Donejakue Bidea: el Camino de la Costa, en bicicleta
El Camino de la Costa (o Camino del Norte) es una ruta histórica, una de las primeras que tomaron los peregrinos jacobeos y, sin duda, uno de los más bellos, atractivos y emocionantes Caminos de Santiago que en su mayor parte discurre entre la montaña y el impetuoso Cantábrico. Las vistas, que frecuentemente se pierden en la azul lejanía de las aguas del mar; los coloridos valles, praderas y bosques; los espectaculares acantilados, playas y bahías; el intenso verdor de las montañas adornadas con un sinfín de caseríos; las pequeñas aldeas, que parecen sacadas de un cuento; los pueblos y localidades marineras; las hermosas ciudades; la gastronomía; y finalmente la hospitalidad de sus gentes, convierten este maravilloso Camino en una experiencia inolvidable de pura diversidad para el peregrino. ¿Os animáis a recorrerlo en bicicleta?
Si nos basamos en estudios realizados por historiadores, el denominado Camino de la Costa sería una de las primitivas rutas de peregrinación a Compostela, de mayor antigüedad incluso que el Camino Francés. Mientras que las tierras navarras y castellanas que debían atravesar los peregrinos provenientes de Europa se encontraban amenazadas por los musulmanes, el Camino de la Costa era, sin lugar a duda, mucho más seguro. Fue a partir del siglo XIII cuando el también llamado Camino Interior se convirtió en el más utilizado, ya que los peregrinos se desplazaron hacia el sur por el avance de la Reconquista, por la creación de poblaciones francas con comerciantes y artesanos que habitaron las tierras ocupadas y por el favor de los monarcas con la creación de infraestructuras, albergues y hospitales. Con todo el Camino de la Costa continuó siendo transitado tanto por los peregrinos que optaban por esta vía desde Irún, como por los que desembarcaban en los puertos vascos y cántabros provenientes de otros países europeos por vía marítima. Ya desde el siglo IX hay constancia escrita de lo que decimos.
Aún a sabiendas de que todas las comparaciones son odiosas, el Camino del Norte nos parece mucho más bello en cuanto a riqueza paisajística que el Camino Francés. Asimismo, encontraremos edificios de mayor antigüedad de los que se hallan en la ruta que atraviesa la meseta castellana, ya que la ocupación islámica impedía tales construcciones, como podemos comprobar en las muestras del prerrománico en Vizcaya; otra prueba de ello es la vasta iconografía que existe en Euskadi. Y el clima también es más contenido, no dándose temperaturas tan altas en verano ni tan bajas en invierno, aunque tendremos el inconveniente de la lluvia, más habitual que en la ruta interior. Por otra parte, son menos los albergues y de menor capacidad, si bien también es cierto que no encontraremos las aglomeraciones que se dan, sobre todo en verano, en el saturado Camino Francés.
Quienes han trazado las guías de las diferentes Rutas Jacobeas han pretendido en algunos tramos sacar a los peregrinos del arcén de las carreteras, pero no es un trabajo fácil: lo que puede estar bien para los caminantes, para los ciclistas se puede convertir en un verdadero infierno. Los tremendos desniveles, las transitadas carreteras, la propia autovía del Cantábrico, las grandes urbes, las anchas rías, etc. han obligado a trazar el Camino por caminos que a veces no son aptos para la bicicleta, sobre todo cuando se viaja con alforjas.
Existe, por supuesto, la “ruta oficial” por caminos y sendas, la que siguen los peregrinos a pie, pero que tiene muchos tramos no transitables en bici a causa del barro, las piedras y también de las fuertes subidas. La opción recomendable es seguir la ruta original siempre que sea ciclable, y, cuando no lo sea, buscar otras asfaltadas, 'bidegorris' o pistas en buen estado. Con todo, más del 90% del Camino se puede seguir sobre la bicicleta, aunque con esfuerzo, claro. El resto deberemos evitarlo por caminos o carreteras alternativas que, a veces, no tienen nada que envidiar al trazado “oficial”. Como siempre os decimos, lo aconsejable es ser flexible y no convertir las guías en dogmas de fe. Conviene dejarse llevar por el sentido común y ser nosotros mismos quienes, al estar sobre el terreno, vayamos eligiendo la ruta que se nos antoje más llevadera en cada momento, en función del estado de las pistas y también de las condiciones físicas de cada uno. Nuestro consejo es que os dejéis llevar por el camino y que decidáis en cada ocasión qué tramos tomar por pistas o sendas y cuáles por carretera. Y es que, como acabaremos por aprender, cada peregrino a Santiago hace su propio Camino.
Nosotros simplemente queremos adaptar a las ruedas más finas y al peso de las alforjas las cuatro etapas que Turismo Euskadi tienes diseñadas en su web, en las que se hace evidente, solo con ver los datos, que la 3ª jornada nos va a exigir un esfuerzo adicional. Porque si hay una palabra para definir este Camino de la Costa, esa es 'rompepiernas': las subidas y bajadas son incesantes, con pendientes intratables con la bici lastrada por el equipaje, y son varias las etapas en las que el desnivel acumulado supera los 1000 m, lo que se hace notar. ¡Cuántas veces en el transcurso de este viaje no hemos tenido que empujar la bicicleta o tumbarnos agotados! Todo eso es verdad, sí, pero al mismo tiempo esta ruta es una 'robacorazones', porque su belleza y diversidad geográfica y medioambiental recompensa el esfuerzo.
Un último consejo introductorio. En la costa del Cantábrico hay que estar preparados a sufrir las inclemencias del tiempo, incluso en verano, aunque al final siempre encuentras un lugar resguardado para dejar de dar pedales hasta que escampe. En la ruta hay bastantes poblaciones con albergues, bares y recursos para entrar en calor y es difícil llegar a situaciones críticas por causas meteorológicas. Pero recordad el consejo. Y sin más preámbulos, vamos a ello, ¿os parece?
1.ª etapa: Irún – Zarautz: la Gipuzkoa marinera (56 km y 1150 m de desnivel)
El comienzo del Camino de la Costa no puede estar más cargado de simbolismo: arranca en el puente de Santiago, que salva la frontera natural del río Bidasoa, entre Hendaia e Irún; aunque algunos optarán por su tipismo por cruzar en barca hasta Hondarribia y unirse luego al camino irundarra. En esta primera etapa pedalearemos por la costa de Gipuzkoa en un trayecto que nos permitirá conocer pueblos marineros como Hondarribia, Pasaia u Orio, nos exigirá ascensiones a montañas litorales como Jaizkibel y Mendizorrotz y nos mostrará encantadoras ciudades costeras como la propia capital gipuzkoana y Zarautz.
Desde la misma orilla del Bidasoa podremos observar en su cauce la histórica isla de los Faisanes. Estamos entrando en Irún, ubicado en la 'muga' (frontera) con Iparralde (País Vasco francés), y que ha sido escenario de épicas batallas, que destruyeron gran parte de su patrimonio, aunque todavía conserva iglesias, ermitas y palacios de recio abolengo. Y entre ellas la de la Virgen del Juncal, patrona de la ciudad y la más antigua de Gipuzkoa.
Si hemos atravesado el río fronterizo en barca nos hallaremos en Hondarribia, bañada por las aguas de la bahía de Txingudi, a los pies del monte Jaizkibel. La villa alberga tesoros históricos que dotan a la localidad de un encanto especial. Si nos adentramos en el casco antiguo amurallado, podremos caminar por sus calles empedradas repletas de casas blasonadas y edificios singulares como el Castillo del Emperador Carlos V, convertido hoy en día en parador. Muy cerca se sitúa el barrio de La Marina, con sus coloristas casas de pescadores, restaurantes y típicos bares de 'pintxos' con terrazas.
A mitad de camino entre ambas localidades os aconsejamos desviaros a la izquierda en el barrio de Amute para conocer las Marismas de Jaizubia, un espacio natural protegido en el que, entre cañaverales, robles, avellanos y laureles, podemos observar a las garzas, cisnes o cormoranes batiendo sus alas. Es un pequeño desvío del Camino oficial que nos agradeceréis. Y además ahí mismo se inicia la primera ascensión de la ruta jacobea, hasta llegar a la ermita de Santiagotxo, en las laderas del Jaizkibel, por donde transitaban los peregrinos jacobeos en la Edad Media. Para acceder luego a la ermita de Guadalupe, ya en la carretera general, apenas nos faltan 2 km, donde nos encomendaremos a la protectora de la localidad ante el asedio de las tropas francesas en la Guerra de los 30 años, y a la que los hondarribitarrak, agradecidos, homenajean cada año en el Alarde tradicional. Este santuario guarda la talla policromada de la patrona de Hondarribia, que dicen que procede del mascarón de proa de algún navío.
En vez de adentrarnos por las pistas de tierra del Camino oficial, os recomendamos continuar por la carretera hasta coronar el alto de Jaizkibel, desde donde la panorámica sobre el Cantábrico es de las que no se olvidan: las vistas desde el cordal montañoso nos entretendrán durante algunos kilómetros entre torreones y fuertes de la última carlistada.
Y sin desviarnos arribaremos a la bahía de Pasaia, el municipio que le da nombre, integrado por cuatro núcleos de población: San Juan y San Pedro, localidades de sabor marinero, que se encuentran en claro contraste con Pasai Antxo y Trintxerpe, de ambiente más urbano ambos. En Pasai Donibane (San Juan) llamará nuestra atención la arquitectura marinera de sus coloristas edificaciones que se sitúan alrededor de una única calle que recorre la orilla oriental de la bahía y que, en ocasiones, pasa por debajo de las casas a través de varios pasadizos. Este singular casco urbano alberga numerosos edificios civiles y religiosos de gran interés.
Podemos rodear la citada bahía pasaitarra para conocer Errentería, pero nuestro consejo ahora es que toméis la barca que atraviesa la bocana del puerto hasta Pasai San Pedro, para entrar en Donostia-San Sebastián por una larga avenida antes de desviarnos hacia la playa de La Zurriola. Luego, delante del Kursaal, atravesaremos el puente sobre el Urumea para, por un espléndido 'bidegorri', rodear el Monte Urgull y asomarnos a la inmortal Bahía de La Concha. Antes de llegar a ella, nos entretendremos en el Aquarium y el puerto y la Parte Zaharra (“Parte Vieja”) para disfrutar del sabor marinero y entrañable que aún conserva la capital guipuzcoana. Allí nos esperan las iglesias de San Vicente y de Santa María del Coro y un antiguo convento de dominicos que es hoy en día el Museo San Telmo. Estas animadas calles nos conducirán a la plaza porticada de la Constitución. La Alameda del Boulevard da entrada a la ciudad romántica, que surgió tras el derribo de las viejas murallas y así, a orillas del Urumea, divisamos el Teatro Victoria Eugenia y el Hotel María Cristina, construidos en estilo neoplateresco. Y entre sus animadas calles, la Catedral del Buen Pastor.
Por los magníficos jardines de Alderdi-Eder (“lugar hermoso”) y el Ayuntamiento donostiarra, accederemos al paseo de la playa de La Concha y por él continuaremos hasta la de Ondarreta, donde nos despediremos de la espléndida bahía de la “ciudad del cine” donde “se siente la magia”. Pero no sin antes habernos desviado unos centenares de metros para ver el espectáculo que nos brinda la encarnizada lucha del Cantábrico contra El Peine de los Vientos.
Y desde ese fondo de la bahía, iniciaremos un nuevo ascenso, en este caso al Monte Igeldo, con su parque de atracciones inaugurado en 1912, y al pueblo homónimo, para coronar junto al desvío a las antenas de Mendizorrotz y por las Ventas de Orio buscar, en complicado descenso, una nueva desembocadura, la del Oria. Y allí nos recibe Orio, pequeña villa marinera que ha sido testigo del ir y venir de los peregrinos a lo largo de los siglos y que continúa estando muy ligada al Camino de Santiago. Su casco histórico, más conocido como Goiko Kale, está formado por un laberinto de calles empedradas y empinadas que nos remontan a la Edad Media. Nos veremos enseguida invadidos por el aroma de los pescados y la carne que se cocinan en las parrillas instaladas en las inmediaciones del puerto. Para otro día tendrá que ser, pero no dejéis de probar en cuanto tengáis ocasión el besugo y las angulas de su ría.
Y será mejor que no os llenéis mucho la panza, porque en la ascensión al camping de Talaimendi sufriréis de lo lindo, para disfrutar luego de las vistas sobre la urbe más turística de la provincia, Zarautz, y su extensa playa, cuyas espectaculares olas sirven de reclamo para los aficionados al surf. La inconfundible imagen de los toldos de colorines y su fina arena dorada la convierten en uno de los arenales más concurridos de la Costa Vasca. Luego daremos un paseo por su casco histórico, jalonado por edificios y monumentos de interés y una de las zonas más animadas de la villa. La comida queda en vuestras manos, pues os veréis tentados en cualquiera de sus restaurantes, empezando por el del televisivo Arguiñano. Suculento final para una espléndida jornada.
2.ª etapa: Zarautz – Markina: de las olas gipuzkoanas a los montes bizkainos (50,6 km y 1200 m de desnivel)
Esta segunda etapa del Camino de la Costa en Euskadi nos depara dos partes bien diferenciadas. En un primer tramo con sabor a salitre hasta Mutriku, seguiremos mayormente la carretera de la costa. En la segunda parte nos despediremos del mar y podremos relajar los sentidos al dejar atrás la carretera, adentrándonos en una zona más rural y abrupta que discurre entre caseríos aislados con algún pequeño tramo de ascensión que pondrá a prueba nuestras piernas… a no ser que optemos por la versión más sencilla, e incluso más atractiva, llegando hasta Ondarroa. Vamos a ello y ya decidiremos.
Comenzaremos la jornada desviándonos una vez más del camino oficial, para evitar las rampas imposibles de la subida a Santa Bárbara. Es mucho más agradable el relajado pedaleo junto a las aguas del tantas veces embravecido Cantábrico, para acercarnos a Getaria, pueblo de pescadores y de grandes navegantes como Juan Sebastián Elcano, quien, junto con sus 17 compañeros supervivientes, consiguió dar la vuelta al mundo por primera vez. Durante cientos de años la caza de ballenas tuvo una gran importancia en la economía de la localidad y es el motivo principal de los escudos de esta villa medieval amurallada, asentada en una ladera, y donde llama especialmente la atención la silueta del monte San Antón, más conocido por su peculiar forma como el “Ratón de Getaria”, que se asoma al mar. La figura del renombrado modisto Cristóbal Balenciaga también está muy presente en el municipio que le vio nacer y que le rinde homenaje en el singular Museo con una de las colecciones más importantes de moda a nivel internacional. Pero el auténtico sabor de Getaria lo descubriremos en su puerto, donde podremos degustar el pescado fresco que se cocina a la brasa en sus calles, acompañado, por supuesto, de un buen 'txakoli'.
Y avanzando por la línea costera nos toca ahora visitar Zumaia, situada en uno de los tramos más bellos del litoral guipuzcoano, en una hermosa bahía donde desemboca el río Urola. Su casco histórico, su iglesia gótica de San Pedro con el retablo de Juan de Antxieta y sus numerosos palacios nos entretienen un buen rato. Pero no podemos irnos de la villa sin ascender a la ermita de San Telmo, donde se rodaron las escenas de boda en “Ocho apellidos vascos”. Desde ese enclave mágico las vistas sobre la playa de Itzurun y en especial del 'flysch' del acantilado (superficie de abrasión originada como consecuencia de la erosión del mar y formada por diferentes láminas de rocas en forma de milhojas), serán otro de los mil momentos inolvidables de este Camino de la Costa. Y para los interesados en la pintura es inexcusable la visita al Museo Zuloaga: ni que decir tiene.
Nuestra siguiente parada, tras una nueva ascensión, la haremos para rendir el imprescindible homenaje a la imagen románica de la Amatxo de Itziar, de gran devoción entre las gentes de mar. Desde aquí continuaremos cuesta abajo por caminos vecinales del Egia auzoa (barrio) siguiendo la señalización oficial del Camino y con la precaución que merecen rampas por encima del 20% para llegar a una nueva localidad marinera, Deba, en la desembocadura del río que lleva su nombre. Esta villa destaca por sus tranquilas calas y por sus dos hermosas playas, junto a las que encontraremos agradables paseos, que nos llevarán por la ría hasta el puerto deportivo de esta turística población. En el corazón de su casco histórico se encuentra la iglesia de Santa María, joya del gótico vasco.
Ahora tenemos dos opciones, a cuál más interesante. Nuestra propuesta, por ser más fieles al Camino original, nos lleva a la ermita del Santo Cristo del Kalbario, ubicada sobre una cima que domina la villa y puerto de Mutriku y que en el pasado servía como referencia para las embarcaciones en alta mar. Las luces del templo se divisaban de noche desde muy lejos, de manera que servían a los pescadores para orientarse hacia ese 'faro de la esperanza'.
Desde ahí y para evitar el descenso hacia el Cantábrico, tomaremos una pista asfaltada que nos conduce al barrio de Ibiri primero, y a la 'pequeña Suiza' de Olatz después. Descubrir sus cuevas, convivir con los 'betizus' (vacas semisalvajes) o probar el queso de oveja latxa, son tres de las muchas posibilidades que ofrece este valle en el que apetece perderse. Si seguimos la pista, que pronto pasa a ser de hormigón, coronaremos tras fuertes rampas en el caserío de Kostolamendi, antes de dejarnos caer, con muchísimo cuidado si hay pinocha, a otro pueblo con encanto, ya en tierras bizkainas: Larruskain. Desde ahí y en leve descenso enlazaremos con la ruta costera que os sugerimos a continuación a quienes queráis evitar las duras rampas de Olatz y Kostolamendi.
Para ello solo tenéis que seguir la línea de la costa desde Deba y conocer así el último puerto de Gipuzkoa, en la tranquila villa de Mutriku, cuna de eminentes marinos como Churruca, héroe de Trafalgar, que fue fundada a comienzos del siglo XIII y aún conserva su trazado medieval y vestigios de sus antiguas murallas. Y si pasamos por aquí el primer sábado de abril, podremos disfrutar del tradicional Berdel Eguna, una fiesta que tiene como objetivo promocionar el “desconocido” verdel y las distintas formas de preparar este sabroso pescado azul. Y justo en la muga vizcaína veremos a nuestra derecha las peñas del pescador Satur y su esposa Aran que, al no regresar su amado, prefirió ser tragada por el Cantábrico, surgiendo así las dos grandes rocas de la playa de Saturraran.
Y a un paso, en la desembocadura del Artibai, Ondarroa, primer puerto de la costa vizcaína, adonde se accede por el puente de Itsasaurre (frente al mar), diseñado por Santiago Calatrava. Pero algunos seguimos prefiriendo el tradicional Puente Viejo de esta villa de inconfundible sabor medieval y marinero. También admiraremos la Torre de Likona, del siglo XV, clásica construcción fronteriza. Y muy cerca la iglesia gótica de Andra Mari, de la misma centuria. El antiguo Ayuntamiento es otro edificio de interés, con una fachada toscana muy diferenciada del resto de las construcciones de la población. No obstante, para el que prefiera darse un buen baño, Ondarroa también dispone de una playa, la de Arrigorri, desde la cual se puede acceder a pie hasta la ya visitada playa de Saturraran.
Desde la villa costera nos dirigiremos hacia el interior de Bizkaia, remontando el río Artibai, en cuyas riberas nos encontraremos con Berriatua, donde podremos admirar la iglesia de San Pedro, edificio del siglo XII asentado sobre una pequeña cima, y antes la Etxe Pintxu o Casa Pinta, casa-palacio del siglo XVIII que llama la atención por las pinturas de su fachada. Luego seguiremos en falso llano hasta enlazar con la opción primera que viene por Larruskain.
Y en un voleo llegaremos a Markina, localidad fundada a mediados del siglo XIV, y hoy resultado de la fusión de dos núcleos de población: el de la villa y el de la anteiglesia de Xemein. Diversos palacios e iglesias constituyen el rico patrimonio de la localidad, pero nosotros os aconsejamos que busquéis la ermita de San Miguel de Arretxinaga, sorprendente templo hexagonal, cuyo altar está formado por tres grandes rocas. Al referirnos a Markina-Xemein, también estamos hablando de la cesta-punta, la modalidad más universal de la pelota vasca. En su Frontón Municipal, popularmente conocido como la Universidad de la Pelota, se doctoraron a lo largo de los años muchos pelotaris markinarrak. Si tenéis ocasión no dejéis de asistir a uno de esos vibrantes partidos y luego buscad un sitio para cenar en la misma plaza… y prontito a dormir en el albergue de peregrinos, que mañana va a ser un día aún más duro.
3.ª etapa: Markina – Bilbao: la Bizkaia rural y urbana (65,1 km y 1.400 m de desnivel)
Como venimos diciendo, hoy nos vamos a enfrentar a la etapa más dura de todo el Camino del Norte, por lo menos en su sector vasco. Para ello, salimos de Markina-Xemein con energías renovadas para transitar por pequeños pueblos de marcado carácter rural como Bolibar, Munitibar o Ajangiz en nuestro discurrir hacia Gernika-Lumo. De aquí en adelante el Camino nos depara un par de fuertes ascensiones, a los altos de Gerekiz y Aretxabalgane, antes de Larrabetzu y la aún más fuerte subida a El Vivero, si queremos alcanzar la otrora fabril Bilbao, hoy renovada y cada día más interesante capital de Bizkaia. Aunque llegaremos al “Botxo” tan cansados que seguro que su visita quedará para mañana.
En poco más de 3 km desde Markina arribaremos a una encrucijada inmemorial de caminos, Iruzubieta, un conjunto de casas con varios puentes (“los tres puentes”, significa en euskera) que separan los cauces del Artibai y su afluente Iru Erreketa, que vamos a remontar en dirección a la cuna de los antepasados del libertador de Hispanoamérica, Simón Bolivar. En el antiguo caserío Errementarikua del actual municipio de Ziortza-Bolibar, se encuentra el Museo que lleva el nombre del caudillo venezolano, país al que le unen diversos recuerdos como un busto del personaje, donación de aquel gobierno, y en la vecina iglesia de Santo Tomás, una capilla con la imagen de Nuestra Señora de Coromoto, patrona del país sudamericano.
El topónimo inicial del municipio nos llama a la siguiente visita en nuestra ruta jacobea: la emblemática colegiata de Ziortza-Zenarruza, compuesta por varios elementos: la iglesia, el claustro, la casa del abad, el hospital de peregrinos (hoy hospedería), las cercas, las casas de colonos, el Calvario y la calzada medieval, además de las puertas este y oeste. En este paraje nos sentiremos como sobrecogidos por el embrujo de uno de los enclaves religiosos y rurales más antiguos de Bizkaia.
Si no nos importa patear un rato empujando nuestra montura metálica, podemos seguir las indicaciones del Camino oficial (flechas amarillas) que nos llevan al alto de Gontzugarai, pero más fácil nos va a resultar dejarnos caer de nuevo con nuestras bicis y sus alforjas a Bolibar y subir tranquilos por la BI-2224. El monte Oiz vigila desde sus más de 1000 m todos nuestros pasos y protege al mismo tiempo nuestro pedaleo, que desde el alto nos lleva cuesta abajo hasta Munitibar, ubicado ya en un nuevo valle, el del río Lea. El conjunto rural del municipio está compuesto por un casco urbano que gira alrededor de la iglesia parroquial, si bien los núcleos originales de población, que completan la denominación oficial del municipio, tienen preciosos ejemplos de arte religioso en la hermosa iglesia neoclásica de Santa María de Gerrikaitz, así como la citada parroquia de San Vicente de Arbatzegi. Asimismo, las numerosas ermitas con las que cuenta el municipio y los molinos de Elortza y Olatxu completan su patrimonio histórico.
Abandonamos el núcleo de Munitibar para, sin salir del municipio, enfrentarnos a una dura rampa que nos conduce al barrio de Aldaka, donde encontraremos una nueva ermita de Santiago, con una imagen del apóstol que aquí nos ha traído. Pronto nos juntamos de nuevo a la BI-2224 en el alto de Astorkigane, al que llegaremos cuesta abajo, pero enseguida nos desviaremos a la Bi-3224 para visitar nuevos pueblos siguiendo el trazado del Camino oficial, como Marmiz. El entorno natural, cubierto de bosque atlántico y encinar costero, es lo que más llama la atención a lo largo de este recorrido por la comarca de Busturialdea y la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, excepcional enclave natural caracterizado por su gran diversidad paisajística y ecológica. El siguiente pueblo, Ajangiz, está emplazado en una ladera montañosa y la vista desde su plaza es espléndida, pudiéndose observar toda la vega del río Oka que continúa su curso hacia el mar dibujando diversos meandros en su desembocadura, donde alberga unas marismas muy bien conservadas en las que reposan miles de aves migratorias.
Nosotros continuamos ruta hasta llegar a la capital de las libertades vascas, Gernika, una urbe que cuenta con innumerables atractivos. En la plaza de los Fueros, presidida por la estatua de Don Tello, fundador de la villa, encontraremos el Museo de la Paz, que recuerda el trágico bombardeo de Gernika en 1937 a manos de la aviación alemana. Recomendamos también una visita al Parque de Europa y a la Casa de Juntas, donde se ubica el actual salón de plenos de las Juntas Generales de Bizkaia, con su mítico árbol, emblema de los fueros y las libertades vascas, donde juraba su cargo el Señor de Bizkaia y actualmente el lehendakari. Estamos a mitad de la etapa y es este un buen sitio para reponer fuerzas: no será por falta de establecimientos.
Para abandonar Gernika dejaremos a un lado el Camino oficial para evitar así la dureza de las pistas que bordean el Monte Billakaio, y nos dirigiremos por la carretera general al cruce de Muxika, donde tomaremos a la derecha la ruta que nos lleva al núcleo de Ugarte (“entre ríos”), donde se ubica la casa consistorial y la iglesia de San Vicente.
Después nueva subida, en este caso doble: primero hasta el alto de Gerekiz, donde visitaremos su ermita juradera de San Esteban antes de, tras breve y empinado descenso, afrontar una ascensión bastante más exigente hasta el núcleo de Andra Mari de Morga, donde se ubica la hermosa ermita de Nª Sª de los Remedios, que bien merece ser visitada además por la belleza de sus vistas. Y tras retomar la ascensión coronaremos, por fin, el alto de Aretxabalgane, asomándonos en su descenso al valle del río Asua.
El primer pueblo que nos da la bienvenida al Txorierri (“pueblo de pájaros”), nombre con el que los bizkainos denominamos a este corredor entre montañas donde se sitúa el aeropuerto de la capital del Nervión, será Larrabetzu, si bien antes de llegar al núcleo nos habremos detenido en el barrio de Goikolexea a conocer la iglesia San Emeterio y San Celedonio, que posee uno de los retablos más notables del territorio histórico. Los edificios que definen la plaza del núcleo urbano principal forman un bello conjunto arquitectónico, donde destaca el palacio de Ikaza, ubicado junto al ayuntamiento. A escasos metros se encuentra el palacio Anguleri, edificio de gran interés artístico y etnográfico por mezclar características del caserío y del palacio.
Y muy cerca otro nuevo pueblo, Lezama, que luce orgulloso su templo de Santa María, del siglo XVI, que cuenta con una hermosa fachada renacentista y cinco altares. También nos acercaremos a conocer el Humilladero del Santo Cristo, que vigilaba el que fue antiguo Camino Real de Bilbao a Gernika. Y junto a la torre de Lezama, cuna de banderizos erigida en el siglo XIV con piedra de sillería, iniciaremos la última subida de la jornada, pero la más exigente de todas ellas, para izarnos hasta el cordal de la sierra del Ganguren en el paraje que se conoce como El Vivero, área de esparcimiento muy frecuentada por los vecinos del entorno. Corría 1938 cuando los prisioneros instalados en el campo de concentración de Deusto fueron obligados a trabajar en las labores de repoblación de la zona, especialmente afectada durante la guerra.
Tomamos luego dirección a Artxanda, el monte del ocio para los bilbaínos, pero el camino se desvía antes hasta los alrededores del Monte Avril (así, con “v”), que debe su nombre al general Jean Jacques Avril, gobernador de Bizkaia durante la ocupación francesa. Para el descenso hasta el “Botxo” deberemos extremar la precaución en las fuertes rampas del Camino. Y, cómo no, acudiremos en primer lugar a rendir homenaje a la Virgen de Begoña, que nos espera en la colina de Artagan. Luego sí, los 'pintxos' o una opípara cena en Zazpi Kaleak serán el mejor final para una maratoniana jornada.
4.ª etapa (1): Bilbao – Kobaron: los contrastes de la Ría de Bilbao (30,6 km y 300 m de desnivel)
Bien recuperados de los esfuerzos de la jornada precedente y en vista de que la etapa de hoy va a ser mucho más corta y relajada, bien podemos darnos un paseo –en bici, por supuesto- por la capital bilbaína para conocer sus barrios y edificios más emblemáticos. Y la mejor manera de hacerlo es dejarnos llevar por la Ría, esa arteria por donde llegaban los barcos en el pasado y que hoy en día sigue siendo clave en la vida de la villa. Bilbao es hoy para muchos “la ciudad del Guggenheim”, ya que desde que se construyó este original museo en 1997, se transformó para siempre y poco se adivina ya de aquel viejo “Botxo”, ciertamente un hoyo oscuro y sucio entre las montañas. Sin embargo, aquellas huellas de su pasado industrial y minero han quedado como simples reliquias y Bilbao impacta ahora por sus estructuras innovadoras creadas por prestigiosos arquitectos, convirtiéndose en toda una referencia internacional de modernidad. Aunque, curiosamente, lo que le da su carácter único es la combinación de lo vanguardista con el sabor tradicional de su Casco Viejo, lleno de encantadoras calles y bares con las barras repletas de 'pintxos' que demuestran que en Euskadi la gastronomía se vive apasionadamente.
Además del famoso museo de Frank Gehry, los bilbaínos tienen otra pinacoteca de enorme valor, su Museo de Bellas Artes, ubicado frente a un nuevo símbolo de la urbe: la Torre Iberdrola. A la apuesta por una imagen rompedora e imaginativa se unen el Palacio Euskalduna, las estaciones de metro de Norman Foster, las torres de Isozaki y Pelli, el puente Zubizuri de Calatrava o nuevos centros culturales como la Alhóndiga de Philippe Starck, construida a partir de un antiguo almacén de vinos. Por otro lado, Bilbao no puede concebirse sin su característico casco antiguo con más de 700 años de historia. Da gusto caminar por “Zazpi Kaleak” e ir encontrando edificios del pasado como el Puente de San Antón (símbolo de la villa), la Catedral o su teatro más elegante, inspirado en la Ópera de París: el Arriaga, Y como todos los bilbaínos saben, el “Funi” de Artxanda nos obsequia con las mejores vistas de todo lo que hemos conocido.
Podemos concluir que Bilbao es hoy una ciudad de contrastes, como contrastes vamos a encontrar en la etapa de hoy. Y es que, para continuar nuestro Camino del Norte, se nos presentan dos alternativas. La principal consiste en seguir la Ruta de la Costa y, en bicicleta, lo más sencillo pasa por seguir la ría de Bilbao hasta Getxo para cruzar a Portugalete usando el transbordador del Puente Bizkaia. Después habrá que pedalear por un 'bidegorri' que atraviesa la antigua Zona Minera hasta la playa de La Arena, cerca ya del límite con Cantabria. En esta etapa el Camino atravesará parajes muy diferentes a los de las jornadas previas: hasta Portugalete, los bosques más comunes serán los de cemento; los senderos más habituales, los de asfalto y baldosa; y los sonidos que nos acompañarán, los de una urbe moderna.
Salimos del Casco Viejo por la orilla derecha de la Ría, saludando al edificio consistorial y, despidiéndonos del Bilbao de siempre a la altura de La Salve, atravesaremos los barrios de Deusto y San Ignacio para cruzar el Puente de Lutxana, donde tuvo lugar la famosa batalla en la primera carlistada.
Tras este pequeño recuerdo de la insensatez de la guerra, atravesaremos la zona aluvial de la ría de Bilbao entre los ríos Udondo y Asua en la margen derecha, que fue temprana y densamente industrializada. Nos hallamos, pues, en Erandio, en concreto a uno de sus siete núcleos y el principal de todos ellos, donde se ubica su ayuntamiento: Altzaga. La tradicional unión con la orilla opuesta de la Ría la realizan los erandiotarrak en su querido bote, que pasa por auténticas dificultades para no desaparecer ante la subida de los precios del gasóleo. El gigantesco Puente de Rontegi que une por autovía ambas márgenes nunca tendrá el encanto de esta pequeña embarcación que tanta nostalgia provoca en sus vecinos.
Y tras atravesar Astrabudua, llegaremos a Lamiako, en la zona en la que confluyen los ríos Udondo y Gobela, un pequeño testimonio del humedal que en épocas pasadas ocupó una gran extensión. Y es que esta era una zona marismeña, aunque apenas queden unos pocos vestigios. La Vega de Lamiako, que hasta principios del siglo XIX era un espacio prácticamente despoblado, a excepción de algunos caseríos aislados, ha mutado hoy en un entorno tan humanizado como el de la ría de Bilbao, donde este pequeño fragmento de marisma rellenada aún conserva parte de la vegetación de las zonas húmedas. ¿Se reunirían aquí las lamiak (brujas) para celebrar sus akelarres? Podéis estar seguros de que hoy en día no.
Y luego nos adentramos en Las Arenas-Areeta, barrio residencial de elegantes viviendas en el municipio de Getxo, con una excelente oferta comercial, un puerto de recreo y una bonita playa resguardada en El Abra por el Muelle de Churruca, agradable zona ajardinada asomada al mar, con el monumento en honor al ingeniero que planificó las obras de canalización de la ría bilbaina. Los palacios de Kai-Alde, Cristina Etxea y la iglesia de Las Mercedes nos muestran una urbe donde la alta burguesía de Bilbao ha encontrado su lugar en el mundo.
Tras alucinar con el lujo y ostentación de estas adineradas familias que competían por demostrar su poder económico en la magnificencia de sus casas, nos embarcaremos en una barca diferente, la que colgada por cables metálicos de una de las más destacadas obras de arquitectura del hierro de la Revolución industrial nos transporta a un mundo totalmente opuesto. El Puente Colgante de Bizkaia fue inaugurado en 1893 como el primer transbordador mecánico del mundo y en la actualidad sigue en servicio, habiendo sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Desembarcar en Portugalete, nos abre las puertas a un pueblo que contrasta profundamente con el de, en muchos casos, sus patronos. En las estrechas y empinadas calles de su casco histórico, de origen medieval, encontraremos algunos monumentos de interés, como la Torre Salazar del siglo XIV y la Basílica de Santa María, templo de estilo gótico-renacentista, que guarda en su interior un retablo mayor con relieves de madera. El contemplar desde esta margen izquierda de la Ría de Bilbao los lujosos edificios de la margen opuesta hace patentes los contrastes que el dinero provoca en los naturales de una misma provincia.
Ascendemos hasta el Parque de la Florida para buscar alejarnos de todo este maremágnum de asfalto y bullicio en el agradable paseo que vamos a emprender ahora hasta el final de la etapa por el 'bidegorri' que se confunde hoy con el Camino del Norte que estamos recorriendo. Y así atravesaremos la conocida como Zona Minera, donde los trabajadores de las minas y fábricas vivían miserablemente, mientras sus patronos de la Margen Derecha solo veían en ellos mano de obra para hacerse más y más ricos. Ortuella y Gallarta son dos de esos pueblos que nos hablan a las claras de las dos Bizkaias que la industrialización fue configurando desde mediados del siglo XIX. En ellos existen restos de minas en las que los obreros desempeñaban antiguamente su labor y que en la actualidad forman un paisaje realmente significativo. Todo aquel que quiera conocer de primera mano los entresijos de esta actividad, solo tiene que visitar el Museo de la Minería del País Vasco, situado en la última de ambas poblaciones.
Finalmente, recorrido ya todo el Valle de Somorrostro, llegaremos a la playa de La Arena, a caballo entre Zierbena y Muskiz, los dos pueblos que se disputan su titularidad. Por la pasarela de madera construida al efecto, pedalearemos sobre el arenal (si este nos lo permite, para evitar un largo rodeo por la carretera) y atravesaremos el puente metálico sobre el río Barbadún para llegar a una nueva zona de marismas en Pobeña, donde visitaremos la popular ermita de la Virgen del Socorro. Es una pena que con nuestras bicis no podamos subir la enorme cantidad de escalones hasta la Vía Verde de Itsaslur (“mar y tierra”), porque ese es el privilegio de los peregrinos que recorren el Camino a pie. Pero nosotros podemos acabar este Camino de la Costa por Euskadi subiendo un alto de algo más de 1 km y dejarnos caer hasta el barrio de Kobaron, desde el que volver sobre nuestros pasos por la citada Vía Verde, antigua vía de tren para la industria minera, de la cual aún se pueden encontrar vestigios sobre los espectaculares acantilados. También se pueden contemplar los restos, en forma de poleas, de otra actividad típica de la zona: la recogida de algas. En este paseo ponemos punto final al Camino de la Costa que se adentra después en tierras cántabras para continuar su recorrido a orillas del Cantábrico hasta la capital compostelana.
4.ª Etapa (2): Bilbao – Balmaseda: a orillas del Kadagua (42,2 km y 370 m de desnivel)
Tras la visita al “Botxo”, la segunda alternativa para continuar el Donejakue Bidea nos conduce hacia el interior de Bizkaia, recorriendo una de sus comarcas más desconocidas en busca del Camino Francés, ya en tierras castellanoleonesas. Es esta una ruta mucho menos transitada por los peregrinos, que últimamente se ha dado a conocer también como Camino Olvidado o Camino de la Montaña, que quedó en desuso cuando los reyes de Navarra y Castilla y León aportaron una mayor seguridad al Camino Francés. De ahí su nombre.
En esta etapa os proponemos rescatar del olvido esta antigua variante del Donejakue Bidea. Para ello, en tierras bizkainas seguiremos los pasos que realizaron generaciones de comerciantes que transportaban sus mercancías entre Bilbao y Castilla remontando el río Kadagua a través de las Encartaciones, el territorio más occidental de Euskadi. Una vez más, al realizar nuestra particular peregrinación en bicicleta, deberemos buscar los caminos que nos permitan un pedaleo fácil, buscando siempre alternativas que nos alejen en lo posible del tráfico motorizado.
Para ello saldremos de Bilbao por la margen izquierda de la Ría, siguiendo el 'bidegorri' que desde el Casco Viejo nos lleva por Abandoibarra y el barrio Olabeaga, hasta Zorrotza, en alusión a la forma triangular “aguda” que toma ese barrio sito en la desembocadura del Kadagua en la ría bilbaina. Como gran parte de Bilbao y de su territorio histórico, los orígenes de Zorrotza están íntimamente unidos primero a la agricultura y ganadería, y posteriormente a la industria, llegando a acoger a la primera refinería del Estado y a la fábrica de los populares jabones Chimbo.
Desde aquí transitaremos por la carretera general a Balmaseda (el Corredor del Kadagua la ha dejado casi en exclusiva para uso ciclista) hasta el conocido como Puente del Diablo sobre dicho río, para acceder desde Kastresana al barrio barakaldés de Las Delicias, ya dentro del Camino oficial. Las leyendas sobre su origen son similares a otros relatos muy difundidos por toda la Europa occidental, según las cuales diversos puentes fueron construidos por el Diablo, quien ofrecía al constructor salvar las dificultades técnicas de la fabricación de la infraestructura a cambio de su alma. Su gran porte y solidez revelan la importancia de la infraestructura y de la función que cumplía dentro de una vía terrestre estratégica. Así, la monumentalidad de esta construcción se ve realzada por un notable valor histórico y simbólico.
Y pronto llegaremos a Irauregi, en el municipio de Alonsotegi, al que entraremos por un nuevo puente para retomar la ruta a la capital encartada. Estamos al pie de las montañas más emblemáticas de Bilbao y las sendas hacia las cumbres o hacia sus numerosas ermitas no pueden desviarnos de nuestro objetivo.
A la salida de Arbuio tomamos el 'bidegorri' conocido como Vía Verde del Kadagua, encarando un fuerte repecho al que sigue un largo y empinado descenso para pedalear relajados hasta el barrio de La Quadra, donde en un punto alto se alza la torre del linaje banderizo homónimo que controlaba el acceso al Valle de Salcedo, recreando una imagen sin duda bastante habitual en los momentos finales de la Edad Media.
Pronto, y siempre llaneando, entraremos durante unos centenares de metros en el municipio alavés de Okendo (algo que muchos encartados y bilbaínos ignoran), antes de llegar a Sodupe, en el lugar de encuentro de los cauces del Herrerías y el Kadagua. Es el núcleo mayor del municipio de Güeñes, al que nos dirigiremos siempre por el 'bidegorri' para descubrir la joya de la localidad: la portada plateresca de su iglesia de Santa María. Y con ella diversas villas, palacios y casas-torre dispersas por el municipio.
Y, ya que hablamos continuamente del “río que nos lleva”, deberemos hacer mención también al trazado ferroviario del tren de La Robla que comparte este tramo inicial de su recorrido hasta tierras leonesas con el de Santander, separándose ambos en el barrio al que llegamos a continuación, Aranguren, donde retomamos el 'bidegorri' por el que transitamos desde hace varios kilómetros. Estamos ya en un nuevo municipio encartado y el más poblado de todos ellos, Zalla, anteiglesia de rica historia de litigios fronterizos y antiguas ferrerías, que conserva un valioso legado histórico como el palacio barroco de los Murga del siglo XVII, actual sede del Ayuntamiento, y la parroquia San Miguel de Arcángel, fundada en el siglo XII, aunque fue ampliada en el siglo XVIII. Merece la pena salirse un poco del 'bidegorri' para visitar la ermita de San Pedro de Zarikete, ubicada a la vera del Camino Real en la ribera del río Kadagua y a la sombra de un frondoso roble, nieto del multisecular árbol de Gernika, a la que los zallucos acuden para curarse del “mal de ojo”.
Siguiendo el camino que une el municipio con la vecina villa de Balmaseda, encontramos el área recreativa de Bolunburu, un conjunto monumental formado por las ruinas de unas ferrerías y de un antiguo molino, por la preciosa ermita de Santa Ana y por la casa-torre homónima. Es un lugar ideal para hacer un alto en el camino, reponer fuerzas o disfrutar del entorno. Y en el barrio de La Herrera buscaremos de nuevo el 'bidegorri' junto a la ermita de San Antonio de La Mella, que nos aguarda agazapada en un recóndito paraje a la vera del Kadagua, justo enfrente del palacio Urrutia que conserva una fachada de sillería de finales del siglo XVII. Por aquí pasaba el antiguo Camino Real que desde Bilbao se dirigía a Balmaseda. Al otro lado del río y rodeada de un entorno rural se sitúa la Torre de Terreros, que se erige en la actualidad como una de las torres mejor conservadas de todas las Encartaciones.
Y en agradable paseo junto al río, pedalearemos en paralelo al canal de la antigua ferrería, luego hidroeléctrica de La Mella, para finalizar nuestro Donejakue Bidea en la primera villa bizkaina, Balmaseda, también atravesada por el Kadagua, sobre el que encontramos su monumento más representativo: el Puente Viejo, del siglo XIII. También son dignas de mención las iglesias góticas de San Severino y San Juan, así como el convento de Santa Clara y los palacios de Urrutia y Horcasitas en el paradigmático trazado urbano de la villa. En Semana Santa, durante dos días, se celebra una Pasión Viviente en la que participa todo el pueblo, constituyendo una de las mejores representaciones de este tipo, si no la mejor, a nivel nacional. En su gastronomía, destaca la “putxera”, un recipiente inventado por los ferroviarios del tren Bilbao-La Robla, para guisar a fuego lento unas insuperables alubias con tocino, chorizo y morcillas con las brasas de las locomotoras. Es el símbolo de Balmaseda. Y por supuesto, su 'txakoli' que se elabora desde el siglo XV. No me diréis que no es un final más que digno para las cuatro etapas del Camino del Norte o de la Costa que, tras pasar luego junto a la fábrica de boinas La Encartada y su peculiar museo, nos adentra en el burgalés Valle de Mena despidiéndonos de una experiencia inolvidable por algunos de los lugares más hermosos de Euskadi.
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