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La ergometría se llama también “prueba de esfuerzo” porque es precisamente eso lo que propone: realizar un esfuerzo físico -sobre una cinta de correr o una bicicleta fija- para saber cómo responde el corazón ante esa actividad.
De esa manera, se pueden alcanzar dos grandes objetivos. Por un lado, evaluar la capacidad cardiorrespiratoria y, en consecuencia, la aptitud física para ciertas prácticas deportivas. Por el otro, detectar posibles problemas cardiovasculares que no se advierten cuando la persona se encuentra en reposo.
Como además resulta de bajo coste económico, no invasiva y por lo general no produce complicaciones de ningún tipo, la ergometría es una de las pruebas cardiológicas más frecuentes. Pero ¿existe alguna recomendación respecto a cada cuánto conviene realizarla?
¿Cuándo y para qué se hace una ergometría?
En general, la prueba de esfuerzo se realiza solo ante los dos casos mencionados: cuando alguien tiene intenciones de comenzar a practicar algún deporte con cierta intensidad o ante la sospecha de algún problema de salud.
¿Qué señales podrían disparar esa sospecha? Algunas de las más comunes son: dificultades en la respiración, un aumento del ritmo cardiaco, palpitaciones, latidos irregulares o la angina de pecho. De todos modos, por supuesto, la conveniencia o no de la ejecución de una ergometría la establecerá el médico en cada caso.
El flujo de sangre al corazón puede ser normal en reposo incluso en pacientes con enfermedad coronaria. En ellos, los electrocardiogramas muestran resultados normales, según explica la Fundación Española del Corazón (FEC). Por lo tanto, este estudio no permite diagnosticar la patología en tales casos.
Dado que el esfuerzo físico aumenta la necesidad de aporte de sangre, también se incrementa actividad del corazón. En estos casos, si existe una obstrucción coronaria, sí se producirá un déficit de riego sanguíneo: una alteración visible en el electrocardiograma.
La FEC señala que “el espectro de enfermedades cardiacas en las que se realiza la prueba es cada vez mayor”. Entre ellas se encuentran problemas que van desde la hipertensión arterial y las cardiopatías congénitas hasta las arritmias, isquemias e insuficiencia cardiaca avanzada.
La preparación para la prueba
La preparación para la ergometría es simple. En primer lugar, la persona no debe comer de forma copiosa en las dos o tres horas previas a la prueba, para evitar inconvenientes digestivos. Pero tampoco hay que acudir con un ayuno muy prolongado, pues existe el riesgo de una bajada de azúcar.
La FEC también apunta la importancia de no consumir bebidas alcohólicas ni con cafeína en las tres horas anteriores, y de evitar el ejercicio físico intenso o inhabitual en las doce horas previas al test.
El médico, en tanto, indicará en cada caso si el paciente debe suspender alguna medicación que podría interferir en los resultados. También es importante que la persona aclare si, a causa de algún problema físico, la prueba tiene necesariamente que ser en la cinta de correr o en la bicicleta fija.
Por cierto, para el caso de personas que -por motivos de salud- no pueden realizar un esfuerzo físico como el que la ergometría requiere, existen fármacos cuya administración provoca que el corazón lata más rápido y más fuerte. De esa forma, se puede efectuar la prueba sin la exigencia física normal.
Un último requisito, casi obvio pero que no se debe olvidar, es acudir al centro médico donde se realizará el test con ropa cómoda y suelta, que se pueda quitar con facilidad, y con calzado deportivo.
Cómo es la ergometría
Los técnicos a cargo de la prueba colocarán unos electrodos en el tórax y en ocasiones también de brazos y piernas (a veces es necesario rasurar el vello para adherir los sensores a la piel). Esos electrodos están conectados, por medio de cables, al aparato que realiza la electrocardiografía.
Luego el paciente debe empezar con el ejercicio -caminata o pedaleo- a un nivel suave, para entrar en calor. Los técnicos indicarán después el momento en que la persona tenga que incrementar la intensidad: correr más rápido y en pendiente, en el caso de la cinta, o pedalear a mayor velocidad, en la bicicleta.
Este aumento de la intensidad no se efectúa de manera arbitraria, sino que se pueden seguir distintos protocolos, tal como explican los médicos Miguel Ángel Cobos y Blanca Cobos del Álamo en el Libro de la Salud Cardiovascular, publicado por el Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, y la Fundación BBVA.
Pero en todos los casos el objetivo es alcanzar el nivel de esfuerzo suficiente para el diagnóstico. En general, se trata de una determinada frecuencia cardiaca, es decir, un número de latidos por minuto. Según la FEC, se trata de “realizar el mayor esfuerzo posible, alcanzando incluso el umbral del cansancio o máximo nivel de resistencia”.
Desde luego, todo el proceso está monitorizado por los técnicos y lo normal es que el paciente vaya expresando sus sensaciones durante la prueba. Si a partir de los datos del electrocardiograma los técnicos descubren que puede haber un problema en el corazón que ponga en riesgo la salud del paciente, interrumpirán el ejercicio.
La ergometría también se parará si el paciente lo solicita, sobre todo si expresa algún problema que pueda ser preocupante, como dolor de pecho, falta de aire, mareos, palidez, sudoración fría, náuseas, etc.
Después de la prueba del esfuerzo
La fase de ejercicio dura, por lo general, entre seis y doce minutos. Tras alcanzar la frecuencia cardiaca pretendida -o “el mayor esfuerzo posible”- el esfuerzo termina y comienza el proceso de recuperación. Este proceso es parte de la prueba. Es decir, la ergometría no termina al finalizar el ejercicio.
Como puntualiza un estudio de científicos de Uruguay, “la fase de recuperación debe controlarse en forma estricta, utilizando los mismos criterios clínicos de la fase de ejercicio”. Esta fase dura entre cinco y diez minutos.
La desconexión de la máquina electrocardiográfica se realiza -según el mismo documento- una vez que los especialistas se han asegurado de que el paciente se encuentra “estable, asintomático, sin alteración electrocardiográfica ni arritmia significativa, y los parámetros clínicos controlados han alcanzado la situación basal”.
Es entonces cuando concluye la prueba. El paciente ya podrá contar con los datos que permitan detectar algún problema coronario, o bien saber qué nivel de intensidad puede alcanzar en el ejercicio físico de forma segura. De todos modos -como ya hemos mencionado- solo se realiza en los casos en que un especialista lo considera realmente necesario y relevante.
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