Ana Laura Aláez, la “arquitecta de emociones” que cumple tres décadas rompiendo normas con su arte
30 años después Ana Laura Aláez regresa a Bilbao en Azkuna Zentroa con ‘Todos los conciertos, todas las noches, todo vacío’, la primera muestra monográfica de esta magnitud presentada en la capital vasca
Ana Laura Aláez lleva más de tres décadas dedicándose al mundo del arte contemporáneo, pero no olvida sus humildes orígenes. Creció en una familia de clase trabajadora, como ella misma afirma con cierto orgullo en la mirada. Por ello, siempre sintió que dedicarse al mundo del arte no iba a ser tarea fácil. “El arte era cosa de ricos”, apunta. Sin embargo, ni eso, ni el escaso apoyo que le brindó su entorno le impidió que se inscribiera en Bellas Artes. “Pensé, no tengo nada que perder”, confiesa la artista, que a día de hoy es una de las mujeres cuya trayectoria artística es reconocida internacionalmente.
Se define a sí misma como una “arquitecta de emociones” que transforma su experiencia en escultura. Es capaz de convertir en arte productos de la vida cotidiana como un sujetador, un calzoncillo o unos tacones, pero reconoce que no sabe lo que es “ser artista”. “Puedes dejar de ser artista en cualquier momento y eso me gusta también”, señala, puesto que una de las claves de su obra y también de su persona es el poder de transmitir humildad y vulnerabilidad incluso estando en lo más alto.
En la obra de Ana Laura Aláez se puede contemplar el contexto vasco en los años ochenta, marcado por la crisis social, la llegada del virus del sida y del impacto económico. También destaca en sus esculturas, vídeos y fotografías, el papel de la mujer. “Siempre me he empeñado en creer que las mujeres somos personas en continua mutación. Somos seres a los que no se nos puede definir y lo más triste es que nos intentan definir constantemente. Se intenta marcar los puntos del cuerpo de una mujer o convertir a la mujer en un ser con una funcionalidad de producción biológica. Yo viví un machismo muy tremendo incluso en mi propio seno familiar, pero yo no lo sentía así. Si te crees lo que te dicen alrededor acabas participando en ese ‘no feminismo’”, explica la artista en una entrevista con elDiario.es/Euskadi.
Yo viví un machismo muy tremendo incluso en mi propio seno familiar
Para Ana Laura, el feminismo es “lo más normal del mundo” y está presente en sus obras como Wonder Woman P.A (1993), un traje de mujer maravilla tejido a mano por ella misma que conecta con las tradiciones que seguían aquellas mujeres que se dedicaban a la costura o en Bolso (1993), un grito contra la losa del patriarcado, un acto simbólico de venganza contra el patriarcado, que se refleja en el calzoncillo de su padre para mostrar la vulnerabilidad que también se encuentra en las figuras de autoridad.
30 años después y tras exponer sus obras en distintas partes del mundo como Turquía, Italia, Argentina, Corea, Francia, Finlandia o Japón, Ana Laura regresa a Bilbao, su ciudad natal, con ‘Todos los conciertos, todas las noches, todo vacío’, la primera muestra monográfica de esta magnitud presentada en la capital vasca y en la que se entrelazan algunos de sus últimos trabajos en diálogo con sus primeras obras.
La muestra, que está disponible hasta el 26 de septiembre en Azkuna Zentroa-Alhóndiga Bilbao, está dividida en cuatro grupos temáticos: ‘Objetos y extensiones abyectos’, ‘Excitación y vacío’, ‘Violencia y vulnerabilidad’ y ‘Mito, sexualidad de mujer, ideología de camuflaje’. Está planteada como un diálogo entre las distintas obras que se aleja del concepto de retrospectiva, pero que no llega a ninguna conclusión. “Parece una frase hecha, pero cuanta más experiencia tengo, menos sé. No tengo conclusiones, no puedo. Al hacer esta exposición siempre pienso ¿seré capaz? Y cada vez que muevo una pieza estoy moviendo una parte de mí misma y mi pensamiento”, asegura.
Parece una frase hecha, pero cuanta más experiencia tengo, menos sé. No tengo conclusiones, no puedo
En total está compuesta por 47 piezas con 14 de ellas inéditas. Llaman la atención obras realizadas en los años 90 que hablan sobre la transexualidad, los cuerpos no normativos, la sexualidad o la identidad de género. Obras, que en aquella época suscitaron tanto filias como fobias. Una de las más icónicas es Dancefloor (2019) que rescata de alguna manera Dance and Disco (2000) la obra que convirtió el Museo Reina Sofía en una pista de baile en los años 2000 y que en Azkuna Zentroa es convertida en una escultura en vertical y otra en el suelo, donde se encuentra su origen.
Lo ocurrido en Dance and Disco hace más de 20 años se puede revivir de alguna manera a través del vídeo documental que la propia Ana Laura grabó aquel día en el Museo Reina Sofía y que se muestra en un televisor de aquella época instalado en la sala. Junto a esas imágenes que se reproducen sin cesar, se encuentra la pieza que da nombre al título de la exposición y que presenta camisetas de conciertos en el suelo como una forma de describir ese momento en el que la fiesta se acaba y se encienden las luces.
“Es importante destacar en la obra la relación entre lo femenino y la noche, el prepararse para salir, cómo te maquillas, cómo te quieres ver, a quién quieres ver, qué te va a pasar. En todas esas emociones que surgen en ese momento, Ana Laura busca algo material con lo que trabajar”, explica la comisaria de la exposición, la crítica de arte y periodista Bea Espejo.
“Me da un poco de rabia porque a raíz de la pandemia, muchas cosas que yo sentía en mi juventud se empiezan a repetir ahora. Me sorprende muy negativamente. Es increíble que volvamos a cuestionar derechos que ya hemos conseguido a nivel de género. Pertenezco a una clase social trabajadora y lo digo con orgullo porque era una manera de vivir muy intensa, tenías que enfrentarte a que no tenías futuro, a que te ridiculizaran si querías acceder a la cultura o en mi caso al arte. En mi generación solo había presencia masculina en el arte, había muy pocas mujeres”, lamenta la artista.
La muestra estará expuesta en Azkuna Zentroa hasta el próximo 26 de septiembre y cuenta con visitas guiadas todos los jueves. Se trata de una coproducción entre el centro bilbaíno y el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) y también cuenta con el apoyo del Institut d’Estudis Baleàrics.
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