Alargamiento de pene: mitos y riesgos que debes conocer si piensas en ello

Partimos de la base que asienta, categóricamente, el psicólogo, sexólogo y antropólogo Alfonso Antona: “las técnicas para alargamiento o engrosamiento de pene son, en su mayor parte, una tomadura de pelo; la promesa de un agrandamiento de pene para tener una vida sexual mejor es como la promesa de los buhoneros que van vendiendo afrodisíacos: charlatanería”.

Lo corrobora Eduard García Cruz, urólogo especializado en Medicina Sexual, que solo confía en los extensores y, en último término, en la cirugía, pues “con las pastillas y extractos de plantas que te alargan el pene se dan muchas tomaduras de pelo, es estrictamente falso que funcionen”. También hay programas de ejercicios para alargar el miembro respaldados por la misma garantía científica que el mito de que estirándonos el pene tras de miccionar acabará creciendo. Los expertos destacan que es especialmente preocupante que haya personas que intentan probar su eficacia.

Adicionalmente, Antona tampoco es más partidario de los métodos ortodoxos: “las técnicas quirúrgicas no están exentas de riesgos, tampoco lo están las que utilizan extensores, vacío o pesas”. El sexólogo asegura que “en el mejor de los casos, se pueden aumentar uno o dos centímetros, que solo serán visibles con el pene flácido, porque en erección no se va a conseguir ni un milímetro más”.

Internet y los mitos del falo grande

A más de uno nos pueden sorprender estas aseveraciones, ya que Internet anda llena de testimonios de hombres que aseguran que los tratamientos milagrosos de determinadas páginas web les han cambiado la vida y sus parejas ahora por fin están satisfechas sexualmente. Pues bien, el sexólogo se atreve a asegurar que a lo sumo todo será fruto de la autoestimulación psicológica, una suerte de efecto placebo sexual, dado que “el tamaño de los cuerpos esponjosos y cavernosos no se pueden alargar y el tamaño del pene en erección será el mismo con o sin alargamiento”.

Entonces, ¿por qué funciona el comercialmente esta práctica, tanto física como quirúrgica? Como antropólogo, Antona argumenta que “desde el mito de Príapo se viene reforzando un discurso falocéntrico; podemos encontrar imágenes de penes pintados en paredes de la antigua Roma, esculturas en tumbas vietnamitas o puertas de aseos públicos en cualquier parte del mundo”. Según él, “el pene representa poder, una herramienta, arma o instrumento con el que someter a mujeres y hombres -en algunas culturas-, un ariete con el que derribar las puertas…”.

El pene se configura como símbolo androcéntrico y patriarcal por el que el tamaño pareciera ir ligado al grado de poder: en el imaginario colectivo se instaura la idea de que a mayor tamaño, mayor virilidad, más poder“. No es pues extraño, reseñan ambos expertos, que en la red reverbere el eco de esta concepción ancestral, que si embargo no es está ligada al placer coital, al menos desde el punto físico. 

¿Tamaño insuficiente o dismorfofobia?

Así lo confirma García Cruz a menudo en su consulta del Instituto de Urología Serrate & Ribal: “el problema es que forma parte del constructo masculino; por mucho que les expliques que el tamaño no importa, que a las mujeres el tamaño del pene no es lo que más les excita, te dicen que incluso asumiéndolo lo desean tener más grande.”

Esta obsesión de algunos hombres podría estar explicada en lo que el psicólogo atribuye a un posible cuadro de trastorno psicológico: “la mayor parte de las personas que buscan alargar el pene probablemente sufren una dismorfofobia por la que perciben que tienen un pene más pequeño de lo que realmente lo tienen”. Por lo tanto, tanto Antona como García recomiendan, antes de optar por la cirugía, consultar a un o una profesional de salud mental o sexología.

Aseguran que con su asesoramiento, entre otras cosas, entenderán que el placer propio o compartido no tiene nada que ver con el tamaño o la longitud de un pene y que hay varones con penes por encima de las medias que tienen dificultades para dar y obtener placer. “Muchos se sorprenden cuando se les explica que la vagina (que no vulva) es flexible, se adapta a casi todos los tamaños, y los muy grandes suelen ser rechazados por molestos”, añaden. Por otro lado, el conducto vaginal solo es sensible en su tercio externo.

Extensores mejor que cirugía (si nos decidimos)

En cualquier caso, si (pese a todo lo anterior) todavía se mantiene la idea de ganar unos centímetros, el urólogo recomienda los extensores: “aunque la gente tiene en mente la cirugía, a día de hoy lo más eficaz es el mecanismo de tracción del pene, un extensor que, según diversos estudios, demuestra que se consiguen buenos resultados que dejan a la cirugía en muy lejano segundo lugar, sin pasar por quirófano y ahorrándose el coste de la operación”.

Ahora bien, más vale armarse de paciencia porque “hay que ser muy constante para conseguir una ganancia de apenas dos centímetros; hay que ponérselo a diario como mínimo un par de horas, es como ir al gimnasio: hay que ir al menos seis días a la semana. Se puede hacer en casa tranquilo tumbado en el sofá y haciendo solamente eso; suelen hacerlo mientras ven la tele por la noche, porque otro momento del día en el que no haya que moverse es complicado, no vale estar sentado trabajando”.

Desde luego, merece más la pena pasarse tres meses con un aparato aferrado que meterse en un quirófano o colocarse una prótesis, que, en opinión del experto, “son una aventura quirúrgica, aunque algunos hacen sus cálculos y piensan: 'si le sumo a mis diez centímetros dos centímetros, tendré doce; al año siguiente lo aumento y serán catorce, etc.” El urólogo tilda este pensamiento de error.

Los riesgos de la cirugía

Recalca García Cruz: “la cirugía se debería considerar experimental, cuando te dicen que se alargará hasta cinco centímetros, faltan estudios controlados para poder definir el riesgo-beneficio de la cirugía de alargamiento”. Además, con esa dismorfofobia anteriormente mencionada engañando a la mirada, “el 95% de los hombres que pide un alargamiento tiene un pene de tamaño normal, y con la operación lo sometes a un riesgo cierto a cambio de un beneficio incierto”.

Por eso en su consulta asegura que trata de modular las expectativas del paciente: “considero fundamental que entienda bien los riesgos, que sea consciente de todas las consecuencias”. Lo compara con las prótesis de mama femeninas: “es una cirugía cosmética, la diferencia es que con ellas el beneficio a largo plazo está muy bien establecido y en el alargamiento eso no existe”. Por ello cual les recomienda: “No te operes, pero, si te empeñas, que te opere un urólogo con mucho bagaje porque es una cirugía que suele dar problemas de erección después”.

A veces, los pacientes también requieren un engrosamiento, que no es precisamente mejor, desaconseja Antona: “el engrosamiento es más complicado porque supone la infiltración de alguna sustancia sintética o de la propia grasa y las complicaciones como las fibrosis son relativamente frecuentes”. En palabras del urólogo y cirujano: “se añade material en el pene que, si no se coloca homogéneamente, puede provocar malformaciones

Además añade que “no es una técnica nada sencilla y da problemas, por eso se ven tantos desastres quirúrgicos”. Y de nuevo García recalca que “lo peor es que se gana poquito, así que hay que buscar a un cirujano muy experimentado en cirugía genital y limitarlo a casos muy seleccionados, como pacientes que sufren ciertas enfermedades, la de Peyronie por ejemplo, que sí que ”obtienen muy buenos resultados“. Para todos los demás, García Cruz insiste en que ”el riesgo-beneficio es dudoso“. 

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