Grandes fortunas, impuestos pequeños

En el contexto de la respuesta a las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania, el Gobierno central decidió establecer un impuesto temporal que gravara las grandes fortunas. Este impuesto se concebía como un complemento al impuesto de Patrimonio, allí donde éste estaba en vigor, y un sustitutivo allá donde la derecha lo había neutralizado. Los tres territorios históricos de la CAV pertenecen al primer grupo, por lo que el nuevo impuesto debía adaptarse aquí al de Patrimonio. La necesaria adecuación permitía que las haciendas de la CAV incrementaran la presión fiscal equiparando los tipos de Patrimonio a los del nuevo impuesto de las grandes fortunas. Pero eso no ha sido así.

Primeramente, las tres diputaciones eligieron tramitar esta adecuación en forma de norma foral, lo que retrasó el proceso y provocó, que, a diferencia de Navarra, en la CAV el impuesto de grandes fortunas no afecte al año 2022. Y después, hemos conocido que las tres diputaciones gobernadas por el PNV y el PSE tampoco tienen intención de elevar los tipos para recaudar más. Según su proyecto, el impuesto solo afectará a los patrimonios superiores a los 16 millones de euros, unas 300 personas del total de 17.000 que están sujetos al impuesto de Patrimonio. El resto se quedará como estaba.

Esta decisión, cumpliendo formalmente la ley, deja prácticamente desactivado el potencial del nuevo impuesto. Es por eso que la hemos definido como “un pase foral para ricos”. Urkullu ha criticado la política fiscal de Ayuso, definiéndola acertadamente como dumping fiscal. Ahora su partido practica un micro-dumping fiscal, haciendo que los ricos de la CAV tributen menos que los del resto del Estado. Una vez que EH Bildu ha denunciado esta situación, los responsables forales han replicado con el débil argumento de que el impuesto de Patrimonio recauda más que el de Grandes fortunas. ¡Pues claro! Pero es que no son impuestos excluyentes ya que la situación permitía integrar ambos en un instrumento con mayor capacidad recaudatoria. Posibilidad a la que premeditadamente han renunciado.

El resultado es que con la propuesta del PNV y el PSE se recaudarán apenas algunos millones más, en lugar de decenas de millones más. El PNV y el PSE han preferido que esas decenas de millones permanezcan en el bolsillo de las 17.000 personas más ricas de la CAV, en lugar de servir para reforzar los servicios públicos, el reparto de la riqueza y la promoción de la economía. Toda una declaración de intenciones en la antesala de una reforma fiscal largamente esperada que nos tememos que vaya a estar auspiciada por los mismos criterios regresivos con los que han afrontado la adaptación del Impuesto de las Grandes Fortunas.

En un momento de profundas transformaciones, la cuestión fiscal es uno de los grandes debates políticos globales. La eficacia de las elites neoliberales en la erosión de las capacidades fiscales de los Estados ha debilitado el músculo de las administraciones públicas hasta tal punto que empiezan a proliferar voces insospechadas pidiendo un nuevo enfoque en este terreno. Hay vientos de cambio en el debate fiscal global. Pero lo que no parece cambiar es la fidelidad del PNV a una política fiscal a favor de las élites. En EH Bildu tenemos claro que trabajaremos lograr una profunda reforma fiscal que responda a las necesidades de las personas de este país.