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Desmontando la Final Four de Vitoria
Este martes por la mañana continuaban en el centro de Vitoria las labores de desmontaje de las carpas y escenarios que han acogido este fin de semana las actividades callejeras paralelas a la celebración de la Final Four de la Euroliga, el segundo torneo en relevancia del baloncesto mundial después de la NBA. En la ciudad cunde cierta sensación de decepción, de que lo que se llevan los operarios son, en realidad, los restos de un naufragio. Si la meteorología hubiese sido otra, otro gallo cantaría, ha venido a decir el consejero de Cultura (y Deportes) del Gobierno vasco, Bingen Zupiria.
Y todo pese al éxito deportivo, con un campeón de postín, el histórico CSKA de Moscú, y una figura 'de la casa' como Shane Larkin que ha hecho olvidar la ausencia del Baskonia. Pasados los fastos, toca también desmontar la otra cara del evento.
- Las entradas. Ni el Baskonia ni la ciudad han controlado la venta de abonos y pases. Ha sido cosa de la Euroliga y, más en concreto, de la compañía Stubhub, que ha ingresado importantes comisiones en concepto de “gastos de gestión”, tanto por cada compra como por la reventa legal (y la consiguiente recompra). El día en que se pusieron a la venta los primeros abonos ya hubo problemas con el sistema informático. Muchos aficionados locales no consiguieron un pase a pesar de que en todos los partidos se hayan visto 'calvas' en las gradas del Fernando Buesa Arena. El día de la final, minutos antes del inicio del choque, había huecos a precio de ganga, en contraste con los carísimos precios de gallinero iniciales.
- El alojamiento. Informaba la Cadena Ser de que el precio medio de un apartamento turístico en Vitoria este fin de semana se había disparado hasta los 238 euros. En cuanto a los hoteles, más de lo mismo. Hace meses, el más barato y de una estrella salía por 280 euros. Alguien pensó en exprimir a los visitantes. Contaba 'Gasteiz Hoy' como balance que las plazas hoteleras de la ciudad se las habían quedado los organizadores y que los aficionados turcos y rusos -los madrileños tenían más fácil la ida y la vuelta- habían acabado en las ciudades del entorno. Las agencias habían organizado visitas a San Juan de Gaztelugatxe y en la 'fan zone' de Vitoria del sábado sólo disfrutaban los locales. El aeropuerto de Loiu tiene bastante más músculo que el de Foronda. En la Gran Vía de Bilbao había tantos o más carteles de la Euroliga que en Vitoria, incluyendo un gran anuncio en plena plaza de Moyúa con los mejores jugadores del torneo.
Los autobuses. Así las cosas, la organización se ha esmerado en fletar la mayor colección de autobuses jamás conocida en Vitoria, para alegría de los amantes del autocar. Ello ha permitido a los aficionados alojados en otras ciudades venir cómodamente a la sede de la Final Four... pero sólo a ver los partidos. Se disputaron el viernes y el domingo. ¿Y el sábado? ¿Dónde estaba la marea amarilla del Fenerbahce? ¿Y los ruidosos seguidores del Anadolu Efes? Volviendo a los autobuses, es una evidencia que para algunos ha sido un negocio redondo. Precios de oro para desplazamientos a Bilbao o Donostia o incluso para el servicio local. A última hora se decidió que sería posible utilizar la tarjeta de transporte en las líneas habituales de Tuvisa, aunque encontrar una unidad del servicio público -sea gris o verde- era harto complicado entre autocares urbanos ¡de Galicia! y hasta del metro de Bilbao.
- El aparcamiento. El pabellón Fernando Buesa Arena (público) está rodeado de un aparcamiento (público). Quizás la candidata del PP en Madrid, si hubiese venido a la Final Four, habría echado de menos el tradicional atasco posterior a cada partido. No lo hubo porque se decidió que el 'parking' se iba a cerrar para primar las lanzaderas (privadas) de autobuses. Hasta se pusieron reparos a las bicicletas, aunque finalmente se habilitaron algunas pocas plazas alejadas del recinto y que apenas fueron utilizadas. Antes de los partidos, la organización desplegó centenares (quizás miles) de vallas para cercar el perímetro. En el vacío aparcamiento (público) algunos operarios malhumorados impedían que los aficionados cruzasen por un paso de peatones con tal de no impedir que los 'vip' y los 'vvip' ('very very important people') circulasen con comodidad es sus coches de 'renting' de cristales tintados. No pusieron el mismo interés en atajar la ostensible reventa ilegal de entradas en sus mismas narices. ¿La vería el helicóptero de la Ertzaintza que sobrevoló Zurbano dentro del plan especial de seguridad?
- Los precios. Del pabellón no se podía salir entre partidos. Además, la exagerada recomendación de acudir dos horas antes -como si de tomar un vuelo de Turkish Airlines se tratase- obligaba a largas estancias en el recinto. Negocio seguro para los bares del pabellón. ¿Quién los gestiona? Sea cual sea la respuesta, el empresario fue hábil. Subió los precios un mínimo del 15% en relación a un partido normal. Por el mismo producto y sin garantizar la misma calidad. Agua: 2 euros. Refresco: 24 liras turcas. Bocadillo: 323 rublos. Que cada uno eche cuentas. Mientras, los hosteleros de la ciudad se han llevado las manos a la cabeza. ¿Qué hacer con los excedentes de vodka comprados para unos rusos que no han poteado en Vitoria?
Las gradas. El panorama era desequilibrado. El Fenerbahce trajo un ejército amarillo, el Real Madrid estaba bien arropado, pero los seguidores de los dos finalistas eran clara minoría. El quinto elemento era la afición local, con querencia por el Anadolu Efes de Shane Larkin, Rodrigue Beaubois y Tibor Pleiss. Que Pablo Laso sea una leyenda en Zurbano no le garantiza el cariño de la grada. En cualquier partido de Euroliga del Baskonia la animación es mayor -¿Aker se cogió puente?- y los divertimentos de los tiempos muertos no eran nada del otro mundo. Habría ayudado que no siempre lanzaran las camisetas a la misma grada. El punto negro llegó al final de la final, con insultos de los turcos del Fenerbahce al entrenador de los turcos del Anadolu Efes, un Ataman que ha sido seleccionador nacional. Él mismo dijo que en Turquía, con lo que le dijeron, el partido se habría suspendido. ¿No había ningún traductor en la sala para tomar medidas? Aquí nadie entendió a los seguidores del equipo que quedó último en la competición, salvo los insultos homófobos en perfecto castellano a un jugador del Real Madrid. Como pocos aficionados entendieron que el idioma del evento fuese en exclusiva el inglés, cuando el último equipo de un país de habla inglesa que disputó la máxima competición continental fue el London Towers en 2003.
- El retorno. ¡El retorno! Éste es el punto más importante. Cualquier inconveniencia de la Final Four es menor si se tiene en cuenta que el evento genera ¡50 millones de euros! Lógicamente, sólo por eso merece la pena que las instituciones (Gobierno vasco, Ayuntamiento de Vitoria y Diputación de Álava) hayan pagado cuatro millones a la Euroliga. Ese retorno económico estaba sustentado en detallados 'powerpoints' de un par de páginas de una consultora, Nielsen Sport, que estará preparando ya el informe definitivo del evento. Habrá merecido la pena que los anuncios de Euskadi, Álava (con acento en la segunda 'a' en inglés) y Vitoria fuesen minúsculos en el pabellón al lado de los de una conocida eléctrica o de los de los 'croissant' rellenos de chocolate. Todo ello habrá merecido la pena por 50 millones.
Este martes por la mañana continuaban en el centro de Vitoria las labores de desmontaje de las carpas y escenarios que han acogido este fin de semana las actividades callejeras paralelas a la celebración de la Final Four de la Euroliga, el segundo torneo en relevancia del baloncesto mundial después de la NBA. En la ciudad cunde cierta sensación de decepción, de que lo que se llevan los operarios son, en realidad, los restos de un naufragio. Si la meteorología hubiese sido otra, otro gallo cantaría, ha venido a decir el consejero de Cultura (y Deportes) del Gobierno vasco, Bingen Zupiria.
Y todo pese al éxito deportivo, con un campeón de postín, el histórico CSKA de Moscú, y una figura 'de la casa' como Shane Larkin que ha hecho olvidar la ausencia del Baskonia. Pasados los fastos, toca también desmontar la otra cara del evento.