El blog personal del director de elDiario.es, Ignacio Escolar. Está activo desde el año 2003.
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“Lo mejor es que se conozca toda la verdad”, dejó dicho hace unas horas María Dolores de Cospedal, secretaria general de un partido que se ha pasado años dando alas a la teoría de la conspiración y que ahora se refugia en el 'no se sabe todo' para no pedir perdón. Tiene su aquel que sea ella, precisamente De Cospedal, quien reclame más información. Estaba en primera fila cuando todo sucedió: el 11 de marzo de 2004 era la subsecretaria del Ministerio del Interior. Estaba delante cuando Ángel Acebes nos mintió, o cuando lo hizo Mariano Rajoy.
La verdad es que no fue ETA. Que Aznar manipuló a los medios cuando, el 11 de marzo, llamó uno por uno a los directores de los principales diarios de pago para asegurarles que era ETA. La verdad es que el Gobierno también mintió a las Naciones Unidas cuando forzó a toda velocidad una votación de condena a ETA. Que ese mismo día terrible, a las cinco de la tarde, no había ya una sola prueba que relacionase a la banda vasca con el atentado, pero sí un montón de pistas que apuntaban al terrorismo islamista, como poco después se confirmó.
El PP no perdió aquellas elecciones por el atentado. Mariano Rajoy y los suyos salieron derrotados porque mintieron y volvieron a mentir. Intentaron engañarnos y la mayoría de la gente no se lo tragó.
Después siguieron mintiendo, echando gasolina a esa alocada conspiración con la que todos los conspiradores ganaban. Unos vendían más periódicos, o libros, o lograban más audiencia para sus radios o sus diarios digitales. Los otros, los políticos del PP, reescribían la historia para justificar sus falsedades durante aquellos días de marzo y para poner en cuestión la legitimidad del Gobierno del PSOE al que acusaron de golpista, con todas las letras. “Pavía entró a caballo en el Congreso, Tejero con una pistola y el señor Zapatero con un tren de cercanías”, llegó a decir un senador del PP.
El juicio y la sentencia tumbaron la conspiración y los Sherlock Holmes del ácido bórico y la Orquesta Mondragón se refugiaron en su último reducto, el búnker del “autor intelectual”.
¿Quién fue el “autor intelectual”? La respuesta es irrelevante desde el punto de vista judicial. No existe tal culpable en el Código Penal –solo los autores materiales y los inductores–, y por eso ese supuesto “intelectual” no aparece reflejado en la sentencia. No está, pero eso no significa que no se sepa la verdad.
Como explica el fiscal de la Audiencia Nacional Carlos Bautista –que participó en el juicio oral del 11-M–, la gran diferencia entre el terrorismo islamista y organizaciones terroristas como ETA es que ellos no necesitan de una estructura jerárquica para atentar. El grupo que actuó en Madrid, asegura Bautista, “buscó su financiación y los medios para cometer el atentado, sin necesidad de recurrir a órdenes directas, respaldo económico o entrenamiento de nadie, salvo la guía religiosa necesaria para justificar sus crímenes”.
¿La verdad del 11-M? Que no hay una sola prueba ni un solo indicio en los miles de folios de la investigación que apunten a que ETA, o el PSOE, o los TEDAX o Elvis Presley o los extraterrestres tuviesen algo que ver con aquel terrible atentado. Que la conspiración fue una gran mentira, el acto más miserable y ruin jamás cometido en España en el nombre del periodismo; una miserable manipulación por la que unos cuantos políticos y unos cuantos periodistas deberían, cuanto menos, pedir perdón.
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