¿Cuándo ha sido la última vez que se ha duchado? Para la mayoría de nosotros, la respuesta seguramente será que hace menos de 24 horas. Esto, hace unos años, no era así. Los hábitos de higiene no eran los mismos en asiduidad y frecuencia. Antes las duchas eran más esporádicas (una o dos veces a la semana), pero ahora se han convertido en parte de la rutina diaria de buena parte de la población.
Y no solo eso, en algunos casos, y fruto del tipo de vida que se lleva, incluso las duchas llegan a las dos o tres diarias. Esto ha conducido al dilema de saber qué es lo que más le conviene a nuestra piel. En determinadas personas, incluso, la ducha diaria se ha convertido más en una presión social que en una necesidad real. ¿Cada cuánto es mejor ducharse?¿Por la noche o por la mañana?¿Cuánto debe durar la ducha? ¿Agua fría o caliente?
Cómo proteger la piel
Nuestro cuerpo está cubierto por unos dos metros cuadrados de piel, lo que la convierte en uno de los órganos más grandes que tenemos. Una de las principales funciones de la piel es proteger el cuerpo de agentes externos, además de mantener la hidratación del organismo y de eliminar toxinas. La epidermis es la capa más externa, por tanto, la que tiene contacto con el agua y el jabón. Según la Academia Española de Dermatología y Venerología(AEDV), “es necesario hidratar la piel cada día”, aunque también es importante “evitar los lavados excesivos” porque la piel pierde un 25% de su hidratación natural durante la ducha.
La piel es un ecosistema de miles de bacterias, virus y hongos. La capa de lípidos tiene un pH situado en aproximadamente el 5,5, que es el que impide que estos gérmenes vayan a sus anchas por nuestra piel. Es importante, por tanto, no alterar esta acidez. Estos habitantes necesitan estar en equilibrio, pues un baño excesivo altera la distribución natural de bacterias buenas en la piel.
Una de las mejores maneras de proteger la piel, más que el agua, es el jabón. Deben usarse productos suaves, no agresivos,que estén testados dermatológicamente. Es importante que tenga extractos de aceite vegetales y que respete el pH de la piel (lo ideal es que no supere el 6,5). El jabón puede ayudar a diluir las sustancias encargadas de proteger la piel. En cuanto al agua, es mejor evitar agua muy caliente o muy fría. Para la AEDV, lo mejor es el agua tibia. El agua excesivamente caliente acelera el deterioro y la deshidratación dermatológica.
via GIPHY
Con qué frecuencia deben ser las duchas
A pesar de que no hay un límite concreto de duchas, sí hay cierto consenso entre los dermatólogos en que es mejor no ducharse cada día, si es posible. El lavado excesivo hace que la piel pierda parte de sus aceites naturales, lo que provoca que se pierda la protección de las células de la piel y, por tanto, que cause daño y esta sea más permeable a las bacterias o los virus, precipitando la picazón, la sequedad y la descamación.
La frecuencia depende del nivel de actividad. Si, por ejemplo, se hace ejercicio y se toma una ducha por la mañana y otra después del gimnasio, lo que se convierte en dos duchas diarias, lo mejor es reducir de manera drástica el tiempo de estas duchas, que sean lo más cortas posible (menos de cinco minutos). Una persona sedentaria, en cambio, puede ducharse dos o tres veces por semana, sobre todo en invierno. Esto también varía en función de la piel y de la actividad que se lleve a cabo. Ancianos y bebés, que tienen una piel más sensible, necesitan menos duchas y menos tiempo para ducharse.
Es importante no enjuagar todo el cuerpo, solo aquellas zonas del cuerpo que se ensucian más (axilas, pies y genitales, que son los que producen olor corporal). Para el resto del cuerpo, como brazos y piernas, no es necesario usar jabón cada día para proteger los aceites y lípidos de la piel que nos aportan una adecuada humectación e hidratación dermatológica. Adicionalmente, los dermatólogos de la Academia Americana de Dermatología aconsejan “mantener duchas activas”, es decir, no pararse debajo del agua varios minutos seguidos.
¿Y después de la ducha?
Tras la ducha, el secado es fundamental. Debe tenerse en cuenta que frotar vigorosamente con la toalla la piel para secarla puede causar irritación y picazón. El secado debe hacerse con suaves palmaditas en la piel con la toalla, de manera que se vaya secando poco a poco. Es importante prestar atención a ciertas áreas, como las zonas de los pliegues de la piel, entre los dedos de los pies, en el área de la ingle y debajo de los brazos. Por otro lado, la hidratación de la piel es fundamental, así que tras la ducha, debe aplicarse una crema hidratante. Cuanto más rápido se haga mejor porque ayudará a crear una barrera para prevenir la pérdida de agua transepidérmica.
Si no te quieres perder ninguno de nuestros artículos, suscríbete a nuestros boletines
suscríbete a nuestros boletines