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Contenedor de opinión de Andar en bici en elDiario.es. También recogemos algunas de las opiniones recibidas y animamos a los lectores a que nos hagan llegar críticas y artículos de opinión. Los recibimos en opinion@andarenbici.com.

Bicicletas modernas, sensaciones antiguas

Un ciclista entrenando

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Desde hace un par de años combino la bicicleta de carretera con una bicicleta de gravel. En una BTT nunca he llegado a encontrarme cómodo. No sé. Tal vez estoy tan acostumbrado a la postura de una bici 'de carreras' que cuando aparecieron las primeras bicis de montaña y empecé a salir con una no llegué a adaptarme a esa postura. Echaba de menos el ir más adelantado y tener diferentes opciones de agarrar el manillar. Por eso, al llegar las bicis de gravel, solo el verlas en las tiendas y en las fotos, me provocaban unas ganas terribles de montar en una. Por fin, hace dos años, como he dicho, me decidí y me compré una de gama media. Más que suficiente para mí.

Ya desde los primeros kilómetros vi que era un verdadero placer pedalear en este tipo de bicicleta. La postura es muy cómoda y el ancho de las cubiertas, junto a los frenos de disco, hicieron que mis marcas en las bajadas mejorasen un montón. Yo siempre he sido mal bajador. El miedo es libre, ya sabéis. Pero, con esta bici, la sensación de seguridad, y por tanto la confianza, se multiplica. Bueno. Nunca bajaré como Peter Sagan, pero ya no pierdo tanto tiempo en una bajada como antes.

Con estas bicis modernas estamos sintiendo lo mismo que los ciclistas antiguos cuando subían los puertos del Tour de Francia por aquellas carreteras que no eran sino pistas

Con mi bonita nueva bici, me lancé por las pistas de los montes cercanos a donde vivo. Salvo los tramos demasiado empinados o muy técnicos y llenos de obstáculos, esta bici me permitía rodar perfectamente por senderos despejados, pistas de grava (de ahí su nombre) o incluso por la hierba directamente.

Quién lo iba a decir. Con estas bicis modernas estamos sintiendo lo mismo que los ciclistas antiguos cuando subían los puertos del Tour de Francia por aquellas carreteras que no eran sino pistas.

Tal vez esto es una prueba más de que montar en bici, el ciclismo, sigue siendo en esencia lo mismo que cuando se popularizaron las bicicletas hace algo más de un siglo. Al final, todo se reduce a una persona, una máquina sencilla y un camino que recorrer. Nada más, y nada menos. Siempre se dice que en los pequeños placeres está la felicidad. Y montar en bici no está muy lejos de esa ansiada felicidad.

Precisamente, esta sencillez tal vez sea la causa de la gran satisfacción que nos produce montar en bici. Sí, es verdad que a veces nos hace sufrir. Es difícil valorar objetivamente nuestras limitaciones y demasiado a menudo afrontamos subidas que exceden el límite entre el goce y el sufrimiento, o nos empeñamos en salir a hacer unos kilómetros cuando el exceso de calor o de frío nos aconsejarían quedarnos en casa a mirar por la ventana. Pero los ciclistas somos así y nos cuesta ser de otra manera. Qué le vamos a hacer.

Yo tengo mucha imaginación y no me cuesta mucho pensar en una persona de hace más de un siglo cuando al recibir por primera vez una bicicleta, prestada o en propiedad, se sentó sobre el sillín, apretó los pedales y empezó a rodar por aquellas carreteras que eran pistas. Experimentó el equilibrio y el control de una trazada. Subió una cuesta. Se tuvo que esforzar. Pero luego, al bajar, la sensación de velocidad le recompensó del esfuerzo.

Sí. Exactamente sintió lo mismo que yo al estrenar mi bicicleta de gravel hace dos años: placer.

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