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Qué es la copa menstrual y por qué no se impone en España

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Te olvidas de que tienes la regla; para bien y para mal

Natalia Alfageme celebra sobre la copa menstrual: “A mí se me olvida que la llevo; me la pongo por la mañana, estoy trabajando, hago mis actividades y, cuando llego por la noche y me relajo, caigo: ¡Ahí va, si es que tengo la regla, me voy a quitar esto!”.

Incluso el primer día, tiene que autorrecordarse que ha de “controlar la copa puesto que el sangrado es más abundante y, aunque no se me llega a desbordar nunca, puedo manchar”. Esa es precisamente una de las grandes ventajas que se puede convertir en inconveniente: la externalización de que se tiene la regla, un proceso que jamás es vergonzante pero sí íntimo.

El representante de la marca Copa MeLuna, Roland Hallmaier, comentaba en una entrevista que “las quejas más numerosas son por pérdidas de flujo menstrual y se solucionan en el 99% de los casos buscando la talla correcta”.

En opinión de la sexóloga Alex Estévez, la copa tiene la ventaja de que “dura bastante incluso si tienes una menstruación abundante; parece que sangras mucho con las compresas, pero al recogerlo en este contenedor eres mucho más consciente de la capacidad”.

Para eso hay diferentes tamaños, que se adaptan a la cantidad de flujo, a la edad y al tamaño de cada vagina: “La copa entra y sale igual, no te raspa ni te irrita, como los tampones”, añade Natalia.

La higiene es lo más complicado

No hay límite temporal para llevar la copa menstrual

; solo se recomienda vaciarla y lavarla cada ciertas horas. Y ahí es donde pueden surgir los mayores inconvenientes. Por ejemplo cuando nos viene la regla en casa, hervimos la copa antes de colocárnosla para esterilizarla. Pero se desaconseja hacerlo con lejía u otras sustancias químicas.

Lo único que recomiendan los fabricante son las corega cups, un limpiador con oxígeno bioactivo, y las pastillas Milton“. La sexóloga, por su parte, ”utilizaría aceite de árbol de té, que es antiséptico y desinfectante natural“. Fuera de casa, ”si no hay un lavabo dentro del baño, no te la puedes quitar, pero suele ser raro“, explica Alfageme. 

Su remedio es: “Tiras la sangre en el váter, envuelves la copa en papel, sales, la lavas discretamente en el lavabo y vuelves a entrar a ponértela”. La sexóloga entiende que “si te da palo limpiarla con gente alrededor, la envuelves en papel y al bolso en la bolsita de tela orgánica”. También se recomienda usar “papel o toallitas húmedas de bolsillo” a falta de agua.

Ideal para viajar

De viaje, la copa menstrual

te evita acabar buscando desesperadamente tampones por lugares donde solo conocen las compresas tipo pañal, con las que “ni te puedes plantear hacer deporte, bailar, nadar, bañarte, etc., como sí ocurre con la copa, que la portas siempre a mano y parece que no llevaras nada”, aplaude Natalia. Inclusive a la hora del coito, “lo único es que le tienes que explicar al chico lo que es: vas al baño un segundo, te la quitas y lista”.

Por su parte la sexóloga garantiza que es “de fácil aplicación, aunque cuanto más contacto tengas con tus genitales, más sencillo te resultará; si no te has introducido un dedito o dos nunca, puede resultarte más complejo al principio, pero esto te dará mayor conocimiento y control de tu cuerpo”. De hecho, se te quitan los miedos, puesto que “adquieres habilidades tactovaginales y destrezas al comprobar que no pasa nada, que todo lo que entra sale”. 

Alfageme agrega que “solo necesitas aprender a quitártela acompañando el músculo vaginal para que puedas tirar y no haga efecto ventosa. Aunque la silicona lleva unos agujeritos para que no haga vacío”. “Una vez pillas en truco, es sencillísimo”, comenta.

Caducidad de cinco a diez años y valor ecológico

Estévez ha detectado que “con el paso de los años amarillea y da la sensación de que hay que cambiarla; pero te ahorras igual un montón de dinero”. Natalia Alfageme lo calculó: “Yo gastaba una media de tres o cuatro tampones al día. Multiplica eso por doce meses y por los años que tienes la regla: podemos estar hablando de miles de euros, así que siempre es más rentable gastarte esos quince euros cada lustro o década”.

Sus defensoras alegan el argumento ecológico de que “no gastas celulosa ni la tiras después”. Eso le ahorra al planeta unos tres millones de kilos de basura al año, según Hallmaier. Para la sexóloga, “el ecológico es uno de los dos argumentos más fuertes, pues aunque las comprensas o tampones sean biodregradables y no tengan lejía, etc., sus envoltorios, aplicadores y demás sí que tardan cientos de años en descomponerse y tienen otros químicos”.

El peso de los tabúes

Es curioso que un invento creado por mujeres y para mujeres, solo tenga aceptación entre una minoría de la población femenina. La causa, interpreta Alex Estévez, “puede ser que nos hace falta todavía naturalizar el conocimiento de nuestros genitales, realizarnos una observación más minuciosa, quitarnos los tabúes, porque no somos invitadas a descubrir y a tocarnos”.

“A muchas mujeres les da grima su propia sangre menstrual, mientras que las usuarias de la copa han superado esa barrera”, añade. A eso hay que añadirle que, previsiblemente, los fabricantes de tampones y compresas intentarán frenar la competencia de un producto casi imperecedero.

Sin embargo, Natalia cree recordar que lo ha “empezado a ver ya en súper e hipermercados y farmacias normales, no solo en parafarmacias”. Sin duda, una buena noticia. 

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