¿Se puede prevenir el mal de Parkinson?
La enfermedad de Parkinson fue identificada y descripta por el médico inglés James Parkinson en 1817, quien en ese momento la llamó “parálisis agitante”. Dos siglos después, no obstante, la ciencia todavía no ha podido establecer sus causas con exactitud. Se considera -afirma la Fundación Española de Parkinson (FEP)- que “podría deberse a una combinación de factores genéticos, medioambientales y los derivados del propio envejecimiento del organismo”.
Dado ese desconocimiento, tampoco se sabe con certeza cómo prevenirla. Ante las causas genéticas no hay manera de precaverse; de todas formas,solo el 15-25 % de las personas que sufren Parkinson tienen un familiar que también lo ha desarrollado. Con respecto al envejecimiento, es cierto que el 70 % de los enfermos de Parkinson son mayores de 65 años, pero el 15 % tiene entre 45 y 65, y el 15 % restante es menor de 45.
Lo que sí es posible evitar son los riesgos medioambientales, que de acuerdo con la FEP estarían dados por beber agua de pozo durante mucho tiempo y estar expuesto a herbicidas y pesticidas. La ciencia continúa con sus esfuerzos por hallar la forma de curar y también de prevenir esta enfermedad neurodegenerativa, la segunda en prevalencia e incidencia, después del Alzheimer y que afecta a unas personas 150.000 en España.
La neuromelanina y el apéndice, detrás del Parkinson
Existe un pigmento llamado neuromelanina. Es de color marrón, similar a la melanina que segrega la piel cuando tomamos el sol. La diferencia es que la neuromelanina se acumula en las neuronas del cerebro. La presencia excesiva de ese pigmento en la región cerebral conocida como sustancia negra (el área responsable de producir dopamina) está relacionada de forma directa con el surgimiento del Parkinson. A esa conclusión llegó un trabajo a cargo de un equipo del Vall d'Hebron Institut de Recerca (VHIR), cuyos resultados publicó el mes pasado la revista especializada Nature.
Para analizar este fenómeno, los investigadores alteraron genéticamente algunos roedores, los cuales no desarrollan neuromelanina de forma natural. De esta manera, pudieron comprobar que, superado un cierto nivel de este pigmento en la sustancia negra cerebral, las neuronas sufrían alteraciones funcionales y se degeneraban.
En ese punto, los animales comenzaban a evidenciar los síntomas típicos -tanto motores como neuropatológicos- del mal de Parkinson. Lo más importante es que los científicos del VHIR también pudieron regular los niveles de neuromelanina y mantenerlos por debajo del nivel patológico, lo cual podría constituir un modo de tratar y también de prevenir la enfermedad.
Por su parte, un estudio publicado en octubre del año pasado concluyó que otra de las causas del Parkinson podría estar bastante lejos del cerebro: en el apéndice. Investigadores de Estados Unidos, Suecia, Francia y Canadá compararon los datos de más de 1,6 millones de personas a lo largo de cinco décadas, y comprobaron que en aquellas a quienes les habían extirpado el apéndice, el riesgo de padecer Parkinson era un 20 % menor.
¿La razón? Pues que el apéndice (un órgano vestigial del sistema digestivo, es decir, que el cuerpo humano conserva pero que con la evolución ha perdido su utilidad) contiene una gran cantidad de alfa-sinucleína, una proteína que también es una característica patológica de esta enfermedad. Los autores del trabajo han aclarado que el apéndice no es, desde luego, el único responsable del surgimiento del Parkinson, y enfatizaron que no recomiendan su extirpación como medida preventiva. Pero sí que este descubrimiento es importante en la lucha contra la enfermedad, ya que existen cada vez más evidencias de que el sistema digestivo tiene relación con su origen.
Vida sana y otras posibles formas de prevención
A la espera de que la ciencia encuentre por fin una cura para el Parkinson y también formas efectivas de prevenirlo, los especialistas siguen destacando que unos hábitos de vida saludables aparecen como la manera más aconsejable de prevenir el Parkinson. Como ha explicado el experto en neurología Tomás González Hernández en una entrevista reciente con eldiario.es, “la mejor forma de prevenir el deterioro motor y cognitivo asociado a enfermedades neurodegenerativas es mantener una vida sana en sus diferentes aspectos”.
Entre esos aspectos -destaca el especialista- no solo se encuentran mantener una dieta equilibrada y realizar actividad física moderada, sino también fomentar las relaciones sociales, mantener el contacto diario con familiares y amigos, evitar el aislamiento y realizar tareas que demanden actividad intelectual, como leer o jugar a juegos de mesa (siempre con otras personas, no en soledad).
Otra cuestión de gran importancia -aunque a menudo no se le presta toda la atención que merece- es la de un buen dormir. El 15 de marzo se celebró el Día Mundial del Sueño, impulsada por la Asociación Mundial de Medicina del Sueño, bajo el lema “Sueño saludable, envejecimiento saludable”. Y es que dormir mal, o menos de lo adecuado, tiene consecuencias sobre la salud que van desde un mayor riesgo de sobrepeso y obesidad, problemas cardiovasculares o infarto cerebral hasta más probabilidades de sufrir depresión y enfermedades causadas por el deterioro cognitivo asociado con la edad.
Muchos especialistas también recomiendan, como medida de prevención, hacer todo lo posible por evitar el contacto con toxinas como las presentes en herbicidas y pesticidas. Claro que esto es conveniente no solo contra el Parkinson, sino para la salud en general. Por otra parte, hay estudios que sugieren que la ingesta de bebidas con cafeína -y en particular de té verde- podría funcionar como medida preventiva. Pero son resultados iniciales, que necesitan de nuevos trabajos que ratifiquen tales afirmaciones.