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Lo siento, está embarazada

Ainhara Díaz Hernández

13 de julio de 2020 20:05 h

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Llega diez minutos antes por si acaso. No ha dormido nada en toda la noche pensando en qué pasará cuando esté ahí, aunque las pasadas noches tampoco han sido mucho mejores para ella. Desde que le dieron la noticia no ha parado de pensar en ello, la verdad es que han tardado demasiado en darle la cita. No ha parado de morderse las uñas desde que ha llegado. “Garazi López”, dice una de las enfermeras. Ella se levanta soltando la mano de su novio y sigue a la enfermera por el pasillo. Ha llegado el momento, ya no hay vuelta atrás. Cuando vuelva a cruzar esa puerta ya no estará embarazada, habrá abortado.

Garazi no es Garazi. Esta joven de 23 años prefiere mantener su anonimato porque su familia no sabe nada del tema. Estudia marketing y trabaja en un bar de su pueblo por las tardes. Hace aproximadamente tres meses le dijeron que estaba embarazada. “Yo pensaba que sería como la otra vez que fui, una preocupación tonta, que los síntomas estaban en mi cabeza. Pero cuando la médica me dijo que era positivo me quedé blanca”, cuenta. Llevaba dos semanas de retraso cuando decidió pedir cita con la matrona y hacerse la prueba de embarazo. Tenía síntomas que no había experimentado antes, como el dolor constante del vientre y los senos muy sensibles. Sin embargo, tenía la esperanza de que lo que se avecinaba fuese una menstruación fuerte y no lo que le sucedió a continuación.

“Lo primero que te preguntan es si deseas tenerlo o interrumpirlo. Si la decisión la llevas premeditada y bien clara te dan un sobre y un papel con un código”. Según el Artículo 14 de la Ley Orgánica 2/2010 deben pasar tres días naturales desde que se recibe el sobre (de manos de un especialista) hasta que se procede a realizar la citación de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Olga Polo, matrona de Osakidetza en Llodio (Álava), aclara que solamente podrá realizarse la interrupción por petición de la mujer si la gestación no supera las 14 semanas. En el caso de Garazi determinó que ésta tendría alrededor de 6-7 semanas de gestación.

95.917 es el número de mujeres que decidieron abortar en 2018 según el Ministerio de Sanidad

“La matrona me lo explicó todo aquel día, el código del papel era mi número de expediente. Ese papel era lo que me hacía no tener que pagar en la clínica”. Garazi asegura que, si no fuese gracias a que la Seguridad Social se encarga del coste, ella no podría hacerlo por su cuenta. El Departamento de Salud del País Vasco explica cómo “la prestación de la IVE es financiada por el sistema de salud público a todas las mujeres que cumplan las condiciones de la Ley, la soliciten, y tengan derecho a la asistencia sanitaria pública”. Es posible realizar la interrupción por vía privada si así se prefiere, aunque el coste de esta depende del periodo de gestación, su precio oscila entre los 300 y 500 euros en España. 95.917 mujeres optaron por la interrupción del embarazo en el año 2018, teniendo en cuenta los casos públicos y privados que reconoció el Ministerio de Salud el año pasado. 

Garazi no dudó en ningún momento de la decisión que había tomado, pero hubo algo que le sorprendió. El sobre contenía en el interior un 'tocho' con información sobre las posibles ayudas económicas que ofrece la comunidad autónoma en caso de querer continuar con el embarazo. Dan información de cada centro clínico situado en todo el País Vasco, su contacto y dirección. Además, incluyen un apartado en el que se explican los procedimientos a seguir ante una posible discriminación a la embarazada o una marginación social voluntaria por parte de la misma. El psicólogo Rubén Monreal, especializado en trastornos de ansiedad y bullying, asegura que estas madres primerizas tienden a distanciarse mucho de las amistades o contactos externos a la familia, lo que en algunos casos termina por producir cierta discriminación. “La mayoría de madres adolescentes sufren algún tipo de ansiedad postparto o post trauma, creado por la nueva situación a la que le deben hacer frente. Ellas no se veían siendo madres tan jóvenes, y algunas se ven desbordadas por la situación. Esto sucede sobre todo con aquellas que son madres solteras desde muy jóvenes”. Rubén termina aclarando que “es un tema que a pesar de ser más común de lo que se piensa, aún se ve como algo fuera de lo normal”.

Procedimientos diversos

La enfermera entra con Garazi a una de las pequeñas salas de la clínica, sin apenas tener contacto visual le pide que se quite toda la ropa de la parte inferior de su cuerpo, y que se tumbe en la cama que hay a su lado. Una vez tumbada, le pide al doctor que entre en la sala. Este entra sin decir una sola palabra y comienza su trabajo. Empapa el instrumento de un gel y lo introduce en ella, le están haciendo una ecografía. Nota cómo se tensa al ver la pantalla, el médico le indica con un dedo dónde se sitúa el feto y le dice “estás de casi ocho semanas”. Seguidamente retira el instrumento y se va. La enfermera limpia la zona y fríamente la manda vestirse.

En España hay diversos centros clínicos de ayuda a la mujer para casos de ayuda psicológica por IVE

“Estaba muy asustada, no sabía exactamente lo que venía a continuación. A mí la matrona me dijo que podría abortar con pastillas porque estaba de menos de 7 semanas seguramente. Pero cuando el médico me dijo que eran más me temblaba el pulso” dice Garazi recordando cómo había comenzado todo. Le habían explicado que si la gestación superaba las 7 semanas el procedimiento debía ser diferente, pero no le concretaron lo que debía pasar si ese era el caso.

Cuando se procede a hacer una interrupción del embarazo hay 3 posibles maneras. La primera de ellas suele ser la más usada y es farmacológica. El procedimiento se realiza introduciendo dos pastillas en el útero de la mujer, las que causarán, al de un determinado tiempo, un desprendimiento de lo que aún no llega a ser un feto. La mujer en cuestión no requiere ningún tipo de hospitalización. 

El segundo procedimiento es el que Garazi vivió en primera persona, y posiblemente el más doloroso de los tres. “Me cambié en un cuarto muy pequeño y me metieron a un quirófano del mismo tamaño. Había una cama y una silla enfrente. A mi lado tenía la máquina que daba mis constantes, y al otro lado estaba la máquina con la que me aspiraban”. El procedimiento se denomina aspiración o legrado, 100.000 mujeres optaron por él en 2019. “Se introduce un instrumento que aspira el útero ininterrumpidamente. El procedimiento dura aproximadamente 10 minutos, pero puede ser bastante doloroso para algunas mujeres”, explica el licenciado en ginecología y reproducción humana Gorka Gutiérrez.

El último procedimiento es instrumental o quirúrgico, al igual que el anterior. Consiste en practicar una incisión en el útero a través del abdomen materno para extraer por ella al feto, ya en avanzado estado de desarrollo, y la placenta. Habitualmente, en los centros donde esta práctica se realiza, se extraen niños vivos, dejándoles morir después. En ocasiones se inyectan sustancias cardiotóxicas para conseguir su muerte, tal y como indican en la organización sin ánimo de lucro abortar.org. Este procedimiento requiere hospitalización de al menos 24 horas en estado de observación, para asegurar la salud de la embarazada. 

En los dos últimos procedimientos existen riesgos de que hayan quedado restos de tejido en el útero, aunque no suele ser muy común. Siendo así se procedería a realizar un legrado obstétrico, una técnica similar a la de por aspiración. El doctor comenzará dilatando el útero hasta que sea lo suficientemente grande para introducir la cánula en él, y el profesional de la salud aspirará. Por último, hará un raspado uterino para asegurarse de la extracción total de los tejidos. En este caso la mujer se quedará en observación unas horas hasta poder salir por su propio pie del centro clínico, y a no ser que haya alguna otra complicación, no será necesario que vuelva a este.

Dolor y contracciones

“Intenté aguantarme el dolor, pero no podía más, estaba viendo como los tubos que había enganchados a la máquina se estaban llenando de mi sangre. Tenía la sensación de que me estuviesen arrancando algo de dentro. La enfermera tuvo que sujetarme porque levantaba la pelvis todo el rato y tenía contracciones que según ella solamente me hacían más daño”, cuenta. El médico tuvo que pedirla paciencia, y cuando solamente quedaban dos minutos Garazi estuvo a punto de desmayarse. Gorka Gutiérrez explica que es normal que durante ese procedimiento la mujer tienda a contraer el cuerpo a modo de defensa: “El cuerpo responde de manera automática y poco se puede hacer cuando sucede eso”.

Después de la intervención las enfermeras llevan a la mujer a una habitación donde la inyectan un calmante para que se le pase el dolor causado por este procedimiento. No tienen un tiempo determinado de espera, pero según una enfermera de la Clínica Euskalduna de Bilbao, suelen rondar entre una hora o dos. “La paciente se queda en esa habitación hasta que está preparada para salir por su propio pie de la clínica, nosotras la atendemos en lo que haga falta hasta que decide que puede irse”, explica.

“No estás sola”

Garazi tuvo a su lado a su novio durante todo el proceso, él fue quien la acompañó a la clínica tanto el día de la interrupción como el día de la posterior consulta obligatoria. A pesar de ser algo que solamente Garazi sufrió, él es consciente de lo que pudo significar para ella y no quiso dejarla sola ni un minuto. “Yo sabía que podía pasarlo mal, aunque ella dijera que estaba bien y que lo tenía claro. Al fin y al cabo, quiera o no tenía un hijo dentro e iba a quitárselo por voluntad propia. No creo que eso tenga que ser fácil, aunque se sepa lo que se quiere”, opina Lucas, el novio de la joven. Lucas tampoco es Lucas, debido a que este prefiere el anonimato también para no levantar sospechas. En un principio él se planteó la posibilidad de tener al hijo, pero asegura que después de unos días se dio cuenta de que no podrían educarlo como le gustaría y que la mejor opción era no tenerlo en aquel momento.

Llega diez minutos antes por si acaso. No ha dormido nada en toda la noche pensando en qué pasará cuando esté ahí, aunque las pasadas noches tampoco han sido mucho mejores para ella. Desde que le dieron la noticia no ha parado de pensar en ello, la verdad es que han tardado demasiado en darle la cita. No ha parado de morderse las uñas desde que ha llegado. “Garazi López”, dice una de las enfermeras. Ella se levanta soltando la mano de su novio y sigue a la enfermera por el pasillo. Ha llegado el momento, ya no hay vuelta atrás. Cuando vuelva a cruzar esa puerta ya no estará embarazada, habrá abortado.

Garazi no es Garazi. Esta joven de 23 años prefiere mantener su anonimato porque su familia no sabe nada del tema. Estudia marketing y trabaja en un bar de su pueblo por las tardes. Hace aproximadamente tres meses le dijeron que estaba embarazada. “Yo pensaba que sería como la otra vez que fui, una preocupación tonta, que los síntomas estaban en mi cabeza. Pero cuando la médica me dijo que era positivo me quedé blanca”, cuenta. Llevaba dos semanas de retraso cuando decidió pedir cita con la matrona y hacerse la prueba de embarazo. Tenía síntomas que no había experimentado antes, como el dolor constante del vientre y los senos muy sensibles. Sin embargo, tenía la esperanza de que lo que se avecinaba fuese una menstruación fuerte y no lo que le sucedió a continuación.