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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Acuerdo necesario, información veraz

La consejera de Educación, Begoña Pedrosa

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Afirma el pensador alemán Byung-Chul Han que la información nos hace miopes y precipitados; que corremos detrás de la información sin alcanzar un saber y que tomamos nota de todo sin obtener un conocimiento. Lejos está mi intención de contradecir al sabio, pero, para quienes vivimos apegados a mejorar el conocimiento personal, sabernos bien informados o informadas es vital. Recibir, comparar y compartir información es síntoma de persona formada, crítica y responsable.

Esta introducción viene motivada por la cadena de noticias desde la firma del nuevo acuerdo regulador de las condiciones de trabajo del personal docente no universitario entre el Departamento de Educación del Gobierno Vasco y la mayoría sindical. Informaciones contradictorias que, con intenciones distintas, obligan a la ciudadanía a un ejercicio de Tetris prácticamente irresoluble. Dependiendo de su origen -no firmantes o firmantes de según qué lado de la mesa negociadora- se han preguntado acerca de la idoneidad de la firma del acuerdo. En mi opinión, la respuesta, que después matizaré, es SÍ.

La negociación de un acuerdo laboral debe plantear mejoras futuras, partiendo de un presente conocido, pero sin perder de vista las condiciones de los anteriores. Quince años después de la firma del último Acuerdo, la administración educativa vasca no solo no había completado el desarrollo del mismo, sino que, en algunos aspectos, lo había empeorado, obligando a la parte social a presentar demandas ganadas tras sentencias judiciales.

El inicio de las negociaciones era complicado por la desconfianza mutua y ello a pesar de haberse firmado en los últimos años (2018 y 2022) acuerdos parciales con la mayoría sindical que recuperaban parte de ese terreno perdido desde 2012. Era, por tanto, una tarea enorme: obligar a la Administración vasca a revisar todo el articulado para tomar medidas de acercamiento a la realidad de una educación vasca cada vez más compleja (diversidad cultural, enseñanza personalizada, adaptación tecnológica, bienestar emocional, descenso demográfico, …). Para ello se contaba con un profesorado valiente y una confluencia sindical, seguros ambos de sus reivindicaciones y convencidos de la fortaleza que juntos representaban.

Todo presagiaba una negociación tensa, sujeta a altibajos, pero con un objetivo común: firmar un buen acuerdo que llevara la tranquilidad a las aulas, motivara al profesorado y dotara de recursos suficientes a fin de preparar al alumnado para los retos educativos que tiene por delante. Los precedentes no eran malos: Ertzaintza y el sector concertado de la educación vasca habían llegado a acuerdos interesantes; incluso colectivos de la enseñanza pública, como el personal de cocina y limpieza y el educativo laboral habían sellado mejoras significativas. Parecían correr vientos favorables. Sin embargo, los comienzos no fueron los deseados.

Los sindicatos pronto comprendieron que la actitud del Departamento era negociar a ritmo excesivamente pausado, con unas propuestas demasiado laxas y con unas posiciones muy alejadas de las reivindicaciones presentadas. Así se fraguaron las movilizaciones que la mayoría sindical promovió entre el profesorado. No se podían aceptar unos salarios diezmados por el IPC, una burocracia desmesurada, una interinidad aún exagerada y unas medidas de rejuvenecimiento de plantillas poco ajustadas a la realidad.

La respuesta del colectivo docente fue magnífica. Las llamadas a la participación en las movilizaciones no se hicieron esperar y cada nueva convocatoria de huelga era respaldada por más personal y con manifestaciones cada vez más numerosas. Pese al intento del Departamento por minimizar el alcance del descontento y la apelación a la búsqueda de una escuela de calidad desligada de las mejoras reivindicadas por el profesorado, el nuevo llamamiento sindical a continuar con más jornadas de huelga obligó a la consejera a negociar bajo nuevas premisas y a plantearse asumir las reivindicaciones salariales.

De esta manera, el nuevo texto recoge una reducción horaria en las etapas de Infantil y Primaria de dos horas (en dos cursos escolares), manteniendo las 17 horas en Secundaria, incluida la dedicada al programa de innovación educativa Hedatze (hasta ahora, fuera del horario lectivo). Se reducen las ratios alumnado/grupo en Primaria. Se aumenta la contratación de profesorado para Orientación y Consultoría, coordinación de Bienestar emocional, PRL y ALE. Se diseñan los recursos de mentores para proyectos lingüísticos de ayuda al alumnado migrante. Aumenta el número de especialistas en talleres de Formación Profesional. Se aumenta el reparto de horas a los equipos directivos, saturados de trabajo burocrático. En total, se calcula por encima de 400 los nuevos recursos docentes que se incorporarán a lo largo de los dos próximos años para aliviar la carga de trabajo y dar un salto de calidad en el sistema educativo público vasco.

El capítulo de mejoras sociales para el profesorado también crece; entre otros, a destacar más horas en el permiso de lactancia y de maternidad/paternidad y el nuevo permiso de acompañamiento a hijos/as menores de edad al médico, así como el compromiso de revisiones médicas cada tres años máximo. De igual modo, el personal interino también ve mejorada su situación laboral por su igualdad con las mejoras que disfrute el personal funcionario; se recupera el pago vacacional para quienes trabajen 165 días -aunque permanecen flecos que será preciso eliminar- y se realizará un plan específico para quienes superen los 55 años. Se adelantan mejoras en las convocatorias de próximas OPEs, especialmente facilitando los temarios obligatorios, material y modelos orientativos para la elaboración de las pruebas.

Otra de las reivindicaciones sobre las que se ha actuado ha sido el plan de rejuvenecimiento de las plantillas. Cada vez es más complicado trabajar en el aula cuando se superan los 60 años y, a la disminución de energía propia de la edad, se unen unas generaciones de jóvenes cada vez con mayor diversidad y complejidad. Según el acuerdo firmado, se posibilita la acumulación de las reducciones de jornadas, con la intención de adelantar la jubilación y se articulan nuevas medidas compensatorias para quienes deban retrasar su salida del sistema más allá de los 65 años.

La subida salarial se convirtió pronto en una línea roja para ambas partes negociadoras. Las negativas de la Administración a entender la reclamación sindical de recuperar parte del poder adquisitivo perdido durante años de recesión económica fueron malinterpretadas y hasta ridiculizadas por la propia consejera Pedrosa, que redujo todo el capítulo de reivindicaciones sindicales a este asunto, contraponiéndolo a la posible mejora de la calidad de la enseñanza pública, como si fueran excluyentes. (Una calidad que se encuentra estancada desde hace años, según los estudios propios y externos de las evaluaciones de diagnóstico y últimos Pisa). Esta cuestión, junto al no reconocimiento de encontrarse frente a un conflicto laboral, encresparon los ánimos y forzaron a la mayoría sindical a una nueva convocatoria de jornadas de huelga previstas para principios de mayo.

Ambas partes sabían que la forma de desatascar el conflicto requería la negociación de, al menos, dos asuntos cruciales, el salarial y los recursos humanos. Encauzado convenientemente el segundo, era el momento de hincar el diente al primero. Así comenzó el baile de números, 8% de subida condicionada a parámetros macroeconómicos como el PIB lineal, 6% desarrollado en más años… Al final, se impuso la cordura y la Administración, aceptando que esa subida debía ser lineal - beneficiando hasta al último de las docentes- y definida por sí misma, sin otros indicadores socioeconómicos. Además, se actuaría donde el Departamento tiene competencia económica: en la modificación del complemento específico de cada nómina, hasta ese momento “sancta sanctorum” intocable, que, por arte de magia perdió su intangibilidad. El mantra que han defendido durante años distintas personas negociadoras del Departamento perdía su sentido. Como castillo de naipes volátil desparecía. Así, llegó el desenlace.

La parte sindical es consciente de que no todo estaba conseguido, de que seguía habiendo reivindicaciones pendientes como la salud laboral -ese gran elefante invisible para las diversas administraciones-, el reconocimiento en la antigüedad de todos los servicios prestados, la compensación por estancias con pernocta, o un tratamiento actualizado de etapas educativas como la Educación Permanente de Adultos, Escuelas Oficiales de Idiomas y Conservatorios, entre otras.

Dejo para el final la negociación por la reducción del desmesurado trabajo burocrático que a día de hoy desarrolla la totalidad del personal docente. Asunto no baladí que interfiere y mucho en la exigida mejora de la calidad de la educación pública vasca. Este cometido, más que la reivindicación salarial -derecho sindical incuestionable al que la consejera redujo todas las reclamaciones- es el que debe marcar un antes y un después en la mejora del trabajo docente cotidiano y, por ende, en la superación de los límites actuales de calidad educativa. En este sentido, el Acuerdo recoge la creación de una comisión paritaria que defina, evalúe y disminuya esta carga a límites que no interfieran en la tarea fundamental de cualquier trabajador/a: educar, formar, desarrollar las capacidades de todo el alumnado.

Hay margen, como se ve, para continuar mejorando un pacto a lo largo del tiempo, sin pausa, desde el mismo momento de la publicación del acuerdo en el BOPV. La sociedad vasca lo demanda y el conjunto del colectivo docente lo exige.

Volviendo al reciente Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, Byung-Chul Han, es más que posible que contemplar detenidamente las cosas, sin más intención, podría ser una buena fórmula de felicidad, ajena a la caza de la información. Esta, la información, sin embargo, forma parte de nuestra vida, además, en proporción mayor cada vez: nos rodea, alegra, entristece, aprisiona, en ciertos casos. De ahí que el filósofo lo tenga claro: la información forma parte de las “no-cosas”, información digitalizada que desnaturaliza las cosas del mundo informatizándolas.

Por eso, dentro de las no-cosas deberían aparecer algunas informaciones que, bajo el paraguas de la argumentación sectaria, dirigida, deslinda falsedades buscando instalar un mensaje de odio y rechazo. El único sindicato no firmante de este acuerdo (y que no lo hace desde el año 2002) ha tratado de desacreditarlo con arremetidas como “trampa estadística”, “imposición” de incrementos salariales o “mejoras superficiales”. Será lícita cualquier crítica que justifique un posicionamiento contrario, pero sólo aquella que se base en la verdad, es digna de crédito.

A modo de resumen, el acuerdo regulador firmado el pasado 9 de mayo es fruto del esfuerzo colectivo de muchas personas, sindicalistas o no, que llevan luchando varios años, especialmente en los últimos y decisivos días. Este es el camino y no otro. Que nadie dude de que sin presión nunca habrá mejoras sociolaborales y que es necesario continuar persiguiendo objetivos, quizás utópicos, siempre necesarios. Aspirar a un futuro mejor pasa sin duda por continuar trabajando en la mejora de cualquier acuerdo. Ahí estará el futuro.

En fechas tan próximas al fallecimiento de un hombre tan peculiar como el expresidente de Uruguay, Pepe Mujica, es necesario recordar su reflexión sobre el no entendimiento: “En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas”. Pues eso.

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