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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Hablemos de Cultura (EGI)

Quiero comenzar este artículo hablando de cultura. La cultura de relacionarse con personas con las que tenemos un vínculo social, político, cultural o de tiempo libre. La cultura de reunirse para hablar, compartir visiones sobre diferentes aspectos, de “saber de tu gente”, de escuchar y contrastar opiniones.

Hablo de la cultura de las relaciones con nuestra gente. El individuo tiende a relacionarse con aquellas personas con las que tiene intereses en común. En tu casa o en la mía. De bares o en las lonjas. En la cena de clase o en la calle. Sí, en la calle.

La calle es de todos y de todas. Los niños juegan en los parques mientras sus progenitores comparten vivencias sobre su nuevo estatus de “padres y madres”. Los dueños de los perros charlan mientras sus mascotas corretean en busca de la pelota perdida.

Y los jóvenes hablamos de nuestras cosas. Estudios y ligues. Amistades o enemistades. El presente y el futuro. Lo complicado que es buscar un empleo. O de emanciparse. Cada momento de nuestras vidas tiene unas preocupaciones y cuando uno ha pasado esa etapa, debe recordar con una mentalidad abierta lo vivido, sin utilizar la “fusta del decreto prohibitivo” a quienes lo están viviendo.

Dicen que la juventud es un divino tesoro. Más que un tesoro, es un potencial. Una etapa que recordarás toda tu vida. Con sus pros y sus contras. Con aciertos y con errores. Pero déjennos que seamos los protagonistas de nuestra propia historia los que asumamos nuestros errores. Por que es de donde vamos a aprender.

Sí. Se cometen errores. Beber o consumir drogas no tiene por qué ser visto como un mal endogámico. El error se comete cuando esto no se hace de una forma responsable o comedida. Sin darse cuenta de las repercusiones que ciertos abusos tienen en nuestro día a día. O en la misma noche sin ir más lejos.

No es lo mismo beber que beber. No solo es cuestión de cantidad. También de hábitos y costumbres. Podemos estar acostumbrados a mantener las relaciones sociales con una copa en la mano. O con dos. El problema es que cuando no sabemos socializarnos sin el. El problema es cuando uno sale a obtener los “discutibles réditos que la bebida aporta”.

El botellón en sí es una forma de socialización “al alcance de todas” para poder hablar y compartir ideas y opiniones. Y probablemente estemos hablando de la última vía para aquellos que unen sus relaciones sociales con el consumo del alcohol. No todo el que participa en estas uniones caerá en el peligroso vínculo de no asociar el ocio y el tiempo libre con otras posibles actividades. Pero para ello, deben ser las instituciones las que se impliquen en ofrecer y divulgar una oferta cultural, social o lúdica apta para la mayoría de la juventud.

Seremos nosotros los que decidamos libremente consumir o no. Pero lo hemos de hacer de una manera responsable. Si queremos que se nos trate como personas maduras, hemos de comportarnos como tal.

Anteriormente he hablado de la libertad de los y las jóvenes. Pero sabemos que las libertades de uno (o unos cuantos) tienen repercusión directa con el “pacto social” que todo individuo debe cumplir en una sociedad. Hablo de unos mínimos. Y estas nuevas maneras de socialización enredan la convivencia entre diferentes. Sí. Lo hacen.

Las soluciones existen. Ofertas que no tengan porque vincular el ocio con el alcohol. Espacios donde la libertad de los más jóvenes no tenga repercusión directa en el resto de la sociedad. Y la solución también se llama educación. No es cuestión de educar a nuestras jóvenes como un concepto negativo y prohibitivo del consumo del alcohol como tal. Podremos enseñar que hay diferentes maneras de disfrutar del tiempo libre. Y dar una oportunidad real para que lo hagan.

He comenzado este artículo hablando de la cultura. He hablado de cambios culturales. De cambios en la manera de socializarnos. De cambio de hábitos y de costumbres. Después de todo, los jóvenes nos diferenciamos mucho de nuestros progenitores. El elemento sigue siendo el mismo, aunque nuestras respuestas hayan cambiado. Lleguemos pues, a acordar entre todos las “reglas” que permitan la libertad de decisión y de espacios que lo hagan posible. Y de alternativas, que también debemos ofrecer.

Dejando de lado las prohibiciones y apostando más por métodos educativos donde nosotros mismos podamos opinar y participar. Y defendamos nuestra libertad y el derecho a equivocarnos.

Quiero comenzar este artículo hablando de cultura. La cultura de relacionarse con personas con las que tenemos un vínculo social, político, cultural o de tiempo libre. La cultura de reunirse para hablar, compartir visiones sobre diferentes aspectos, de “saber de tu gente”, de escuchar y contrastar opiniones.

Hablo de la cultura de las relaciones con nuestra gente. El individuo tiende a relacionarse con aquellas personas con las que tiene intereses en común. En tu casa o en la mía. De bares o en las lonjas. En la cena de clase o en la calle. Sí, en la calle.