Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
¿Somos un gran país?
Exaltación nacionalista en Madrid. Con vestido de ciudadanía, en el acto convocado por el partido naranja para mayor gloria de su líder, la sobredosis de nacionalismo eclipsó hasta la nulificación cualquier atisbo de discurso de la ciudadanía. Estamos asistiendo al nacimiento de un 'peneuve' o una 'ciu' de España. Ciudadanos clona el modelo, a la vista está que exitoso en Cataluña y Euskadi, y lo manipula genéticamente para dar como resultado el nuevo partido nacionalista que, como manifestó el líder en ese acto, España necesita. Para ello mezcla a dosis iguales un discurso muy simple de la igualdad (“en España no veo más que españoles”) y una frase recuperada del aznarismo (que aplaude con las orejas) acerca de lo grande que es esta nación española.
La cuestión, en mi opinión, es precisamente si necesitamos un partido nacionalista español, por muy moderno que sea el envoltorio (también lo es, y de primera, el del nacionalismo a la Puigdemont). ¿Es realmente la mejor manera de enfrentar el enorme problema constitucional, que vale tanto como decir de convivencia, que tenemos en España? La respuesta desde el partido naranja a esta cuestión argumenta que en la medida que recuperemos un orgullo nacional en España estaremos en mejores condiciones de hacer frente al nacionalismo catalán (eventualmente el vasco también). El razonamiento tiene su lógica: si los nacionalistas se ponen gallitos, nosotros nos ponemos más. No es otra cosa que aprovechar el movimiento que instintivamente llevó a muchos catalanes a la calle el otoño pasado al ver cómo se las gastaban los indepes.
Me temo, sin embargo, que esta estrategia nos conduce irremisiblemente a una solución de suma cero. A tenor de la actitud política mostrada desde la intensificación del desafío independentista, se diría que, en efecto, Ciudadanos ha concluido que la mejor arma consiste en el reforzamiento de un discurso nacionalista español que lleve como coda una idea de disciplinamiento constitucional. Ese disciplinamiento puede, incluso, ser abiertamente contrario a la propia Constitución (como seguramente lo es negarse a publicar los nombramientos de consellers a la fuga o en prisión preventiva y alargar el 155), pero el discurso afirma que se preserva un bien superior que es, justamente, la nación española, su soberanía y, paradójicamente, su Constitución.
Decía Rivera en ese acto, a la Aznar, que somos una gran nación, un gran país. ¿Los somos? ¿Podemos serlo si al nacionalismo oponemos nacionalismo? Siempre me ha gustado la frase del socialista chileno Luis Emilio Recabarren que decía que las constituciones deberían hacerse para ser más felices, es decir, para vivir mejor. En este sentido se me hace que este país nuestro sería más feliz si en vez de oponer nacionalismo al nacionalismo propusiéramos federalismo.
Creo que hay tres razones que permiten argumentar en este sentido. Primero: el federalismo cierra el sistema constitucional. Es esta la parte menos federal precisamente de nuestra constitución actual, el hecho de prolongar sine die y dejarlo dependiente de coyunturas políticas autonómicas y estatales. Segundo: el federalismo permite a un mismo tiempo integrar el hecho de que en este país existen diferentes identidades nacionales que se combinan de muy diversas maneras (no solamente nacionalismo contra nacionalismo) junto con la existencia de una nación común. Tercero: el federalismo nos evitaría, como consecuencia de lo anterior, tener que estar cada semana discutiendo si somos una nación, dos o treinta y dedicar esfuerzos públicos a cosas más productivas, como un buen sistema de enseñanza.
En fin, la receta de federalismo se diferencia de la del nacionalismo que propugna Ciudadanos en que se ocupa menos de lo que somos y más de cómo estamos. El federalismo, por mencionar un asunto que nos apasiona a los españoles, no tiene problemas con la lengua que se use en un colegio de Vic, sino con la calidad de la enseñanza y su coherencia con las leyes propias y federales sobre educación. El federalismo, en fin, a diferencia del nacionalismo, no se preocupa por ser más españoles sino por estar mejor en España.
Exaltación nacionalista en Madrid. Con vestido de ciudadanía, en el acto convocado por el partido naranja para mayor gloria de su líder, la sobredosis de nacionalismo eclipsó hasta la nulificación cualquier atisbo de discurso de la ciudadanía. Estamos asistiendo al nacimiento de un 'peneuve' o una 'ciu' de España. Ciudadanos clona el modelo, a la vista está que exitoso en Cataluña y Euskadi, y lo manipula genéticamente para dar como resultado el nuevo partido nacionalista que, como manifestó el líder en ese acto, España necesita. Para ello mezcla a dosis iguales un discurso muy simple de la igualdad (“en España no veo más que españoles”) y una frase recuperada del aznarismo (que aplaude con las orejas) acerca de lo grande que es esta nación española.
La cuestión, en mi opinión, es precisamente si necesitamos un partido nacionalista español, por muy moderno que sea el envoltorio (también lo es, y de primera, el del nacionalismo a la Puigdemont). ¿Es realmente la mejor manera de enfrentar el enorme problema constitucional, que vale tanto como decir de convivencia, que tenemos en España? La respuesta desde el partido naranja a esta cuestión argumenta que en la medida que recuperemos un orgullo nacional en España estaremos en mejores condiciones de hacer frente al nacionalismo catalán (eventualmente el vasco también). El razonamiento tiene su lógica: si los nacionalistas se ponen gallitos, nosotros nos ponemos más. No es otra cosa que aprovechar el movimiento que instintivamente llevó a muchos catalanes a la calle el otoño pasado al ver cómo se las gastaban los indepes.