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Las cápsulas de café, una forma de consumir café rápida y cómoda, aparecieron por primera vez en España en 2000 y, desde entonces, su presencia en los hogares españoles no ha dejado de aumentar.
Tanto es así que se calcula que siete de cada diez hogares españoles ya toman el café de ese modo, cuyo consumo durante el año 2020 fue de 0,37 kg/persona/año, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Agricultura (MAPA).
De acuerdo con la Asociación Española del Café, el café en cápsulas representa el 23% del consumo este producto en el hogar, una cifra que en poco tiempo podría ser superior porque protagonizan un crecimiento anual del 7,8%.
Un consumo, el del café en cápsulas, que no está exento de cierta polémica y que no escapa tampoco a los bulos sobre alimentos y salud. Veamos qué se dice de las cápsulas de café y qué hay de cierto en ello.
Algunos de los riesgos más nombrados de las cápsulas de café
Uno de los problemas que más suelen relacionarse con el uso de cápsulas de café tiene que ver con los materiales con los que se fabrican dichas cápsulas. Nos referimos a la presencia de furanos y aluminio.
Presencia de furanos
Un estudio de la Universidad de Barcelona demostraba que el café en cápsulas aportaba las concentraciones más altas de furano en comparación con otras preparaciones de esta bebida. Este compuesto orgánico, que se encuentra en numerosos alimentos, ya está presente de forma natural en el café y aparece durante la fase de tueste.
La composición de los sabores y, por tanto, de la concentración de furano, varía según el origen, la madurez, el cultivo del grano y de cómo se prepara. Cuanto más caliente está el agua, más se solubiliza y se extrae un mayor número de aromas.
En la investigación los expertos encontraron concentraciones de furano más elevadas en cápsulas de café (entre 117 y 224 ng/ml), frente a 20-146 ng/ml del café molido habitual. La razón de estos niveles más altos se debería, según los investigadores, al hecho de que las cápsulas están selladas herméticamente y evitan que se libere furano, que es muy volátil, y debido a que para preparar este café se usan presiones más altas de agua, este compuesto pasa a la bebida final.
Pese a todo, estos niveles se mantienen dentro de los límites seguros: detectaron valores de 0,03-0,38 microgramos/kg de peso corporal, por debajo del nivel máximo aceptable, que está en los 2 microgramos/kg de peso corporal. Según el estudio, tendríamos que ingerir más de 30 cápsulas al día de 30 ml para que tuvieran un efecto negativo notable.
Presencia de aluminio
Muchas de las cápsulas de café contienen una capa de aluminio recubierta de una película plástica interna que lo aísla del café. Desde hace años, se ha relacionado este material con problemas de salud y su potencial riesgo cancerígeno.
En 2008, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) desmentía este riesgo alimentario y aseguraba que “es improbable que el aluminio sea cancerígeno humano en la exposición a través de la dieta”. La Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC) tampoco contempla el aluminio dietético como agente carcinogénio.
La posible transferencia de aluminio a los alimentos está regulada por ley con el Reglamento 10/2011 sobre materiales y objetos plásticos destinados a entrar en contacto con alimentos, que establece límites de migración que puede pasar de un envase a un alimento. Las cápsulas de café, como cualquier otro alimento, deben cumplir con la norma para no superar las ingestas semanales tolerables.
En conclusión, y aunque las cápsulas pueden contener ciertos contaminantes químicos como aluminio o furano, no representan ningún riesgo significativo para el consumidor en comparación, por ejemplo, con el café de filtro, según un estudio de la Agencia Nacional de Seguridad Alimentaria, Ambiental y Salud Ocupacional (ANSES).
Contenido nutricional de una cápsula de café
Ya hemos visto que, en cuestión de seguridad alimentaria, las cápsulas de café no tienen porqué suponer ningún riesgo. Si nos centramos ahora en el contenido nutricional, otro punto planteado y que genera cierto interés es la cantidad de cafeína que contiene.
Aunque los niveles difieren mucho en función del tipo de café (la mayoría de cápsulas usan las variedades arabica y robusta, esta última puede llevar una cantidad un poco superior de cafeína), se calcula que puede estar entre 55-65 mg, e incluso más en algunas variedades especiales.
Según datos de la EFSA, un café expreso de unos 60 ml contiene unos 80 mg de cafeína y una taza de café filtrado (200 ml) contiene unos 90 mg de cafeína, cifras superiores a las de las cápsulas.
Por otro lado, hay un tipo de cápsulas, que suelen ser más grandes que las normales (que suelen contener café puro molido), destinadas a preparar un café con leche o un cortado. Este tipo de cápsulas suelen mezclar café molido con leche en polvo.
Según SinAzúcar.org, una cápsula de café más una cápsula de crema contiene 16,4 gramos de azúcares, lo que equivaldría a más de cuatro terrones de azúcar. Por tanto, cuando consumimos café en cápsulas, y como pasa con cualquier otro producto, debemos tener en cuenta de no sobrepasar las cantidades de consumo recomendadas.
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