Tras una declaración así, y si aceptamos como premisa que Pablo Casado realmente dice lo que piensa, ¿qué más queda? ¿Cuál es el siguiente paso? ¿Pedir la intervención del Ejército contra el Gobierno golpista y felón? ¿Buscar el apoyo de Donald Trump contra la alta traición de Pedro Sánchez? ¿Proclamarse presidente legítimo de España este domingo en la manifestación?
La decisión del PSOE de sentarse a dialogar con otros partidos catalanes, incluyendo a los independentistas e invitando a todos los demás, no solo es legal, legítima y democrática. Es imprescindible, salvo que creamos que los problemas políticos se arreglan solos.
Sin duda fue una enorme torpeza que fuese el Gobierno y no el PSC quien confirmase que en esa mesa de partidos asistirá un relator, un mediador, un observador, un moderador, un independiente o como lo quieran llamar. Fueron más torpes aún las explicaciones de la vicepresidenta Carmen Calvo, incapaz de aclarar cuestiones básicas sobre las funciones de ese relator. Tampoco está claro en qué mesa mediará: si en la de partidos o, como dice Elsa Artadi, en las reuniones bilaterales con el Gobierno. Son muy escasas las posibilidades de éxito de ese diálogo, que tiene muy poco recorrido si en él no participa la derecha española, y es obvio también que todo esto se cruza con la negociación de los Presupuestos. Pero nada de todo esto justifica un discurso así por parte de Pablo Casado, una soflama irresponsable más propia de un espadón del XIX que del presidente de un partido de gobierno en la Europa del siglo XXI.
Si esta es la respuesta ante la idea de que varios partidos se sienten a dialogar, imaginen qué habría dicho Casado si el presidente del Gobierno español hubiese propuesto exactamente lo mismo que decidió el conservador David Cameron en Reino Unido ante el independentismo escocés: un referéndum pactado con reglas y condiciones claras.
¿Un relator independiente? ¿Un mediador? Sí. Igual que hizo Rajoy en sus diálogos discretos con el independentismo catalán. Lo mismo que hizo Aznar con la Iglesia en su intento de negociación con el “movimiento nacional de liberación vasco”. Lo mismo que ha enviado la ONU a España ante otros problemas, como recuerda Elisa Beni en su artículo de hoy. Lo mismo que se hace en todo el planeta Tierra siempre que intenta abordar un problema político.
Que el nacionalismo español –hay que llamarlo así porque es la exacta definición– vea todo esto como “una humillación” recuerda a cuando los franquistas cantaban eso de “si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos”. España tiene un serio problema con la integración de Catalunya. Un problema político, que como todos solo se resuelve con política. Sentándote a dialogar con el que no piensa como tú.
Hay otras opciones, claro. Pero no son las que se espera de una democracia europea.
Porque lo de Catalunya es un problema político, no un problema judicial o de delincuencia común. Y la solución que propone Casado –ilegalizar a los representantes de una mayoría de los votantes catalanes, encarcelar a sus principales líderes y abolir las elecciones al parlamento catalán con un 155 permanente hasta que ganen los suyos– es el verdadera discurso golpista, autoritario y antidemocrático.
“Alta traición”, dice Pablo Casado. Es un delito muy grave que está en el Código Penal y que se castiga con elevadas penas de prisión. Si realmente el líder de la oposición dice lo que piensa, debería plantear un proceso penal en el Tribunal Supremo contra el presidente español siguiendo el artículo 102 de la Constitución. No convocar una manifestación.
Todo esto por un relator. Imaginen, es un suponer, qué habría argumentado Pablo Casado si Pedro Sánchez dijera sobre los independentistas catalanes la mitad de lo que dijo sobre los terroristas de ETA José María Aznar.
Tras una declaración así, y si aceptamos como premisa que Pablo Casado realmente dice lo que piensa, ¿qué más queda? ¿Cuál es el siguiente paso? ¿Pedir la intervención del Ejército contra el Gobierno golpista y felón? ¿Buscar el apoyo de Donald Trump contra la alta traición de Pedro Sánchez? ¿Proclamarse presidente legítimo de España este domingo en la manifestación?
La decisión del PSOE de sentarse a dialogar con otros partidos catalanes, incluyendo a los independentistas e invitando a todos los demás, no solo es legal, legítima y democrática. Es imprescindible, salvo que creamos que los problemas políticos se arreglan solos.