Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Los hermanos Fossores: una vida entre la muerte
“Una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja”. Este proverbio italiano resume a la perfección la realidad sobre la muerte: es para todos y llega tarde o temprano, nadie se libra de ella. Por ello, hay que tener en mente siempre las palabras de Francisco de Asís que decía: “Recuerda que cuando abandones esta tierra, no podrás llevar contigo nada de lo que has recibido, solamente lo que has dado: un corazón enriquecido por el servicio honesto, el amor, el sacrificio y el valor”.
Servicio honesto, amor, sacrificio y valor es lo que los hermanos Fossores de la Misericordia llevan ofreciendo desde 1953, fecha en que nace esta congregación religiosa, fundada por Fray José María de Jesús Crucificado, dedicada al enterramiento de los difuntos y a la oración por los vivos y los muertos, viviendo en fraternidad en los mismos cementerios.
El día a día de estos 'guardianes de los muertos', ataviados con una austera túnica marrón, comienza a las seis de la mañana, alternando sus horas de oración y meditación con las labores de limpieza, jardinería y adecentamiento de nichos y sepulturas
Fray José María nació en La Zubia (Granada) en 1919 en el seno de una familia humilde. A la edad de 21 años ingresó en el Desierto de Nuestra Señora de Belén, una congregación de Ermitaños situada en la serranía de Córdoba. Allí permaneció hasta el año 1952, fecha en la que se trasladó a Guadix (Granada) para materializar este nuevo e ilusionante proyecto religioso, inspirado en el Libro de Tobías (1, 16-18), que vería la luz el 11 de febrero de 1953 y cuyo fin principal es enterrar a los muertos, una de las obras de misericordia que la Iglesia siempre entendió como meritorio y caritativo, ampliamente implantado en la tradición cristiana.
Desde Guadix la congregación se extendió rápidamente por los camposantos de otras ciudades españolas como Jerez de la Frontera (Cádiz), Huelva, Felanitx (Mallorca), Pamplona, Logroño y Vitoria. Al cementerio decimonónico de Santa Isabel de Vitoria llegaron en el año 1963, para quienes fue habilitada casa y capilla. Su estancia se prolongó hasta 1974, fecha en la que abandonaron este camposanto, dejando este cometido en manos de los sepultureros municipales.
El Archivo Histórico Municipal de Vitoria conserva excelentes fotografías de la estancia de la congregación en Vitoria que reflejan no sólo el quehacer rutinario de los Fossores, sino la actitud de la sociedad vitoriana ante la muerte. Las instantáneas ponen de manifiesto los tipos de ataúdes de la época, los traslados de los féretros en carretillas, la asistencia masiva a los entierros y a las celebraciones religiosas, el uso del velo y la ropa negra para cumplir con el luto, etc. En definitiva, costumbres producto de una época, que poco a poco han ido desapareciendo.
Actualmente la congregación, única en el mundo dedicada a enterrar a los muertos, solo dispone de casas en los cementerios de Guadix y Logroño. Recientemente ha visto aumentado el número de sus integrantes con la incorporación de tres jóvenes, procedentes de Granada, Toledo y Murcia, que se encuentran en el camposanto logroñés para completar su periodo de formación y noviciado. A pesar de ello, la comunidad sigue teniendo escasez de vocaciones que cojan el testigo de esta tarea tan sacrificada, tras fallecimiento de sus hermanos más mayores; de hecho, el fundador de la congregación falleció el 3 de enero del 2011 a los 91 años.
La comunidad de Guadix vive en el interior de una cueva, por decisión de su fundador, que creía que era la mejor manera de cumplir con el voto de pobreza que tiene la congregación, pues la cueva ha sido el hábitat tradicional de los accitanos más humildes
El día a día de estos 'guardianes de los muertos', ataviados con una austera túnica marrón, comienza a las seis de la mañana, alternando sus horas de oración y meditación con las labores de limpieza, jardinería y adecentamiento de nichos y sepulturas, aunque su labor más apreciada es el acompañamiento espiritual a las familias durante el entierro de los fallecidos, ofreciendo consuelo y esperanza.
La comunidad de Guadix vive en el interior de una cueva, por decisión de su fundador, ya que, según él, era la mejor manera de cumplir con el voto de pobreza que tiene la congregación, pues la cueva ha sido el hábitat tradicional de los accitanos más humildes.
La rareza y originalidad de esta comunidad religiosa ha llamado tradicionalmente la atención de periodistas, fotógrafos, escritores y directores de cine de todo el mundo, destacando entre ellos los fotógrafos Frank Scherschel y Ramón Massat o la directora de cine Marie Menken.
“Una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja”. Este proverbio italiano resume a la perfección la realidad sobre la muerte: es para todos y llega tarde o temprano, nadie se libra de ella. Por ello, hay que tener en mente siempre las palabras de Francisco de Asís que decía: “Recuerda que cuando abandones esta tierra, no podrás llevar contigo nada de lo que has recibido, solamente lo que has dado: un corazón enriquecido por el servicio honesto, el amor, el sacrificio y el valor”.
Servicio honesto, amor, sacrificio y valor es lo que los hermanos Fossores de la Misericordia llevan ofreciendo desde 1953, fecha en que nace esta congregación religiosa, fundada por Fray José María de Jesús Crucificado, dedicada al enterramiento de los difuntos y a la oración por los vivos y los muertos, viviendo en fraternidad en los mismos cementerios.