Calzado barefoot: ¿es mejor correr como si fuéramos descalzos?

Miguel, lector y socio de eldiario.es, que se declara “runner”, nos propone el siguiente tema para su desarrollo en un correo electrónico: “me gustaría que tocaseis el tema del calzado barefoot en el running. Estoy pensando en probarlo pero me echa un poco para atrás el que suelo correr suelo duro de ciudad y que algún amigo ha tenido malas sensaciones con él. ¿Es una moda pasajera o de verdad mejora la amortiguación y aminora el cansancio? Por otro lado, me gustaría saber qué precauciones debo tener si me decido a probarlo”.

El calzado barefoot, que en castellano se suele traducir como “calzado minimalista”, es un tipo de prenda deportiva de pie que, como su nombre indica, deja en el mínimo lo que vendría a ser una zapatilla deportiva para practicar deporte, especialmente running. Es decir, que el calzado queda reducido a una tela de sujeción que envuelve la parte superior del pie y una superficie protectora de la planta, pero exenta de elementos que amortigüen el impacto de la pisada al correr.

Adicionalmente, el calzado barefoot contempla en muchos de sus modelos la separación de los dedos del pie en compartimentos, de modo que quedan completamente envueltos en tela, para mejorar la transpiración, facilitar su movilidad y evitar problemas de hongos. La esencia del barefoot, por lo tanto, es aproximarnos al máximo a lo que sería correr descalzos, y se puso de moda hace aproximadamente una década en las calles de Nueva York, desde donde saltó al resto del mundo, respaldado por algunos estudios y por el éxito de publicaciones como el libro Nacidos para correr.

El calzado es un invento humano, no es natural...

El libro describe la existencia de la tribu tarahumara en el norte de México, un pueblo acostumbrado a recorrer grandes distancias corriendo con apenas unas sandalias sin amortiguación ni protección alguna. La historia impacta no solo por los kilómetros que los miembros de la tribu hacen corriendo, sino también porque casi nunca se lesionan. De ahí infiere el autor que los humanos nacimos para ir descalzos y que el calzado puede ser pernicioso, pues es un invento producto de la evolución cultural y tecnológica, pero no natural.

Según Víctor Alfaro Santafé, podólogo especializado en podología deportiva que asesora tanto al Real Madrid como a la selección nacional de fútbol, así como a numerosos atletas, “el pie viene 'de serie' con una gran capacidad de amortiguación por sí mismo. El hecho de que su arquitectura esté formada por 28 huesos, 33 articulaciones y más de 100 tendones nos hace poder afirmar rotundamente que es una pieza pensada para asumir movimientos. Y el movimiento de las articulaciones del pie es el mejor sistema de amortiguación para la rodilla”.

El doctor Alfaro apoya así el argumento de que lo natural debería ser correr descalzos, explicando que cuando diseña una plantilla para un corredor, “esta, salvo en contadas excepciones, debe tener un cierto grado de flexibilidad calculado en función de la geometría del pie, el peso del corredor y su forma de correr”, y añadiendo que “una plantilla excesivamente rígida anula la movilidad del pie y limita el efecto amortiguador del mismo, aumentando en gran medida a medio plazo el riesgo de lesiones en la rodilla por aumento del impacto recibido (por ejemplo las condropatías)”.

…pero nuestros pies tampoco son naturales

Por lo tanto el experto coincide en que lo natural en el ser humano es correr, y andar, descalzos. Ahora bien, a partir de aquí empiezan los matices, porque nos parecemos más bien poco a nuestros ancestros tras miles de años usando calzados varios. “Prácticamente desde que nacemos usamos un calzado con algo de altura de tacón”, explica el doctor Alfaro: “esta altura de tacón hace que nuestra polea muscular posterior (tendón de Aquiles, gemelos, soleo, isquiotibiales) se acomode a ese suplemento y genere un acortamiento proporcional a la altura del tacón que hemos venido usando tanto en el calzado de calle como en el deportivo”.

Es decir que nuestro sistema de apoyo, amortiguación y zancada muestra cierta atrofia respecto a nuestros antepasados, con lo que la teoría en principio no termina de encajar con nosotros. “No aconsejamos que un corredor pase de forma inmediata de correr con zapatillas de running con dos o tres centímetros de altura de talón a hacerlo totalmente plano, porque es como si pidiésemos a nuestros ligamentos y músculos que creciesen esos dos a tres centímetros de un día para otro”, explica el podólogo, que advierte que lo que van a hacer es “traccionar más y favorecer la aparición de lesiones musculares”.

Por lo tanto, este y otros expertos recomiendan un periodo de transición tanto para correr descalzos como para el uso de calzado barefoot. En la misma debe haber una disminución progresiva de la altura del tacón usado hasta la desaparición de este. Por otro lado, los especialistas también previenen de que el arco de nuestro pie puede presentar un menor desarrollo tanto óseo como muscular respecto a los valores primigenios, también por causa de nuestro uso de calzado.

Por lo tanto nuestro pie no está acostumbrado al impacto continuo con el suelo y menos corriendo; en consecuencia se aconseja que la adaptación al calzado barefoot se realice sobre superficies blandas como son la hierba, la tierra o la arena, pero nunca sobre asfalto, como dice que le ocurre a Miguel. Y finalmente está el peligro de sufrir algún defecto en la pisada que el calzado deportivo clásico estuviese corrigiendo, pero que descalzos, o con barefoot, hiciese aparición y nos provocase una lesión.

No en vano el fabricante de calzado barefoot Vibram se vio obligado a devolver en 2014 2,7 millones de euros en concepto de indemnización por publicidad engañosa. Vibram aseguraba en la misma que su calzado especial rebajaba el riesgo de lesiones y fortalecía los músculos del pie, preceptos todavía no demostrados. Algunos consumidores lesionados por no realizar buenas transiciones, o por defectos en la pisada, denunciaron a la compañía y ganaron el pleito.

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