Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
La llave del cambio es verde y no es Vox
Lo hemos oído una y mil veces: “el espacio del cambio”, “las ciudades del cambio” e incluso “el año del cambio”. Parecía claro a qué nos referíamos, pero ahora nos encontramos con Vox defendiendo el “cambio” y, para más inri, en verde.
Entonces, ¿qué es el cambio?
El cambio puede tener significados muy dispares y se asocia a fuerzas políticas y sociales diferentes dependiendo del momento y el lugar. En España, desde aquel 15 de mayo histórico, millones de voces anónimas conseguimos que “el cambio” significara la esperanza compartida de dejar atrás una época oscura de estafa económica, corrupción estructural y baja calidad democrática. Ese “cambio” comenzó a tomar forma reconfigurando el tablero político surgido de la Transición y llegando a las alcaldías de las mayores ciudades de España. Pero, sobre todo, puso en la agenda nuevas políticas a favor de las personas basadas principalmente en dos grandes pilares: la regeneración democrática y los derechos sociales.
Por su parte, en países como Alemania, Holanda, Bélgica o Luxemburgo, son los partidos verdes quienes están sabiendo liderar las esperanzas de cambio político, social y económico. Ponen en el centro una nueva forma de hacer política y democracia, al tiempo que combinan la justicia social con la necesaria transición ecológica. A medida que la ecología se ha hecho más importante para la salud, la solidaridad y el empleo, los partidos tradicionales no han podido competir ante la coherencia y liderazgo de los verdes en esta cuestión.
El cambio en la encrucijada
Las posibilidades de hacer efectivo este cambio están ahora en una encrucijada en nuestro país. Si bien el auge del movimiento feminista y la visión política de las ciudades del cambio han logrado mantener viva esta esperanza en los últimos tiempos, la adaptación reactiva del sistema político amenaza con dejar en anécdota histórica lo que parecía un proceso de transformación imparable.
Por un lado, España ha dejado de ser la bella excepción europea ajena al auge de la extrema derecha. La irrupción de Vox materializa la respuesta reaccionaria a los avances que desde 2015 hemos conseguido acelerar en nuestro país y va más allá, con un cuestionamiento xenófobo, machista y excluyente a gran parte de nuestros principios de convivencia en sociedad. Siguiendo la estela de Trump, Le Pen, Salvini o Bolsonaro, Vox plantea un “cambio” más bien negro“, arrastrando a los partidos de derechas hacia posiciones peligrosas sobre la violencia de género, la inmigración, la educación o el maltrato animal.
Por otro lado, y en sentido contrario, el Gobierno del PSOE trabaja para liderar a nivel institucional la agenda progresista y lo hace entendiendo la creciente relevancia de los movimientos feminista y ecologista. Pese a basarse a menudo en una política de gestos, esto podría fagocitar y dejar fuera de juego al espacio de cambio real surgido del 15M.
Reverdecer el cambio
Ante este escenario, no podemos permitirnos caer en el desánimo. Al contrario, el espacio del cambio español necesita rearmarse urgentemente para seguir marcando el camino y seguir siendo el referente político de la ciudadanía del cambio.
Y la respuesta puede estar, precisamente, en el verde. Sigamos el ejemplo de lo que ya estamos haciendo en el corazón de Europa, donde los verdes nos estamos convirtiendo en la principal alternativa progresista a la extrema derecha y a la decadencia de los partidos tradicionales. Allí, lo estamos haciendo ofreciendo una propuesta ilusionante y creíble ante los retos ecológicos, económicos y sociales, responsable ante el momento político y desacomplejada en valores. Frente al discurso del miedo, el odio y la instrumentalización de las personas refugiadas, son más fuertes la solidaridad, la esperanza y los brazos abiertos. Frente al repliegue identitario y nacionalista excluyente, cada vez más gente prefiere reconocerse como una sociedad acogedora, interdependiente y europea. Frente a las grandes corporaciones y la urgencia climática, ganan el empleo verde, la transición ecológica justa y las nuevas oportunidades económicas.
Sigamos también el ejemplo de las ciudades del cambio, donde la implicación de referentes ecologistas ha sido clave para mantener viva la llama del cambio construyendo ciudades sostenibles y solidarias. Ciudades que salvan vidas abriendo sus brazos a las personas refugiadas y volviendo su aire más respirable. Lo hemos hecho en confluencias políticas plurales y abiertas, donde dar voz y espacio a las diferentes sensibilidades del cambio ha permitido sacar lo mejor de nosotros mismos y dar respuestas a la altura de las expectativas ciudadanas.
Ante el auge de fuerzas xenófobas, reaccionarias y antieuropea, el voto en las elecciones de mayo será crucial para el futuro de nuestro país y para el futuro de Europa. Las alianzas que el movimiento de cambio de nuestro país teja con los movimientos de cambio de otros países serán decisivas para para avanzar hacia una España y Europa sostenibles, solidarias y más democráticas. Es el momento de reverdecer el cambio en España y conectarlo con el cambio verde en Europa.
Lo hemos oído una y mil veces: “el espacio del cambio”, “las ciudades del cambio” e incluso “el año del cambio”. Parecía claro a qué nos referíamos, pero ahora nos encontramos con Vox defendiendo el “cambio” y, para más inri, en verde.