco a poco igualando esta posibilidad de formar cálculos y presentar cólicos renales. También la edad influye —entre los 40 y 60 años suelen ser más comunes—, un estilo de vida sedentario —se cree que el ejercicio habitual puede prevenir la agregación cristalina— y una alimentación rica en grasas saturadas, insaturadas y azúcares favorecen la formación de cálculos.

“Se ha demostrado, además, una asociación entre temperaturas elevadas y urolitiasis, una relación que se debe a un mayor riesgo de deshidratación, que conlleva sobresaturación urinaria y lo que explicaría que se vean más casos durante el verano”, explica la doctora de la Fundación Jiménez Díaz

Cuando los riñones tienen un flujo constante de orina, y esta no está sobresaturada de elementos litógenos, los fragmentos de calcio y otros materiales permanecen estables, no aumentan de tamaño y pueden no dar síntomas. Pero cuando se bebe poca agua esto da a estos pequeños fragmentos la oportunidad de unirse y crecer.

Beber más agua, es la primera línea de defensa contra la formación de cálculos

La forma más importante de prevenir la formación de cálculos renales y de tener cólicos renales, sobre todo durante el verano, es aumentar la ingesta de agua hasta un litro y  medio o dos litros de agua al día. Según una revisión publicada en Cochrane —la organización especializada en atención sanitaria basada en la evidencia—, centrada en el papel de la ingesta hídrica en la prevención de la recurrencia de cólicos renales, aquellos pacientes que ya han pasado un cólico renal en algún momento de su vida y que aumentan la ingesta de agua en más de dos litros al día, sea cual sea el tipo de cálculo, reducen la repetición de los cólicos en un periodo de cinco años.

“Con una hidratación adecuada, el calcio y otras sustancias formadoras de cristales se eliminan de forma adecuada en la orina. Y, aunque la genética, los antecedentes familiares y algunas afecciones médicas pueden aumentar las probabilidades de desarrollar cálculos renales, trabajar cambios en el estilo de vida, ciertos hábitos y alimentación ayudarán a prevenirlos e incluso evitarlos”, explica la doctora González Enguita.

Es importante evitar el consumo de bebidas azucaradas, alcohol o zumos industriales. Se debe minimizar la ingesta de proteínas animales y de sal —no es recomendable superar la ingesta diaria de dos o tres gramos de sal—. Se deben priorizar los alimentos ricos en fibra; limitar el consumo de alimentos ricos en oxalato, como nueces, espinacas o chocolate, y evitar el sedentarismo ya que la obesidad es un factor asociado con la formación de cálculos.

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