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Lo conseguiremos

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Lo conseguiremos. Lograremos un gran pacto educativo sobre el que construir la sociedad del futuro. No me tengo por una persona ingenua, no. Sé que tejer consensos es complicado, sé que hay modelos enfrentados y posturas alejadas, sé que en muchas ocasiones se pone por encima del interés social el interés particular, pero lo conseguiremos. Llevamos meses de trabajo parlamentario; hemos escuchado las opiniones de casi un centenar de agentes educativos. Hemos realizado un ejercicio de escucha activa que entendemos imprescindible, porque un gran pacto no sólo exige el concurso y el acuerdo de las fuerzas políticas. Un gran pacto necesita, en su elaboración, de la participación del mundo educativo. Y eso lo hemos preservado. Les hemos escuchado y hemos dado cauce a gran parte de sus propuestas. Y les volveremos a escuchar, porque de nuevo tendrán la ocasión de decirnos qué les parece el borrador de conclusiones. No suele ser muy común en esta Cámara abrir una segunda ronda, pero el tema lo merece. Recogeremos sus sugerencias y trataremos de incorporarlas.

Pero ahora ha llegado el momento de poner blanco sobre negro, de dejar por escrito qué educación queremos y sobre la base de qué valores. Tenemos un documento base, el redactado por mi compañero de partido y presidente de la Ponencia de Educación, Gorka Álvarez, al cual me gustaría felicitar por la gran labor de síntesis realizada. Es un buen punto de partida que deberemos saber aprovechar bien para afianzar y asegurar en el tiempo el sistema educativo vasco. Se nos presentarán dificultades que trataremos de limar, y aquellas que se nos resistan las aparcaremos. Porque queremos sumar y no restar. Queremos unión y no confrontación. Queremos que la próxima ley que aprobemos sea tan estable como lo ha sido la anterior de 1993.

Tenemos un buen sistema educativo, con un conjunto de indicadores de excelencia, especialmente en lo referido a las tasas de escolarización temprana y graduación, idoneidad, abandono escolar o titulados superiores

La educación es una de las herramientas más potentes que tenemos para promover una sociedad más justa y equitativa. Queremos que nuestras alumnas y alumnos adquieran conocimientos y habilidades, queremos unos buenos resultados académicos, pero queremos que las personas que se formen lo hagan en los valores de la solidaridad, la diversidad, la inclusión o la igualdad. Queremos que sean buenas personas. Tenemos un profesorado muy comprometido, que ama su trabajo y lo vive con pasión. Unos docentes que se han dejado la piel en tiempos de pandemia. Tenemos también a un alumnado ejemplar, que trabaja duro, responsable y comprensivo con la situación que nos está tocando vivir. Chicos y chicas, niños y niñas con mucho futuro y que tienen detrás a unas familias con cuya ayuda, también hemos podido superar esta compleja situación. Tenemos un buen sistema educativo, con un conjunto de indicadores de excelencia, especialmente en lo referido a las tasas de escolarización temprana y graduación, idoneidad, abandono escolar o titulados superiores. En muchas de estas variables se superan los objetivos marcados por Europa. Pero no podemos ni debemos conformarnos. Toca poner las luces largas.

Si algo hemos aprendido en estos dos años de pandemia ha sido la necesidad de no estancarse, de ser flexible, de ser capaz de adaptarse a la realidad del momento. Los cambios, sobre todo tecnológicos, que ya se venían gestando, se han acelerado. Son cambios imparables que han venido para quedarse. Es innegable que la tecnología ha favorecido el aprendizaje y ha permitido no interrumpir los procesos académicos. Ha reportado muchos beneficios. Pero también nos ha hecho evidente la brecha digital y las desigualdades.

Hoy más que nunca necesitamos una educación de calidad y equitativa. Nuestras escuelas son espacios plurales, diversos, multiculturales, y en ocasiones espacios también donde afloran situaciones de desigualdad. La realidad hoy no es la misma que la de hace treinta años. Nada es igual, y la educación, como otros muchos ámbitos de nuestra vida, necesita una transformación. Y en esa transformación hay una variable que no cambia: el alumno y la alumna seguirán en el centro del proceso educativo.

La oportunidad es nuestra. El momento es ahora.

Lo conseguiremos. Lograremos un gran pacto educativo sobre el que construir la sociedad del futuro. No me tengo por una persona ingenua, no. Sé que tejer consensos es complicado, sé que hay modelos enfrentados y posturas alejadas, sé que en muchas ocasiones se pone por encima del interés social el interés particular, pero lo conseguiremos. Llevamos meses de trabajo parlamentario; hemos escuchado las opiniones de casi un centenar de agentes educativos. Hemos realizado un ejercicio de escucha activa que entendemos imprescindible, porque un gran pacto no sólo exige el concurso y el acuerdo de las fuerzas políticas. Un gran pacto necesita, en su elaboración, de la participación del mundo educativo. Y eso lo hemos preservado. Les hemos escuchado y hemos dado cauce a gran parte de sus propuestas. Y les volveremos a escuchar, porque de nuevo tendrán la ocasión de decirnos qué les parece el borrador de conclusiones. No suele ser muy común en esta Cámara abrir una segunda ronda, pero el tema lo merece. Recogeremos sus sugerencias y trataremos de incorporarlas.

Pero ahora ha llegado el momento de poner blanco sobre negro, de dejar por escrito qué educación queremos y sobre la base de qué valores. Tenemos un documento base, el redactado por mi compañero de partido y presidente de la Ponencia de Educación, Gorka Álvarez, al cual me gustaría felicitar por la gran labor de síntesis realizada. Es un buen punto de partida que deberemos saber aprovechar bien para afianzar y asegurar en el tiempo el sistema educativo vasco. Se nos presentarán dificultades que trataremos de limar, y aquellas que se nos resistan las aparcaremos. Porque queremos sumar y no restar. Queremos unión y no confrontación. Queremos que la próxima ley que aprobemos sea tan estable como lo ha sido la anterior de 1993.