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Un año lejos de la calle

Hoy se cumple un año de gestión del Gobierno vasco y toca hacer balance en un momento marcado por la negociación presupuestaria. Precisamente por el contexto, toca hacer balance no desde el punto de vista de la alta política, donde al Ejecutivo de Iñigo Urkullu le gusta moverse porque ahí justifica sus incoherencias y su falta de eficacia con debates identitarios y ficticios. Toca hacer balance desde la racionalidad, desde la perspectiva de la ciudadanía.

Pese a que la calle no quiere pose sino trabajo efectivo que mejore su vida diaria, el Gobierno vasco ha descuidado la gestión para abrazar la foto. Así, en lo que va de legislatura ha logrado convertir el Concierto Económico en una herramienta que ahoga el bolsillo de los vascos con impuestos y les carga una mochila que no lleva el resto de España.

Por eso el PP vasco está obligado a no ceder, a anclar su posición y a decir alto y claro que el autogobierno no debe servir para asfixiar a la ciudadanía, sino para darle alas, para que esta pueda volver a ilusionarse. Nuestra postura implica riesgos, pero más riesgos corren quienes en Euskadi aún no han recobrado la estabilidad económica que tenían antes de la crisis o quienes siguen sin recuperar el empleo que perdieron.

Tras este primer ejercicio de legislatura ya sabemos que las Haciendas vascas recaudarán 14.367 millones de euros este año. Casi el doble del incremento de la recaudación prevista para 2017. Aun con estos ingresos extra y las previsiones de crecimiento, el Gobierno vasco sustentado por PNV y PSE ha venido apostando por un modelo que no devuelva el esfuerzo realizado por los ciudadanos durante la crisis. Que siga sin bajar un Impuesto de Sociedades del 28% al 23% para las pymes y al 19% para las micropymes. Que siga sin aumentar del 25% al 30% la deducción por alquiler de vivienda habitual para menores de 30 años. Que siga sin aliviar la presión fiscal de las rentas medias y bajas. Tras un año de gobierno, y gracias a esta política fiscal, sabemos no sólo que se dejarán de crear seis mil puestos de trabajo, sino que en el horizonte, y si el PNV no termina de ceder, un muro fiscal evitará recuperar los 40 mil empleos perdidos durante la crisis.

Insisto en los datos no porque estos sean importantes, que lo son, sino porque detrás de cada cifra hay personas con nombres y apellidos. Y pese a la autocomplacencia del Gobierno vasco, datos como los proporcionados por la Encuesta de Población Activa (EPA) presentan a Euskadi como una de las únicas tres comunidades autónomas en las que el paro creció en el tercer trimestre. Compartimos podio con Murcia y Andalucía. Datos como los dados por el último Informe Laboral de Euskadi, que desvela que mientras en el resto de España la tasa de paro de larga duración ha caído del 61% al 56%, en Euskadi ha aumentado hasta el 62%, convirtiendo a la CAV en la región que encabeza el ranking de este tipo de desempleo.

No se trata de algo puntual. Lo explicó CCOO de Euskadi cuando el pasado mes de octubre, a raíz de la EPA, exigió a la Administración pública vasca “que abandone el discurso de falso optimismo en el que se ha instalado”, que se comprometa “con un presupuesto que priorice las partidas para el empleo y la protección social y con un mayor compromiso con el diálogo social abierto con los agentes sociales”. En definitiva, que deje de alejarse de la calle.

La calle, al fin y al cabo, no ha sido una prioridad para Iñigo Urkullu y sus socios de Gobierno en estos últimos 365 días porque en este periodo han estado más pendientes de Cataluña que de un sector industrial vasco que ha perdido 11 mil empresas en 2016 y que ha pasado de representar el 29,7% del PIB en 2008 a un 23,3% en 2017. Más pendientes de Quebec que de la estabilidad económica de Euskadi. Más pendientes de hacerse con la competencia de las cárceles y ganar así simpatías en caladero abertzale que de restaurar el prestigio perdido de la Educación vasca, que hoy cosecha los peores resultados de su historia. Más pendientes de utilizar la mejor herramienta de nuestro autogobierno, el Concierto Económico, para castigar el bolsillo de los vascos con impuestos que de usarla para generar competitividad. Con todo, si este Gobierno quiere presupuestos para 2018, deberá apresurarse. Quienes demandamos política real estamos donde debemos estar y no nos moveremos.

Hoy se cumple un año de gestión del Gobierno vasco y toca hacer balance en un momento marcado por la negociación presupuestaria. Precisamente por el contexto, toca hacer balance no desde el punto de vista de la alta política, donde al Ejecutivo de Iñigo Urkullu le gusta moverse porque ahí justifica sus incoherencias y su falta de eficacia con debates identitarios y ficticios. Toca hacer balance desde la racionalidad, desde la perspectiva de la ciudadanía.

Pese a que la calle no quiere pose sino trabajo efectivo que mejore su vida diaria, el Gobierno vasco ha descuidado la gestión para abrazar la foto. Así, en lo que va de legislatura ha logrado convertir el Concierto Económico en una herramienta que ahoga el bolsillo de los vascos con impuestos y les carga una mochila que no lleva el resto de España.