¿Hay algo peor que la censura? Sí: la autocensura. Aún no sabemos cuál de los dos males ha actuado, pero no hay duda de que 60.000 ejemplares de El Jueves han sido guillotinados. Destruidos para que esta portada que ahora está por todas partes no llegase nunca a los kioscos. Varios de los dibujantes y colaboradores de esta revista han anunciado que se van. No saben a dónde –de momento, algunos se van al paro–, pero al menos lo dejan con la cabeza bien alta. Otros se quedan, probablemente porque no todo el mundo puede permitirse la dignidad en estos años tan aciagos. No tengo un solo reproche para ellos. Unos y otros, los que se van y los que se quedan, son todos víctimas de un intolerable ataque a la libertad de expresión.
Desde la Casa Real aseguran que ellos no han tenido nada que ver con lo ocurrido; que ni llamaron a nadie ni pidieron que esa portada no llegase a los kioscos. Tras el desastre para la imagen de la Corona provocada por la denuncia ante la Audiencia Nacional por esa otra portada de El Jueves, hecha también por nuestro compañero Manel Fontdevila, en la Casa Real llegaron a la conclusión –dicen ellos– de que algunas cosas era mejor no tocarlas. “Por eso no hemos hecho nada ni con El Jueves ni con otras portadas de Mongolia que eran de juzgado de guardia”, afirman desde el palacio. No sé si es así ni tengo cómo probar lo contrario, pero ésa es al menos su versión de lo que ha pasado.
¿Por qué razón entonces RBA ha ordenado destruir el prestigio de la revista junto con los 60.000 ejemplares ya impresos? ¿Fue autocensura o existió alguna mano negra que actuó desde lo alto? Alguien en RBA debería explicarlo y dejar de tomar por tontos a sus lectores. Ayer El Jueves contó que se trataba de “un error de imprenta”. Es falso, como ha demostrado la reacción de los que se han marchado. Es evidente que fue un error, pero la imprenta es inocente en esta historia.
Por desgracia, lo que ha pasado en El Jueves no es anecdótico. Sea censura o autocensura, algo muy grave sucede en la prensa en papel española cuando todo el kiosco compite en genuflexiones monárquicas con la revista Hola y el diario ABC. No me engaño: es probable que los republicanos no seamos mayoría (no lo sabemos porque votar es tabú y el CIS ni siquiera pregunta por estas cosas en sus encuestas). Pero dudo que ese kiosco y ese Parlamento donde el 90% se arrodilla ante el nuevo monarca representen toda la realidad de este país.
¿Hay algo peor que la censura? Sí: la autocensura. Aún no sabemos cuál de los dos males ha actuado, pero no hay duda de que 60.000 ejemplares de El Jueves han sido guillotinados. Destruidos para que esta portada que ahora está por todas partes no llegase nunca a los kioscos. Varios de los dibujantes y colaboradores de esta revista han anunciado que se van. No saben a dónde –de momento, algunos se van al paro–, pero al menos lo dejan con la cabeza bien alta. Otros se quedan, probablemente porque no todo el mundo puede permitirse la dignidad en estos años tan aciagos. No tengo un solo reproche para ellos. Unos y otros, los que se van y los que se quedan, son todos víctimas de un intolerable ataque a la libertad de expresión.