Inteligencia musical: qué es y cómo desarrollarla si no se posee de forma natural

Una persona disfrutando de la música de Fatboy Slim

Cristian Vázquez

24 de octubre de 2021 21:52 h

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La inteligencia musical se define como la capacidad de apreciar, discriminar, transformar y expresar las formas musicales, así como de tener sensibilidad hacia le ritmo, el tono y el timbre de los sonidos.

Es uno de los tipos de inteligencia de los que habla la teoría de las inteligencias múltiples, desarrollada hace casi cuatro décadas por Howard Gardner, psicólogo de la Universidad de Harvard. Por esa teoría y su influencia sobre los sistemas educativos, Gardner recibió -hace diez años- el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.

Desde este punto de vista, por lo tanto, el hecho de que a alguien “se le dé bien” la música es un rasgo de inteligencia. Un rasgo que se relaciona, a su vez, con otras formas de inteligencia: desde las más racionales -como la lingüística y la matemática- hasta otras como la naturalista y la emocional.

En palabras del director de orquesta Íñigo Pirfano, “ganar familiaridad con la música, entender cómo funciona, cómo se estructura, etc., ayuda a ir desarrollando las propias capacidades creativas, y revierte en las otras facetas de la inteligencia”. Así lo expresa en su libro ‘Inteligencia musical’ (Plataforma Editorial, Barcelona, 2013).

Tal acercamiento a la música se logra sobre todo a través de dos actividades: por un lado, escuchar música, y por el otro, tocar instrumentos. Para ambas prácticas, la ciencia ha encontrado numerosos beneficios para la salud.

Escuchar música, no solo por placer

Escuchar música se considera, de hecho, una herramienta terapéutica: un estudio realizado por científicos alemanes destacó su eficacia en tratamientos para pacientes “con trastornos cardiovasculares, dolor, síndromes depresivos, enfermedades psiquiátricas y en medicina de cuidados intensivos”.

Además, ayuda a relajarse y a reducir los índices de ansiedad y estrés. Más aún, cuando una persona escucha música que le resulta agradable (e incluso cuando sabe que la va a escuchar en breve), su cerebro libera dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y con el sistema de refuerzo de los comportamientos.

Así lo reveló un trabajo de científicos canadienses, quienes apuntaron que esos resultados “ayudan a explicar por qué la música tiene un valor tan alto en todas las sociedades humanas”, aunque no se trate de un factor indispensable para la supervivencia.

De hecho, entre los vestigios que se conservan de las culturas más antiguas hay armas, utensilios relacionados con la alimentación e instrumentos musicales. En la introducción de su libro, Pirfano arriesga que, mientras los primeros tienen que ver con la conservación de la vida física, la música es la gran aliada para “conservar el espíritu”.

Hacer música, una actividad “pan-cerebral”

Tocar un instrumento, por su parte, equivale a que “se desaten fuegos artificiales en el cerebro” de la persona: con esos términos lo ha expresado la educadora neuromusical Anita Collins en una charla TED. La frase alude al hecho de que hacer música es un ejercicio del que participa todo el cerebro.

“Viene a ser algo así como una actividad pan-cerebral”, apunta Pirfano, quien añade que la música “involucra, de manera admirable, a todos los elementos de nuestra mente y les hace entablar un diálogo: al hemisferio izquierdo con el derecho; requiere el concurso de la lógica y de la razón, pero también de los sentimientos”.

De ahí que aprender a tocar música tenga beneficios cerebrales incluso a largo plazo. Estudios dirigidos por la investigadora Brenda Hanna-Pladdy, de la Universidad Emory, con sede en Atlanta, Estados Unidos, concluyen que hacer música reduce el riesgo de padecer problemas de memoria y deterioro cognitivo hacia el final de la vida.

Consejos para potenciar la inteligencia musical

Para el desarrollo de la inteligencia musical, entonces, resulta clave acercarse a la música. Pero no una aproximación de cualquier tipo, como podría ser escuchar música del mismo modo en que se ha hecho siempre pero durante más tiempo.

“Todos deberíamos dedicar un tiempo de nuestra jornada, por pequeño que sea, a escuchar música de manera consciente y analítica”, asegura Íñigo Pirfano. Es decir, de lo que se trata es de poner una atención especial a lo que se escucha para, de algún modo, “desmenuzar” la música.

¿De qué manera se puede comenzar a hacerlo? A continuación, algunas claves brindadas por los especialistas:

1. Escuchar de otro modo la música de siempre

Hay canciones que, de tantas veces como se han oído, resuenan en la mente de forma casi automática. La propuesta es escucharlas como si fuera la primera vez: reparar en el ritmo, en la melodía, en su estructura. Tratar de identificar cada uno de los instrumentos que forman parte de la ejecución es un ejercicio muy interesante.

2. Buscar música nueva

El objetivo es ampliar el horizonte de posibilidades y de expectativas musicales. Para usar una expresión muy repetida en los últimos tiempos: salir de la zona de confort musical y explorar géneros nuevos. Desde luego, es fundamental no “amedrentarse” si algún tipo de música no se entiende o parece demasiado difícil.

“Dejando a un lado el caso de los prodigios de la música, casi todo el mundo tiene aptitudes para ella -explica Íñigo Pirfano en su ‘Inteligencia musical’-: ya sea para la interpretación, o al menos para la comprensión y el disfrute de los tesoros que la literatura musical encierra”.

3. Animarse a reproducir o modificar canciones

Parece algo muy simple, pero mucha gente no lo hace. Reproducir las canciones puede ser cantarlas o tararearlas, pero también hacerlas sonar o acompañarlas con instrumentos improvisados, como objetos domésticos o partes del propio cuerpo. Buscar posibles variaciones o alternativas para una melodía es un modo de estimular la creatividad.

4. Hallar patrones musicales

Aunque pueden parecer mundos muy disímiles e incluso opuestos, la música y la matemática tienen mucho en común. Es famosa la frase de Albert Einstein: “Si no fuera físico, probablemente sería músico. A menudo pienso en música. Vivo mis sueños en música. Veo mi vida en términos musicales”.

No es casual, puesto que la estructura de la música -el ritmo, el tempo, la armonía- respeta, en general, unos patrones precisos. Poder hallarlos es una señal de inteligencia musical. Y es algo que se manifiesta de maneras tan simples como acompañar una canción con el movimiento de un pie.

5. Aprender a hacer música

Para poder entender y disfrutar al máximo de la música, dice Íñigo Pirfano que “se hace imprescindible la educación musical” y que es deseable “comenzar a practicar algún instrumento, por básico que sea el nivel que se pueda alcanzar”. Enfatiza que “nunca es tarde para comenzar”.

Pirfano, nacido en Bilbao en 1973, refiere el caso de personas que comenzaron a tocar el piano con más de cuarenta años de edad y “disfrutan enormemente”, porque en un lapso no muy extenso “han sido capaces de interpretar obras de cierta dificultad”.

Incluso aunque no se piense en los beneficios de desarrollar la inteligencia musical, empezar a tocar un instrumento puede ser muy satisfactorio “porque constituye una especie de gimnasio para la mente -añade el especialista-: nos mantiene alejados por un rato de todo tipo de problemas personales o laborales, y concentra toda nuestra atención en un ejercicio muy gratificante”.

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