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Una exigencia política desigual

Conversaba con un amigo de la situación política actual, de la campaña que parece que tanto harta a unos y otros, pero que llena nuestro día y a día y me comentó, que como tantos, estaba cansado de la corrupción y la crisis. Pero me hizo un comentario muy acertado: “Nos podemos equivocar al votar, pero no cometamos el mismo error de hace 99 años”. Y tiene razón y no me canso de decirlo, pero no sé si alguien me oye. Me preocupan muchas cosas del futuro político, pero hay una del presente que conviene analizar: la exigencia desigual del electorado.

Espacios políticos de izquierda radical, o “reaccionaria”, en definición del catedrático Antonio Elorza,  espacios conservadores o socialdemócratas los hemos visto a los largo de los últimos 40 años de democracia en España. Pero nunca la exigencia ha sido igual. El votante conservador es fiel hasta el final y la prensa afín jamás dará por buena una crítica. Ya puede llover corrupción al PP que le afecta, pero poco. No sé ya si es una virtud o un lastre, pero es lo que hay y lo vemos elección tras elección.

En el caso del PSOE las cosas nos son tan sencillas. La prensa es mucho más crítica, incluida la teóricamente afín, la libertad de pensamiento interno es siempre una discrepancia absoluta y una crisis y la corrupción de sus gentes la pagan. Todo esto, sinceramente, me parece bien. Cuentan con elector sensible. Otra cosa es en lo que derive esta sensibilidad y las consecuencias que traiga. La socialdemocracia es una corriente política consolidada en Europa y que ha traído mucho bienestar al viejo continente y, por supuesto, a España. Y no se ha hecho sin cometer errores, algunos graves.

Pero este planteamiento no puede llevarnos a un gran error como el de 1917 y a perdonar todo aquel que nos promete el cielo y cuya práctica política día a día solo tiende al asalto del poder. Podemos es un partido divido en el que Iñigo Errejón, la opción moderada, y Pablo Iglesias, el cartel electoral, prácticamente no se hablan. Errejón se siente traicionado, quiso abstenerse en la investidura de Pedro Sánchez y no ha querido pactar con IU. Iglesias ha roto con los moderados y se ha echado en brazos del sector más duro de la izquierda alternativa y anticapitalista. Gente que lleva en política de forma fracasada tantos años como el propio Iglesias. Toda su vida adulta.

Esto sería solo su crisis interna de la que se habla poco frente, por ejemplo, a las discrepancias de Susana Díez y Pedro Sánchez en el PSOE, que están cada día en los medios. Pero hay mucho más. Es imposible ser transversal, ser hoy socialdemócrata, llevar dentro de tu coalición al Partido Comunista y ser si conviene nacionalista catalán o vasco y el mayor patriota español. Es pura retórica y travestismo. Nos toman por estúpidos y nos lo dan recubierto del marketing de una multinacional sueca, que aunque de aspecto amable, es una multinacional; algo que en el ideario Podemos es algo así como un enemigo por definición.

Vale todo para llegar al poder es la premisa política del señor Iglesias. Es la amoralidad política absoluta de un mensaje de promesas a la carta que tampoco se sabe muy bien qué es y que, como decía mi amigo, suena a repetir los errores de hace 99 años. Pido al elector que vote y decida. Yo siempre aceptaré el resultado y aunque no me guste y no lo comparta no diré que no me representa. Acudan a votar y piensen que cada voto es importante y que cada voto tiene consecuencias directas sobre el resultado. Seamos exigentes, pero seámoslo con todos por igual.

Conversaba con un amigo de la situación política actual, de la campaña que parece que tanto harta a unos y otros, pero que llena nuestro día y a día y me comentó, que como tantos, estaba cansado de la corrupción y la crisis. Pero me hizo un comentario muy acertado: “Nos podemos equivocar al votar, pero no cometamos el mismo error de hace 99 años”. Y tiene razón y no me canso de decirlo, pero no sé si alguien me oye. Me preocupan muchas cosas del futuro político, pero hay una del presente que conviene analizar: la exigencia desigual del electorado.

Espacios políticos de izquierda radical, o “reaccionaria”, en definición del catedrático Antonio Elorza,  espacios conservadores o socialdemócratas los hemos visto a los largo de los últimos 40 años de democracia en España. Pero nunca la exigencia ha sido igual. El votante conservador es fiel hasta el final y la prensa afín jamás dará por buena una crítica. Ya puede llover corrupción al PP que le afecta, pero poco. No sé ya si es una virtud o un lastre, pero es lo que hay y lo vemos elección tras elección.