En el debate de los candidatos del jueves organizado por el diario El Correo, Imanol Pradales insistió en uno de los trucos que ya había empleado en días anteriores. Cuando se refiere a EH Bildu, la llama Sortu, el partido más importante de la coalición y que surgió en 2011 como sucesor de la ilegalizada Batasuna. Pello Otxandiano no lo dejó pasar y exigió respeto: “Yo estoy aquí como representante de EH Bildu”.
“Usted milita en Sortu”, le respondió el candidato del PNV. La intención de Pradales era obvia: relacionar a su gran rival con la izquierda abertzale del pasado, aquella que los votantes de su partido deberían estar interesados en frenar.
Si fuera así, las encuestas no ofrecerían un empate técnico entre ambos partidos, una situación sin precedentes en las autonómicas vascas. Bildu ha conseguido algo que parecía imposible: amenazar la hegemonía del PNV, aunque los segundos tengan todas las cartas para seguir al frente de Ajuria Enea con el apoyo socialista.
En las elecciones de 2016, el PNV sacó 16,2 puntos de ventaja a Bildu. Cuatro años después, fueron 11,2. Ahora están a la par y Bildu podría incluso acabar por delante en número de escaños. En otras palabras, EH Bildu ha llegado a un nivel de apoyo popular que habría sido casi imposible para Sortu en solitario.
El cambio no ha empezado con esta campaña. Arnaldo Otegi ya lanzó un mensaje nuevo con la formación de las candidaturas de los comicios de 2016. La vieja guardia tuvo que dejar paso a las mujeres que encabezaron las listas en las tres provincias, dos periodistas y una ingeniera. El proceso ha culminado con una coalición que ha dejado la reivindicación independentista en un rincón a la espera de tiempos mejores, aunque no sepa si llegarán alguna vez. Ahora toca hablar de educación y sanidad, de políticas feministas, de una política industrial activa y de solucionar el problema de la vivienda. Y de frenar a la derecha en Madrid.
“No hay una mayoría ahora mismo que quiera ejercer el derecho de autodeterminación”, dijo Otegi hace unos meses a este diario, “aunque sí hay una gran mayoría que quiere que se le reconozca este derecho”. No van a pisar el acelerador para acabar estrellándose como en el procés catalán.
Para encabezar la apuesta de este año, EH Bildu eligió a un ingeniero de telecomunicaciones de 41 años, cuyo único cargo electo anterior había sido ser concejal de su pueblo, Otxandio, unos años atrás. Fue una elección singular, no exenta de riesgos. Por momentos, Pello Otxandiano parece un tecnócrata de la izquierda abertzale con un estilo discursivo frío y sobrio, casi hierático en los debates televisados en los que nunca ha levantado la voz ni se ha dejado llevar por la pasión.
Ese carácter le llevó a responder a una pregunta sobre si estaba dispuesto a definir a ETA como un grupo terrorista con la misma frialdad con que hubiera comentado sus propuestas sobre la descarbonización de la economía.
La respuesta metió en cierto modo a ETA en la confrontación, porque fue aprovechada en especial por el PSOE. La campaña había comenzado con la idea compartida por todos los partidos de que hablar del pasado no iba a conceder votos a ninguno. Después se dijo que Otxandiano cometió un error, pero en realidad no utilizó un lenguaje muy distinto al de otros dirigentes de Bildu en Euskadi. Eso excluye utilizar la palabra 'terrorismo' en relación a ETA o conjugar el verbo 'condenar'. Lo que sí hacen es afirmar que nunca más se debería volver a una época marcada por la violencia y que esta debería haber acabado mucho antes.
El jueves, tocó rectificar o matizar. “Si con esas palabras yo pude herir la sensibilidad de las víctimas, pido perdón”, dijo en una entrevista en Radio Euskadi, como también lo hizo después en el debate. Otxandiano insistió en la necesidad de la reconciliación, que exige respetar “el dolor de las víctimas, en especial las víctimas de ETA”.
Esto último pasa por no ocultar el pasado y llamarlo por su nombre con todos los condicionantes que se quiera. De lo contrario, sería sinónimo de olvido. Sobre ese punto, esto es lo máximo a lo que puede llegar el candidato a lehendakari sobre las responsabilidades políticas en los años del terrorismo: “Una de las tradiciones políticas que hoy pertenece a EH Bildu fue agente de dolor en el pasado. Después, fue parte de la solución y hoy creo que EH Bildu está en disposición de ser agente de la reconciliación”. La descripción es correcta, pero es dudoso que implique emocionalmente a nadie y que convenza a votantes de otros partidos de la sinceridad de los dirigentes de EH Bildu.
Ese discurso en el que hay que analizar cada tramo de la frase para apreciar su significado no es lo que ha llevado a Bildu a su posición actual en las encuestas. Ni a que pueda ser la fuerza más votada en Álava, además de en Gipuzkoa.
En el mitin del jueves en Vitoria, el candidato destacó que más de una persona le ha dicho en la calle en la campaña que votará a Bildu por primera vez. A votantes como ellos, les anunció que apostará por “una política que busca puntos de encuentro, construir puentes, no trincheras”. Por duro que haya sido el pasado, es necesario hablar del futuro precisamente para que sea diferente.
Otxandiano ha prometido seguir “dando pasos” después de las elecciones, que no concretó, por la reconciliación. En la entrevista de la mañana, hizo un comentario que era tan ingenuo como certero: “La semana pasada, un representante de un partido no nacionalista que va en las listas le dijo a un representante de EH Bildu que va en las listas que nos preparásemos para esta semana, porque iban a venir con todo contra nosotros. ¿Eso qué significa?”.
Significa que Bildu está en condiciones de disputar en Euskadi la hegemonía al PNV y que también la historia, tu historia, siempre te perseguirá. El pasado no deja de existir y de contar por mucho que prefieras no hablar de él.
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