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Por qué soy cicloturista

5 de noviembre de 2021 00:02 h

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Andar en bici es para mí, para muchos de nosotros, una fuente de vida y felicidad. Soy un cicloturista de toda la vida, de los de “bici de corredor y manillar bajo”. Tengo 69 años y me suele molestar la espalda, aguanto muy mal el frío y ya no tengo la fuerza física de mi juventud, que tampoco tuve mucha. De momento, no necesito asistencia eléctrica, puede que todo llegue.

Claro que cuando salgo a dar una vuelta voy solo casi siempre. Porque si salgo con otros me quedo atrás y no puedo seguirles. También porque compaginar mi profesión con la conciliación me exige no tener un horario concreto y buscar un hueco en la agenda, contando con la meteorología. Lo mío es ir a 20 kilómetros por hora de media. No salgo a entrenar para ir más rápido. Me gusta hacer kilómetros y andar en bici felizmente. Cinco horas mejor que tres y 90 kilómetros mejor que 60, si los horarios lo permiten.

Andar en bicicleta sin mirar la velocidad, disfrutando también con un sufrimiento que medimos nosotros, ayuda a pensar en la familia, en los amigos, en nuestros proyectos y en los que sufren sin que su sufrir tenga sentido ni horizonte temporal

La vida es en sí misma una competición. Mi estilo de cicloturismo, sin renunciar a mirar mi Garmin y alegrarme de hacer un poco mejor tiempo que la salida anterior, es disfrutar y descubrir. “Qui va piano va lontano”, escuché una voz hace más de 20 años subiendo y sufriendo en la subida del Mortirolo, en Italia. Y es verdad, los cicloturistas compartimos una consigna: “hay que seguir”, que nos sirve para terminar de subir una cuesta o terminar la Quebrantahuesos llegando el último o fuera de control. Pero, sobre todo, nos vale para la vida, para empeñarnos en hacer bien lo que tengamos entre manos, personal y profesionalmente.

Andar en bicicleta sin mirar la velocidad, disfrutando también con un sufrimiento que medimos nosotros, ayuda a pensar en la familia, en los amigos, en nuestros proyectos y en los que sufren sin que su sufrir tenga sentido ni horizonte temporal.

Soy asmático. Siendo niño, los médicos aconsejaron a mis padres que era conveniente que hiciera algún deporte de resistencia. Me regalaron una bici. Me lo tomé en serio, y hasta hoy. Y seguiremos en tanto sea posible y razonable. Convertimos deberes en aficiones, y luego en una suerte de vocaciones. El año pasado llegué a hacer casi 8.000 kilómetros, más que nunca, contando con 65 sesiones de “ciclismo de sala”, durante el confinamiento, casi diariamente. Pero es otra forma de explicar que la adversidad se puede convertir en oportunidad, que es la forma de ser de muchos de vosotros, a los que no os extraña lo que afirmo.

Por los pequeños caminos que se apartan de la carretera principal, tenemos maravillas que no conocemos: ermitas, casas torre, caseríos monumentales, parajes preciosos

Ahora, con mi amigo Juanto Uribarri y su grupo de referencia, he salido varias veces por nuestros entornos; el confinamiento es lo que tiene. Me han hecho descubrir que por los pequeños caminos que se apartan de la carretera principal, tenemos maravillas que no conocemos: ermitas, casas torre, caseríos monumentales, parajes preciosos. Y cerca de casa, yo que creía conocer todos los caminos… Y que pensaba que esto de no ir deprisa era algo que solo me pasaba a mí, he conocido que somos muchos los que rodamos suave, y llegamos lo lejos que queremos. Y disfrutamos descubriendo y haciendo una actividad física que nos encanta.

En 1985, con esta visión de la vida, dimos vida a 'Ciclismo a Fondo'. Larga vida la de este 'hijo' nuestro que sigue su vida entre los aficionados.

Y hoy, 36 años más tarde, publicamos este primer numero de 'Andar en Bici' y su página web. Lo hago con el apoyo de mi familia y de muchos que habéis confiado en esta nueva aventura. Y en manos de RSB, un gran equipo profesional de larga experiencia editorial. Porque las bicicletas siempre han estado ahí y ahora vemos que son parte de nuestra solución. Para nuestra movilidad, para hacer ejercicio, para viajar y disfrutar del tiempo libre, también con hijos y familia. Con todo tipo de bicicletas, todo tipo de caminos y sendas, con entornos amables para disfrutar. En estos tiempos de transición ecológica, de un planeta que hemos maltratado y tenemos que salvar, de unas vidas aceleradas por coches y aviones que no necesitamos tanto, de unas vidas, las nuestras, que afortunadamente se nos alargan en años y tenemos que vivirlas con salud en nuestro lento envejecimiento. Ahora sí, las bicicletas conforman nuestra vida en la movilidad, en el turismo, en el ocio, en familia.

Traemos aquí un equipo con afición y conocimientos para emprender una actividad que nos ayude a hacer saludable y sostenible nuestra vida y nuestro mundo. Que nos aporte algo de felicidad. Que sea un proyecto compartido en bien de nuestra sociedad. 

Andar en bici es para mí, para muchos de nosotros, una fuente de vida y felicidad. Soy un cicloturista de toda la vida, de los de “bici de corredor y manillar bajo”. Tengo 69 años y me suele molestar la espalda, aguanto muy mal el frío y ya no tengo la fuerza física de mi juventud, que tampoco tuve mucha. De momento, no necesito asistencia eléctrica, puede que todo llegue.

Claro que cuando salgo a dar una vuelta voy solo casi siempre. Porque si salgo con otros me quedo atrás y no puedo seguirles. También porque compaginar mi profesión con la conciliación me exige no tener un horario concreto y buscar un hueco en la agenda, contando con la meteorología. Lo mío es ir a 20 kilómetros por hora de media. No salgo a entrenar para ir más rápido. Me gusta hacer kilómetros y andar en bici felizmente. Cinco horas mejor que tres y 90 kilómetros mejor que 60, si los horarios lo permiten.