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Aguas revueltas en el PSOE

José Bono: “El PSOE ha desdibujado tanto su mensaje y su imagen de partido nacional que sonroja”. Francisco Caamaño: “Hay que empezar a hablar muy seriamente de la renovación”. Juan Fernando López Aguilar: “Atravesamos la peor situación en 35 años”. Tomás Gómez: “Habrá que hacer cambios profundos y serios”. José María Barreda: “No podemos estar en el fondo del pozo y seguir cavando”… Las críticas en público son duras pero se quedan en nada comparadas con lo que, en privado, dicen muchos dirigentes socialistas sobre el desplome de su partido y sobre el liderazgo de Alfredo Pérez Rubalcaba, su secretario general. En las próximas horas es probable que aparezcan más voces, pero todo esto es un simple juego floral comparado con lo que está por llegar dentro de un mes. La verdadera amenaza para Rubalcaba no es ni Bono, ni Gómez, ni Barreda ni tampoco López Aguilar. A quien debería temer Rubalcaba es al barón andaluz, al presidente del partido, a Pepe Griñán.

Ayer lo anunció, a su manera, para el que quiera escuchar: “A partir de ahora se va a ver la presencia de Andalucía en el debate nacional”. Es solo una primera advertencia; por ahora Griñán y los suyos van a esperar a que pasen las elecciones catalanas. Pero si se confirma lo que apuntan las encuestas y el PSC se desploma con porcentajes similares a los de Euskadi y Galicia –nada menos que un voto de cada tres–, el PSOE andaluz actuará: incluso puede pedir un congreso extraordinario, ante la extrema gravedad de la situación.

¿Está Carme Chacón detrás de estos movimientos de Griñán? Algunos en el PSOE creen que sí, aunque su entorno lo niega y desde Andalucía otros aseguran que Griñan va por libre, que quiere ser el secretario general, no tanto para ser el candidato a presidente del Gobierno sino para pilotar la transición: para controlar la situación hasta la convocatoria de unas primarias. Es el único dirigente socialista que puede presumir en estos tiempos de ganador –quedó segundo, pero pudo gobernar– y tiene detrás a la primera federación del PSOE: más de una cuarta parte de la militancia socialista está allí.

Mientras tanto, Rubalcaba y los suyos intentan parar la ola y frenar un debate que recorre todas las agrupaciones socialistas de norte a sur. Varias de las ejecutivas federales de las distintas autonomías están convocando de urgencia a sus miembros para analizar en los próximos días los resultados e intentar detener, al menos hasta que pasen las catalanas, esa imagen de pollos sin cabeza que ha dejado la doble derrota del domingo. Desde Ferraz han difundido este argumentario a sus dirigentes ante “el mal resultado electoral”. ¿La solución? “Ir más deprisa y más a fondo en su labor de oposición”, “hacer todos los cambios necesarios”, “reflexionar sin excusas”… Unas intenciones excelentes a las que no ayuda que Rubalcaba esté desaparecido y aún no haya comparecido para explicar la situación.

José Bono: “El PSOE ha desdibujado tanto su mensaje y su imagen de partido nacional que sonroja”. Francisco Caamaño: “Hay que empezar a hablar muy seriamente de la renovación”. Juan Fernando López Aguilar: “Atravesamos la peor situación en 35 años”. Tomás Gómez: “Habrá que hacer cambios profundos y serios”. José María Barreda: “No podemos estar en el fondo del pozo y seguir cavando”… Las críticas en público son duras pero se quedan en nada comparadas con lo que, en privado, dicen muchos dirigentes socialistas sobre el desplome de su partido y sobre el liderazgo de Alfredo Pérez Rubalcaba, su secretario general. En las próximas horas es probable que aparezcan más voces, pero todo esto es un simple juego floral comparado con lo que está por llegar dentro de un mes. La verdadera amenaza para Rubalcaba no es ni Bono, ni Gómez, ni Barreda ni tampoco López Aguilar. A quien debería temer Rubalcaba es al barón andaluz, al presidente del partido, a Pepe Griñán.

Ayer lo anunció, a su manera, para el que quiera escuchar: “A partir de ahora se va a ver la presencia de Andalucía en el debate nacional”. Es solo una primera advertencia; por ahora Griñán y los suyos van a esperar a que pasen las elecciones catalanas. Pero si se confirma lo que apuntan las encuestas y el PSC se desploma con porcentajes similares a los de Euskadi y Galicia –nada menos que un voto de cada tres–, el PSOE andaluz actuará: incluso puede pedir un congreso extraordinario, ante la extrema gravedad de la situación.