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Síndrome de Münchausen por poderes: cuando inventar síntomas es una forma de maltrato infantil

Niño enfermo

Cristian Vázquez

15 de marzo de 2023 06:00 h

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El síndrome de Münchausen –el trastorno que lleva a fingir o provocarse síntomas a uno mismo para parecer enfermo ante los médicos– pone en riesgo la salud de la persona que lo sufre. A menudo deriva en tratamientos e intervenciones complejas, que son por completo innecesarias.

Pero existe una variante de este problema que empeora las cosas, porque pone en peligro ya no la salud de la propia persona, sino la de alguien más, alguien vulnerable que está a su cargo y que por lo general es un niño: su propio hijo. Se trata de una forma de maltrato infantil llamada síndrome de Münchausen por poderes (SMP).

Lo que sucede es que el adulto “inventa, falsifica y fabrica síntomas clínicos en su hijo hasta convertirle, de cara a los médicos y pediatras, en un enfermo”. Así lo explica una revisión de estudios publicada en 2016 por expertos de Salamanca y Madrid.

Este problema aparece en el ‘Manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales’ (DSM-5, por sus siglas en inglés) editado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría y la principal fuente de referencia en esta materia, con el nombre de trastorno facticio impuesto a otro.

No obstante, sigue siendo llamado por el nombre que alude a Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchhausen, un alemán que vivió en el siglo XVIII y que se hizo célebre porque nadie le creía las inverosímiles aventuras que decía haber protagonizado.

Adicción y necesidad de reconocimiento

¿Qué lo origina? No hay una respuesta concreta. A menudo las personas con este síndrome tienen “una gran necesidad de reconocimiento”, y de hecho son “madres aparentemente abnegadas que se niegan a abandonar el cuidado del niño”, como explica un artículo elaborado por científicos de la Universidad del País Vasco.

Esas madres serían víctimas de una suerte de adicción. Así lo proponen los autores del citado metaanálisis: el perfil psicopatológico de esas personas “se corresponde con un trastorno adictivo, ya que tienen un comportamiento compulsivo de búsqueda del ambiente hospitalario que les supone un alto grado de gratificación y recompensa”.

Las víctimas, en definitiva, son los niños. Por lo general, el SMP se manifiesta en casos de menores de cinco años, aunque también puede aparecer con adolescentes e incluso con adultos mayores (en este caso, quienes padecen el síndrome ya no son los padres sino los hijos, quienes ejercen el rol de cuidadores).

Señales de un posible síndrome de Münchausen por poderes

¿Cuáles son los principales indicadores que pueden llevar a los médicos a sospechar que los niños a los que atienden en realidad no están enfermos sino que son víctimas de un adulto con síndrome de Münchausen por poderes? Una investigación publicada en 2021 por científicos argentinos enumera los principales:

-Los signos y síntomas descritos por el adulto resultan extraños o incongruentes. Además, tales síntomas solo aparecen en presencia de ese adulto, y desaparecen cuando esta persona no está.

  • El diagnóstico clínico no coincide con los hallazgos en las pruebas y análisis de laboratorio.
  • Los tratamientos no funcionan, ni siquiera producen mejoras. Y en caso de que sí haya una mejora, muchas veces la persona adulta no muestra alegría ni alivio al ser informada.
  • El adulto suele solicitar con insistencia que se realicen ciertos procedimientos médicos, hospitalizaciones, intervenciones, etc., en ocasiones con una gran conocimientos de los términos y las prácticas de las que habla.
  • El niño tiene uno o más hermanos con alguna enfermedad inusual o que ha fallecido por alguna causa difícil de explicar, como muerte infantil súbita.
  • A veces el adulto puede exponer de forma pública la supuesta enfermedad de su hijo, a través de medios de comunicación o de redes sociales en internet, para obtener algún beneficio material o –sobre todo– por la ya mencionada necesidad de reconocimiento que experimentan estas personas.
  • Se encuentran antecedentes del adulto relacionados con trastornos de somatización o de familiares con enfermedades poco comunes.

Cómo actúan las personas con este síndrome

Otra conducta habitual en las personas con SMP por poderes consiste en enseñar a los niños cuáles son los dolores, malestares y otros síntomas que deben explicar a los médicos, y animarlos a que los expresen.

Entre los síntomas más mencionados supuestamente padecidos por los niños se encuentran: hemorragias, moratones, diarrea, vómitos, fiebre, convulsiones, erupciones cutáneas, hematuria (presencia de sangre en la orina), infecciones, apneas, cuerpos extraños en el aparato digestivo, intoxicaciones e incluso denuncias de abuso sexual.

Como se ha señalado, estas personas no solo mienten al hablar de síntomas que en realidad nunca han existido, sino que además son capaces de adulterar pruebas para que los análisis avalen sus versiones e incluso de lastimar a sus propios hijos para que estos desarrollen los síntomas en cuestión.

Podrían por ejemplo –tal como explica la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos– añadir sangre a la orina o las heces del niño, privarlo de alimento para que parezca que no puede aumentar de peso, darle medicamentos para provocarle vómitos, diarrea o fiebre o infectarlo a través de una vía intravenosa.

El citado estudio elaborado en Argentina apunta que incluso se han registrado, en casos de supuestos abusos sexuales que en realidad eran fabulaciones de personas con SMP, niños con lesiones físicas en zonas genitales “que no son encontradas comúnmente en diagnósticos validados de abuso sexual infantil”.

Llegar al diagnóstico

Lo inusual de que una madre u otro cuidador del niño mienta o provoque los síntomas, sumado al hecho de que habitualmente ese adulto tiene un perfil de persona abnegada que busca el bienestar de su hijo, hace que el diagnóstico de este síndrome sea difícil.

Según los estudios citados, pasan de media unos trece meses desde los primeros síntomas con que se presentan los pequeños hasta el diagnóstico de SMP. A esas alturas, además, según un trabajo de científicos de Estados Unidos, la mayoría de los niños presentan signos iatrogénicos, es decir, daños indeseados a causa de las intervenciones médicas.

Existen dos formas de llegar al diagnóstico. Una de ellas es por exclusión: ante una sospecha justificada, se aparta al niño de la madre o el cuidador, para ver si, en su ausencia, los síntomas se mantienen o desaparecen.

La otra es por inclusión, que consiste en documentar los maltratos por medio de cámaras ocultas. Esta última tiene mucho valor cuando se requieren evidencias contundentes e innegables, aunque puede ser éticamente censurable, ya que implica exponer al niño a volver a ser lastimado.

Por lo demás, el niño víctima de SMP suele necesitar atención tanto para su salud física como mental, ya que en muchos casos quedan secuelas vinculadas con la ansiedad, la depresión y el trastorno de estrés postraumático.

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