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Volvió a ser noticia hace pocos días, pero Brad Pitt ya lo había revelado nueve años atrás: tiene dificultades para reconocer las caras de la gente, incluso de aquellas personas con las que está familiarizado. Debido a eso, sus conocidos suelen considerarlo distante. El actor cuenta que, por esa razón, a menudo prefiere quedarse en casa.
Más aún, a veces los demás se enfadan con él, porque ven como una falta de respeto el hecho de que él no los reconozca. Pero no se trata de algo intencional. Lo que le sucede al actor de El club de la lucha es que padece un extraño trastorno llamado prosopagnosia.
La prosopagnosia o “ceguera facial” es un tipo de agnosia visual, es decir, una incapacidad para identificar cosas mediante la visión, que dificulta o impide a quienes la sufren reconocer caras.
No se debe a problemas visuales ni de la memoria general: estas capacidades se hallan presentes de forma normal en estas personas. Lo que sucede es que hay “una alteración en el proceso de reconocimiento”, como han señalado investigadores de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) en un texto publicado en 2018.
“El paciente sabe que lo que está viendo es una cara, pero ha perdido la conexión entre lo que ve y la parte de la memoria que se dedica a la identificación”, añade por su parte un trabajo realizado por expertos del Hospital de Cabueñes, con sede en Gijón.
Aunque se trata de un trastorno extraño, podría afectar a más gente de lo que se podría imaginar. Según un estudio de 2006 que se toma como referencia para esta cuestión, hasta el 2,5% de la población general podrían padecer algún grado de prosopagnosia. Esto es, una de cada cuarenta personas.
El origen del problema
¿Cuál es la causa de un trastorno tan curioso? Puede tener dos orígenes: congénito o adquirido. En el primer caso, el problema se desarrolla desde desde el nacimiento o los primeros años de vida. Los indicios científicos señalan que se debe a la mutación de un solo gen, que se transmite de una a otra generación.
La prosopagnosia adquirida, por su parte, está ocasionada por lesiones en el cerebro. En concreto, en la corteza occipito-temporal ventral, e involucra los llamados giros lingual y fusiforme. Esas lesiones pueden deberse a un accidente cerebrovascular (ACV, o lo que es lo mismo, un ictus), a un traumatismo cerebral o a una encefalitis.
En un principio se creía que el trastorno era siempre adquirido. De hecho, el término prosopagnosia (que etimológicamente significa “falta de conocimiento de caras”) lo acuñó el neurólogo alemán Joachim Bodamer en 1947, tras descubrirlo en un soldado de 24 años herido de bala en la cabeza.
Con los años, no obstante, se descubrió que el problema también podía ser congénito. La tardanza en descubrirlo se debió precisamente a lo difícil de su diagnóstico. El propio Brad Pitt, de hecho, cuenta que no ha recibido un diagnóstico oficial.
El caso es que se debe poner especial atención a los accidentes cardiovasculares. Como explica el documento de la Complutense, constituyen “la primera causa de invalidez permanente”. En España, cada seis minutos una persona sufre una embolia, una trombosis cerebral o una hemorragia cerebral.
Además la mitad de los afectados quedan con “secuelas que les impiden una vida completa, y entre un 40-70% de los pacientes sufren complicaciones visuales”, señalan los expertos de la UCM. Dadas estas cifras es que la prosopagnosia podría ser más frecuente de lo que se cree.
Qué se distingue en las caras y qué no
Esta patología impide reconocer la identidad de las caras pero no su composición. Los pacientes con prosopagnosia advierten los elementos que conforman un rostro: ojos, nariz, boca. También interpretan las expresiones: se dan cuenta de si un cara expresa alegría, ira, tristeza u otras emociones.
“Pueden distinguir una cara de otro objeto e incluso una cara de otra”, añaden los especialistas del Hospital de Cabueñes. “También detectan el sexo, la edad y el grupo étnico e incluso distinguen las caras que les parecen atractivas de las que lo son menos”.
Y recuerdan a sus seres queridos y conocidos: pareja, familiares, amigos. Lo que no pueden, por extraño que resulte, es reconocer sus rostros. Por eso, subraya el mismo estudio, “suelen evitar las reuniones sociales y las aglomeraciones, y les resulta difícil seguir el argumento de una película, ya que no pueden identificar a los personajes”. En los casos más graves, la persona no reconoce ni siquiera su propio rostro al mirarse al espejo o al verlo en una foto.
Algunos casos de extrema gravedad fueron descriptos por el célebre neurólogo británico Oliver Sacks en su libro ‘El hombre que confundió a su mujer con un sombrero’. El caso que da título a la obra de Sacks es el de un hombre con prosopagnosia que, en efecto, al querer tomar su sombrero para ponérselo lo que agarró fue la cabeza de su esposa.
Otro hombre, que había sufrido un accidente y una conmoción cerebral, se preguntaba (“en especial al afeitarse”) si la cara que veía en el espejo era la suya de verdad. “Aunque supiese que no podía ser otra, hacía muecas o sacaba la lengua ‘solo para cerciorarse’”, indica Sacks citando un estudio de 1956.
Estrategias para vivir con prosopagnosia
La prosopagnosia tiene importantes consecuencias psicológicas para quienes la sufren. Miedo, ansiedad, falta de confianza en sí mismos, vergüenza, círculos sociales reducidos y limitaciones laborales son los efectos negativos que, de acuerdo con los estudios, aparecen con mayor frecuencia. Por desgracia, no existe ningún tratamiento farmacológico específico para este trastorno.
“La única ayuda consiste en hacer que el paciente desarrolle distintas estrategias con las que compensar su déficit”, señalan los médicos del hospital gijonés. Esas estrategias adaptativas se relacionan sobre todo con rasgos y señas particulares que estas personas encuentran y sí pueden reconocer en los demás: modos de vestir, gafas, color de cabello o de ojos, tipo de peinado, forma de la nariz, cicatrices, lunares, modos de caminar o de moverse, voz o forma de hablar, etc.
Tiene sentido que todas esas características ayuden a los pacientes con prosopagnosia a reconocer a las personas. Un estudio de 2016 comprobó que, en general, nos cuesta bastante más advertir que dos fotos corresponden a una misma persona si en una de las imágenes está con gafas y en la otra no, en comparación con los casos en que en ambas fotos está sin gafas o con ellas.
Por lo demás, los expertos recomiendan a las personas del entorno de los pacientes con prosopagnosia tener paciencia, recurrir a rasgos o complementos bien visibles (sombreros, peinados, etc.) para que los puedan identificar mejor, y si es necesario recordarles quiénes son, por si acaso pudiera haber confusiones.
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