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Por qué usar mascarillas quirúrgicas en centros de salud

Una mujer se coloca una mascarilla quirúrgica.

Mercè Palau

La COVID es una enfermedad que se propaga a través de pequeñas gotas y partículas que se liberan al aire al hablar, cantar, toser o estornudar. Esto ha hecho que se hayan implantado medidas preventivas como el distanciamiento físico, el lavado de manos regular y el uso de la mascarilla, que se han convertido en las tres formas más efectivas de luchar contra la propagación de la COVID. Desde que se implantara la obligación de llevar mascarilla y la proliferación de los distintos tipos y modelos, no han dejado de circular dudas y preguntas sobre cuáles utilizar y qué función ejercen cada una de ellas. 

Los distintos tipos de mascarillas

No todas las mascarillas son iguales ni protegen de la misma manera. A grandes rasgos, y tal como indica el Ministerio de Sanidad, las mascarillas se pueden dividir en higiénicas, quirúrgicas, Equipo de Protección Individual (EPI) y otras mascarillas comerciales. 

Las mascarillas higiénicas cubren la boca, la nariz y la barbilla y tienen un arnés que rodea la cabeza o por detrás de las orejas. Están compuestas por una o varias capas de material textil y pueden ser reutilizables (en este caso el fabricante debe indicar el número máximo de lavados) o de un solo uso (es recomendable no usarla más de cuatro horas). No se consideran ni un EPI ni un producto sanitario. Están indicadas sobre todo para personas sanas.

Las mascarillas quirúrgicas son las que acostumbramos a ver en entornos clínicos porque los trabajadores de salud tienen más probabilidades de exponerse la COVID. También son las que están indicadas para las personas enfermas, sean sintomáticas o asintomáticas. El objetivo en todos los casos es evitar que las personas que las usan transmitan agentes infecciosos. Para lograrlo, su diseño permite filtrar el aire exhalado. De esta manera, se protege a las personas que están alrededor porque se evita la dispersión vírica al estornudar, toser o hablar. La mayoría de ellas tiene un mecanismo que permite ceñirla sobre nariz, boca y barbilla. Tienen un tiempo de utilización máximo de entre cuatro y ocho horas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió en enero de 2020 una guía sobre cómo tiene que usar el personal médico las mascarillas quirúrgicas, además de otros equipos EPI como bata quirúrgica, guantes o protector ocular. 

También están las mascarillas EPI, recomendables básicamente para profesionales que necesiten crear una barrera entre un riesgo potencial y el usuario o en grupos vulnerables por indicación médica. Este tipo de mascarillas filtran el aire inhalado y evitan la entrada de partículas contaminantes en el organismo. Pueden ser de tres tipos, en función de la eficacia de filtración: FFP1, FFP2 y FFP3.

Por último, el uso de las mascarillas de tela se ha generalizado en España en estos últimos meses. Pero para que sean efectivas, la OMS establece que deben incluir varias capas, deben ser lavables y reutilizables. Así, deben estar compuestas por una capa interior de tela absorbente, como algodón; otra capa intermedia de material no tejido no absorbente, como polipropileno y, por último, una capa exterior de material no absorbente como poliéster. 

Mascarillas quirúrgicas, de las más efectivas

Según un estudio publicado en Science Advances, en el que se ha analizado la efectividad de los distintos tipos de mascarillas, las FFP2 son las más efectivas porque consiguen reducir la transmisión de gotitas en más del 99,9%. Las segundas más efectivas son las quirúrgicas ya que consiguen reducir la transmisión de gotitas en más de un 90% (impiden que el virus salga de una persona infectada y contagie a otras). 

En España, Mascarillas Béjar, una empresa ubicada en Salamanca se dedica en los últimos meses a fabricar mascarillas quirúrgicas de alta filtración, como la NAN300, compuesta de cuatro capas: una primera de 100% poliéster ofrece impermeabilidad; la segunda está formada por una membrana de nanofilamentos que impide la entrada y salid de virus y bacterias y tiene una eficacia de filtración bacteriana de 99,7%; la tercera está formada por un 80% de poliamida y un 20% de etanol, que ofrecen gran respirabilidad; la cuarta capa está compuesta por un 100% de polipropileno, una barrera adicional de protección. La gran ventaja de este tipo de mascarillas es que evitan la entrada y la salida de partículas, atrapándolas en una zona estéril.

Según el Ministerio de Sanidad, las de tela protegen menos que las quirúrgicas y, si no se usan bien, pueden incluso aumentar el riesgo de infección debido a la humedad, la difusión de líquidos y la retención del virus. Por tanto, no se consideran apropiadas para usar en entornos hospitalarios. Esto ha llevado a algunos hospitales del País Vasco y de Galicia, a los que se van sumando otras comunidades autónomas, a prohibir la entrada de personas con mascarillas de tela y sustituirlas por una quirúrgica. Y lo han hecho para evitar que entre el virus en los centros sanitarios sin control. Optar por este tipo de mascarilla en un centro sanitario es lógico teniendo en cuenta que el riesgo de transmisión del virus es mayor. Esto no significa que el uso de las de tela para otras circunstancias no sea eficaz, siempre que se cumplan las condiciones establecidas.

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