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Las Zonas de Bajas Emisiones, una oportunidad para las bicicletas

Manu González Baragaña

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Desde hace más de una década, de forma paulatina y no exenta de contradicciones, la bicicleta es un vehículo cada vez más valorado, y utilizado, en muchas ciudades de España. La progresiva conectividad de los viales ciclistas, la existencia de infraestructuras asociadas como aparcabicis, medidas de calmado de tráfico y otras actuaciones de promoción, han incrementado la funcionalidad de la bicicleta y su uso seguro en la cotidianeidad de nuestros desplazamientos diarios por pueblos y ciudades. 

Según datos del Barómetro de la Bicicleta 2022, las personas que utilizan la bicicleta al menos una vez a la semana han pasado de 8,1 a más de 11 millones, lo que significa un crecimiento del 40% de las personas usuarias entre 2019 y 2022. Además, un 57,1% de las personas residentes en España (de entre 14 y 70 años), es decir, cerca de 20 millones de personas, utiliza la bicicleta con cierta frecuencia, constatando que también crece notablemente el número de personas que se desplazan en bicicleta a diario y las que la utilizan para ir al trabajo o al centro de estudios. El mismo estudio confirma que los principales frenos para ir en bicicleta están relacionados con el tráfico y la peligrosidad de éste y que, entre quienes la usan habitualmente, la bicicleta aparece como uno de los vehículos más rápidos para desplazarse por la ciudad.

En este contexto, estamos viviendo un intenso debate sobre las medidas que deben implantarse en los municipios de más de 50.000 habitantes para cumplir con la obligación de establecer Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), tal y como establece la Ley de Cambio Climático. Estas áreas delimitadas por cada ayuntamiento tienden a restringir progresivamente el acceso, la circulación y el estacionamiento de vehículos de motor con el fin de mejorar la calidad del aire y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En su implantación, la gestión del viario y el redimensionamiento de los espacios públicos pueden servir para generar espacios urbanos más habitables, seguros e inclusivos, representando una oportunidad para la ciclabilidad urbana.

El establecimiento de Zonas de Bajas Emisiones puede representar una oportunidad de oro para incidir en el necesario cambio de patrón de los desplazamientos que diariamente se producen en nuestras ciudades, reduciendo los flujos de vehículos motorizados privados y ganando presencia los modos activos como el caminar o pedalear, además de mejorar la calidad del aire, mitigar el ruido de las urbes y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En este necesario cambio modal que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima establece como objetivo para 2030 la reducción en un 35% de los recorridos en vehículos motorizados privados, el uso de la bicicleta está llamado a jugar un papel importante. 

Como se vio durante la pandemia, el descenso o ausencia de automóviles facilitó que las personas sacasen las bicicletas de sus casas y las utilizasen en sus desplazamientos para ir al trabajo, de compras o a pasear por las periferias urbanas. Las medidas de pacificación del tráfico, reduciendo su velocidad y el número de vehículos conlleva mayor seguridad para el tránsito en bicicleta y por tanto, su mayor uso. 

Aunque tarde, el pasado mes 27 de diciembre se publicó el Real Decreto 1052/2022 por el que se regulan las Zonas de Bajas Emisiones. El Real Decreto incide en que el establecimiento de estas zonas, además de contribuir a mejorar la calidad del aire y mitigar el cambio climático, deberán contribuir al cumplimiento de los objetivos de calidad acústica, el impulso del cambio modal y la promoción de la eficiencia energética en el uso de los medios de transporte. Parece por tanto que estas zonas no deben limitarse a un mero control de las actuales etiquetas ambientales de la DGT sino que deben complementarse con otro conjunto de actuaciones orientadas a la promoción y fomento de medios como el transporte colectivo, la bicicleta y el caminar, redistribuyendo el espacio público, reduciendo los espacios para el tránsito y aparcamiento de vehículos motorizados y recuperando éste para el disfrute de las personas.  Como incide el Decreto, las ZBE deben concebirse también como una intervención facilitadora de la adaptación al cambio climático de las ciudades, “impulsando intervenciones urbanas de carácter adaptativo, basadas en atenuar el efecto de «isla de calor», el aumento de zonas verdes urbanas con especies adaptadas, la mejora de la conectividad natural, el fomento de los sistemas de drenaje y captación de aguas”.

Una ocasión de oro para incidir en el necesario cambio de patrón de los desplazamientos que se producen a diario en nuestras ciudades, reduciendo los flujos de vehículos motorizados privados y ganando presencia los modos activos como el caminar o pedalea

En su anexo II el Real Decreto recoge una amplia batería de indicadores para la monitorización y seguimiento de los objetivos y medidas establecidas en cada lugar. Estos indicadores se agrupan en cuatro categorías: Indicadores de calidad del aire asociados al tráfico rodado. Indicadores de cambio climático y movilidad sostenible. Indicadores de ruido. Indicadores de eficiencia energética. Creemos que es importante señalar que la bicicleta está presente en el sistema de indicadores.

Por ejemplo, a la hora de examinar el reparto modal en modos activos, además de los desplazamientos a pie, se deben considerar los desplazamientos en bicicleta con relación a los totales y tener en cuenta la variación del reparto modal en modos activos desagregados en desplazamientos a pie y desplazamientos en bicicleta desde la aprobación de la ZBE y cada año. También se ha de hacer un seguimiento de la dotación de estacionamientos para bicicleta, midiendo su capacidad, tomando como referente el número de plazas de estacionamiento de bicicleta/población, así como el porcentaje de población con acceso a estacionamiento para bicicleta a una distancia inferior de 100 metros, o el porcentaje de estaciones de tren/metro/tranvía con estacionamiento de bicicletas. En relación con la distribución urbana de mercancías (última milla), asimismo se debe analizar el porcentaje de repartos con última milla en modos activos (a pie o bicicleta). 

La obligación de establecer Zonas de Bajas Emisiones para enero de 2023 en las ciudades de más de 50.000 habitantes que establece la Ley de Cambio Climático y Transición Ecológica afecta a 149 ciudades que suman más de la mitad de la población. Son pocas las que van haciéndolo, y de manera muy diferente. La progresiva implantación de estas zonas no deja de ser una oportunidad para colocar la bicicleta como una alternativa no contaminante, saludable y segura para los desplazamientos por la ciudad. Una bici más, un coche menos.

Desde hace más de una década, de forma paulatina y no exenta de contradicciones, la bicicleta es un vehículo cada vez más valorado, y utilizado, en muchas ciudades de España. La progresiva conectividad de los viales ciclistas, la existencia de infraestructuras asociadas como aparcabicis, medidas de calmado de tráfico y otras actuaciones de promoción, han incrementado la funcionalidad de la bicicleta y su uso seguro en la cotidianeidad de nuestros desplazamientos diarios por pueblos y ciudades. 

Según datos del Barómetro de la Bicicleta 2022, las personas que utilizan la bicicleta al menos una vez a la semana han pasado de 8,1 a más de 11 millones, lo que significa un crecimiento del 40% de las personas usuarias entre 2019 y 2022. Además, un 57,1% de las personas residentes en España (de entre 14 y 70 años), es decir, cerca de 20 millones de personas, utiliza la bicicleta con cierta frecuencia, constatando que también crece notablemente el número de personas que se desplazan en bicicleta a diario y las que la utilizan para ir al trabajo o al centro de estudios. El mismo estudio confirma que los principales frenos para ir en bicicleta están relacionados con el tráfico y la peligrosidad de éste y que, entre quienes la usan habitualmente, la bicicleta aparece como uno de los vehículos más rápidos para desplazarse por la ciudad.