Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.
La trama Gürtel es el Watergate de Mariano Rajoy
Desde la noche de junio de 1972 en la que cinco mercenarios de Nixon fueron detenidos por la Policía irrumpiendo en el edificio Watergate hasta que el periódico Washington Post consiguió una primera conexión con la Casa Blanca pasaron menos de 48 horas. Mucho más tiempo tendría que transcurrir entre el 9 de febrero de 2009 -el día que se destapó la trama Gürtel con las detenciones ordenadas por Garzón- y el convulso 2013, cuando el caso se cruzó directamente en el camino de Mariano Rajoy con la publicación de ‘Los papeles de Bárcenas’ y los SMS entre el presidente del Gobierno y Bárcenas.
Las primeras reacciones del poder fueron similares. Lo que, según el jefe de prensa de la Casa Blanca Ron Ziegler, se trataba de “un intento de robo de poca monta” resultó ser una campaña ilegal de sabotaje del Partido Demócrata y uno de los mayores escándalos de la historia presidencial de EEUU. Lo que Mariano Rajoy describió como “una trama contra el PP” ha terminado en una trama sobre la financiación ilegal del PP y el mayor caso de corrupción que ha conocido un partido político durante la democracia.
Ben Bradlee, el mítico director del Washington Post durante el Watergate, escribe en ‘La vida de un periodista’ (Ediciones El País, 2000) sobre las primeras horas tras el asalto al edificio Watergate, sede del Partido Demócrata: “En su visita rutinaria a la Policía de Noche, el periodista Gene Bachinski echaba un vistazo a algunos objetos encontrados en los bolsillos de los arrestados. Incluídas varias agendas, en dos de las cuales encontró el nombre de Howard Hunt, junto con la anotación: ”C.B“ y ”Casa B“. ¡Bingo!”.
Algo parecido pero en versión spanish -un “joder la hostia” o similar- debieron gritar los periodistas que vieron por primera vez las iniciales “M.R” y “M.Rajoy” en las anotaciones que durante años el tesorero del PP, Luis Bárcenas, había recogido sobre la contabilidad B del PP. Esa contabilidad paralela del reparto de sobresueldos en Génova con el dinero aportado por empresarios patriotas.
Las grabaciones de Nixon y los SMS de Rajoy
Nixon cometió la temeridad de grabar sus conversaciones en dos de sus despachos de la Casa Blanca y no borró las cintas. Rajoy fue muy ingenuo al mandar los SMS “Luis, sé fuerte” y “hacemos lo que podemos” a Bárcenas. Las grabaciones que probaban que Nixon había encubierto el caso Watergate fueron su tumba política. Los SMS con Bárcenas parecían suficientes para que Rajoy se marchara a casa, pero siguió mintiendo y soltando chistecitos sobre lo regu que se le da usar el teléfono móvil.
Esos SMS revelaban el apoyo que durante años mostró Rajoy a su tesorero, mientras era acusado de graves delitos por los jueces y los medios de comunicación. De hecho, tal y como relata el periodista David Fernández en su libro ‘Gürtel, la trama’ (Libros.com, 2015), tras destaparse el caso en 2009, Bárcenas y Rajoy alcanzaron al menos dos pactos: el primero ese mismo año, un acuerdo en el que Rajoy pedía a Bárcenas que dejara el cargo de tesorero, pero de forma provisional, y podría seguir en su despacho en Génova, con secretaria y coche, y en su puesto de senador; y el segundo acuerdo en 2010 tras levantarse el secreto de sumario y conocerse más tropelías: Bárcenas debía dimitir como senador pero a cambio el PP le contrataría en secreto como asesor con una nómina de 21.300 euros al mes, y seguiría con coche, secretaria y acceso a Génova.
El 31 de enero de 2013, El País publicó ‘Los papeles de Bárcenas’ y ese mismo día el PP dio de baja en la Seguridad Social a Bárcenas. “El silencio del extesorero le ha costado al partido 724.202 euros en nóminas secretas”, escribe David Fernández. A los cinco espías que pillaron en el edificio Watergate también les pagaron para que guardaran silencio, pero no con una nómina secreta en Génova sino con dinero de una cuenta secreta en México.
Nixon se negó hasta lo indecible a soltar las cintas originales íntegras de sus grabaciones en la Casa Blanca pero no le quedó más remedio tras una sentencia del Tribunal Supremo. El PP, sin embargo, tuvo el tiempo suficiente para borrar y rayar hasta 35 veces los discos duros de los ordenadores que Bárcenas había dejado en Génova. Nixon movió sus hilos para controlar las indagaciones iniciales del FBI sobre el Watergate. Cuando el PP regresó a La Moncloa en 2011 destituyó al comisario general de la Policía Judicial que había impulsado la investigación de la Gürtel.
La hora de las confesiones
Estas últimas semanas al PP le está tocando vivir su momento McCord en el juicio de la trama valenciana de la Gürtel. James McCord había sido técnico de la CIA y fue uno de los espías detenidos en el edificio Watergate. En marzo de 1973, cuando ya había sido condenado por un jurado y esperaba a conocer cuántos años le caerían en la trena, McCord mandó una carta al juez John Sirica. Estaba dispuesto a hablar a cambio de una reducción de la sentencia. “En el juicio no han sido identificadas otras personas involucradas en la operación Watergate y ha habido presiones políticas para que los acusados se declararan culpables y permanecieran en silencio”, escribió McCord en la misiva. El juez hizo pública la carta y aquel día se demostró que aquello no era una operación de cinco pirados de Miami que trabajaban por su cuenta. Lo del PP tampoco era cosa de tres chorizos con bigote.
McCord tiene varios nombres en el PP: Francisco Correa, Álvaro Pérez ‘El Bigotes’ y el exsecretario general del Partido Popular en la Comunidad Valenciana, Ricardo Costa. Buscan un acuerdo con la fiscalía, una coartada o no tienen nada que perder. Y la consecuencia ha sido que Francisco Camps podría volver a ser investigado y que las afirmaciones de que Génova no sabía nada son insostenibles.
El exconcejal del PP en Majadahonda, José Luis Peñas, primer denunciante de la trama Gürtel allá por 2007, lo explica así de claro en el libro de David Fernández: “Lo sabían todo. ¿Cómo han reaccionado? Porque nadie fue a la Policía. Sólo yo, una mierda de concejal de una mierda de pueblo. ¿Sólo soy yo el que sabe esto?, ¿de verdad? Porque a Rajoy le avisan en su despacho de que Correa está haciendo chanchullos en Arganda delante de Esperanza Aguirre y el propio Bárcenas. ¿Que hizo Rajoy? Según él echarle de Génova. ¿Es lo que tienen que hacer? Tenía la obligación penal de haberle denunciado. Miró para otro lado. Todo es mentira salvo alguna cosa, eso te lo dice todo. Repito, ¿una mierda de concejal es el que sabe todo esto?, o es el único que tiene moral para denunciarlo y el resto se calla”. Fin de la cita.
Nixon era un reaccionario y Rajoy se ha especializado en el segregacionismo salarial de las mujeres. Nixon se desgañitaba contra los periódicos y Rajoy tiene a Soraya para que no se le desmanden. Nixon subestimó al periodista David Frost y fue noqueado en una entrevista legendaria. Rajoy sabía que en Onda Cero jugaba en casa pero desconocía que iba a quedar en ridículo siempre que le entrevistara Alsina y su sosegada inteligencia. Nixon era un paranoico y Rajoy está rodeado de paranoicos que no saben lo que piensa Rajoy. Cuando las cosas se le torcieron a Nixon, varios cargos republicanos fueron desertando. A Rajoy sus subordinados le siguen con una sandalia en la mano como a Brian por las calles de Jerusalén. Tanto Nixon como Rajoy ganaron elecciones a pesar de los escándalos, aunque Nixon era un genio de la política internacional y para Rajoy it´s very difficult todo eso.
Nixon, como Rajoy, evitó retirarse mientras le quedara una bocanada de oxígeno político pero finalmente dimitió. “Tuvimos suerte de que Nixon fuera lo bastante excéntrico como para instalar un sistema de grabación en la Casa Blanca, sin el que quizás habría completado su mandato”; reconoce en ‘Una historia personal’ (Libros del KO, 2016) la entonces editora del Washington Post, Katharine Graham. Rajoy no es excéntrico y no ha dimitido, aunque hay muchas razones para que ya lo hubiera hecho hace tiempo. Eso sí, después de lo ocurrido en los últimos días, el cerco se va estrechando poco a poco.
Desde la noche de junio de 1972 en la que cinco mercenarios de Nixon fueron detenidos por la Policía irrumpiendo en el edificio Watergate hasta que el periódico Washington Post consiguió una primera conexión con la Casa Blanca pasaron menos de 48 horas. Mucho más tiempo tendría que transcurrir entre el 9 de febrero de 2009 -el día que se destapó la trama Gürtel con las detenciones ordenadas por Garzón- y el convulso 2013, cuando el caso se cruzó directamente en el camino de Mariano Rajoy con la publicación de ‘Los papeles de Bárcenas’ y los SMS entre el presidente del Gobierno y Bárcenas.
Las primeras reacciones del poder fueron similares. Lo que, según el jefe de prensa de la Casa Blanca Ron Ziegler, se trataba de “un intento de robo de poca monta” resultó ser una campaña ilegal de sabotaje del Partido Demócrata y uno de los mayores escándalos de la historia presidencial de EEUU. Lo que Mariano Rajoy describió como “una trama contra el PP” ha terminado en una trama sobre la financiación ilegal del PP y el mayor caso de corrupción que ha conocido un partido político durante la democracia.