Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Otra verdad incómoda: el sistema fiscal ya es regresivo por arriba y por abajo

Debió ser en 2015, entonces yo era jefe de estudios económicos y director de la revista Ekonomiaz en el Gobierno, cuando Angel Toña, consejero de Empleo y Políticas Sociales, me envía un gráfico internacional en la que se describía el impacto de los impuestos y gastos públicos por tramos de renta de la ciudadanía para preguntarme si existía algo similar para el País Vasco. Mi respuesta: Ojalá lo hubiera, pero no y no es un ejercicio sencillo de llevar a cabo. Lo recuerdo ahora porque hete aquí que he llegado al feliz conocimiento de que ese análisis ha sido llevado a cabo en Fedea y que además ofrece datos por comunidades autónomas. En realidad, se trata de toda una línea de investigación que ofrece una enorme riqueza de información y de la que yo me limito a traer aquí para su comentario sólo un gráfico de su último informe que además del enlace anterior merece ser citado expresamente para reconocer debidamente el trabajo de sus autores ('Observatorio sobre el reparto de los impuestos y las prestaciones entre los hogares españoles', Noveno informe 2022, Julio López Laborda, Carmen Marín González y Jorge Onrubia).
Aunque yo he llevado al título el lado fiscal de la cuestión, se trata de un análisis mucho más amplio que en realidad dibuja la realidad completa de nuestro Estado de Bienestar desde el punto de vista de quien lo financia y quien se beneficia de las prestaciones. Se trata por tanto de un reflejo del impacto en los hogares por grupos de renta de las prestaciones en especie en forma de grandes servicios como salud y educación y de las prestaciones monetarias como pensiones, desempleo, asistencia, familia, vivienda etc, por el lado del gasto, y por el lado del ingreso del IRPF, Sociedades, Patrimonio, Cotizaciones, IVA, Transmisiones, e impuestos especiales.

Como se ve la renta se divide en quintiles, 20, 40, 60, 80 y el último se desglosa en el decil que va de 80 a 90 y en el final de 91 a 99, con detalle final del 1% más rico. Pues bien, en el caso del País Vasco, la progresividad se rompe ya para el 10% de contribuyentes de mayor renta que contribuye con un 35%, cuatro puntos menos que el decil anterior, mientras que el 1% de mayores ingresos disfruta de una presión fiscal que es escandalosamente más baja –la mitad– que la del resto de su decila. Esa presión fiscal de las rentas más altas es la más baja de todas las comunidades autónomas, y a título de ejemplo vale la pena recordar que las correspondientes ratios en Madrid son del 37% y del 27%. El “infierno fiscal” del que he oído hablar estos días no sé dónde puede estar, pero no debe ser por aquí porque la sorpresa crece cuando observamos que en Madrid (y en España) la presión de los hogares de rentas medias de los quintiles segundo, tercero y cuarto es en todos ellos tres en torno a tres puntos superior a la del País Vasco. Y la sorpresa no acaba ahí, porque la progresividad se quiebra también para el primer quintil de rentas más desfavorecidas que soportan mayor presión que el quintil siguiente y que es la más alta de todas las comunidades autónomas.
Como no tenemos el detalle del papel de cada uno de los impuestos no podemos ir más allá, aunque los rasgos generales de lo que podríamos esperar ya los hemos comentado en otro lugar: una significativa menor presión en el Impuesto de Sociedades, una presión menor en renta, debida en gran parte a unas deducciones más generosas en vivienda y pensiones; y una presión similar en IVA y demás indirectos. También entonces avanzábamos la sospecha de que la progresividad del sistema estaba en entredicho, algo que estamos confirmando ahora. En ese articulo y en otras ocasiones he defendido que podría ser una buena estrategia favorecer la baja tributación en Sociedades, pero claro siempre que no se comprometa la progresividad del conjunto de la fiscalidad, como estamos viendo que ocurre de hecho Hay que tener en cuenta que según el mismo estudio que comentamos en España las rentas de actividades económicas y del capital están enormemente concentradas: representan un 10% del total, en las rentas y medias y bajas, que sube al 20% en la decila superior y al 65% en el caso del 1% más rico. O si lo prefieren como también recordaba yo porque en Bizkaia el 3,4% de los declarantes acaparan el 45% de las rentas de capital que tributan al 25% mientras las del trabajo llegan al 49%.
Por otra parte, esos cuantiosos gastos fiscales del IRPF no son eficientes y deberían haberse eliminado hace ya mucho tiempo, en el caso de las deducciones de vivienda porque existe un acuerdo general de que se trasladan a los precios, y en el de las pensiones complementarias porque se deben concentrar en las rentas medias y bajas y en su limitada capacidad de ahorro y no en beneficiar a un producto financiero como es el sistema individual percibido en forma de capital, tal y como expuse en una jornada sobre EPSVs. Por si a estas alturas alguno se está refugiando en el “mal de muchos…”, sin concluir el dicho le recordaré que el sistema fiscal español que nos sirve de referencia se compara muy desfavorablemente en el plano internacional en cuanto a su potencial redistributivo, algo que no sorprende a la vista de lo anterior, ya que la redistribución del 10% de arriba al 50% de abajo es regresiva alineándose con países de Latinoamérica y Europa del este en lugar de ser progresiva como ocurre en el mundo anglosajón y la Europa avanzada (Véase este estudio de World Inequality Lab). También debe mover a reflexión el hecho de que estamos dejando al margen un impuesto tan importante como el de sucesiones y la vuelta del capitalismo patrimonial que ya denunció Thomas Piketty en 'El Capital en el siglo XXI' y de cuyos efectos se hace eco recientemente 'The Economist' con un título bien sugerente: 'Cómo hacerse rico en 2025. Olvídese de su carrera, hoy la herencia es lo que importa'. Lo que nos dice es que la tributación por sucesiones es testimonial y que algunos países incluso la han suprimido, pero que las herencias suponen anualmente el 10% del PIB, en algún caso como Italia bastante más Y trayendo a nuestros días el ejemplo del 'Papa Goriot' de Balzac que glosaba Piketty nos dice que entre dos milenials londinenses, una que hereda la vivienda y otra no, la segunda, a pesar de un mayor esfuerzo profesional nunca llegaría a amortizar una vivienda con el precio tan elevado.
La recomendación volvería a ser la que hacía Vautrin a Rastignac: para qué 'besarle la toga a un procurador y barrer con la lengua el Palacio de Justicia', deja el derecho y cásate bien. En el País Vasco el capital neto en vivienda supone el 160% del PIB, nada que ver afortunadamente con el 270% de Londres, pero tras la caída de la Gran Recesión hemos recuperado el nivel del cénit especulativo y en momentos anteriores ha sido del 125% con lo que la vivienda era más accesible para quienes dependen de las rentas del trabajo. Ante la escalada de precios, se achaca el problema a la falta de oferta, pero como alertan expertos como Jaime Palomera el incremento de precios se da también en zonas con declive demográfico y las compras sin hipoteca y los grandes tenedores evidencian que la propiedad inmobiliaria se ha convertido en objeto especulativo en un mundo de bajos tipos de interés, estancamiento de la inversión y recompras del capital por falta de alternativas de crecimiento. Por las mismas razones, está claro que la reciente oleada de medidas fiscales son la alegría del rentista y van en la dirección equivocada ya que lo que recomiendan son medidas redistributivas (De propietarios a inquilinos): “como el aumento de los impuestos de propiedad (patrimonio, sucesiones e IBI) y de la fiscalidad por rentas del alquiler (eliminando las ineficaces bonificaciones al IRPF para personas físicas y las reducciones del impuesto de sociedades, ITP e IVA en la adquisición y alquiler de viviendas).”
Termino con la parte fiscal. Todos sabemos que el verdadero infierno está allí donde no existe lo que la derecha llama infierno fiscal (el modelo europeo avanzado) y que algunas metáforas que se utilizan entre nosotros (hemos pasado de la ganadería con las vacas lecheras al mundo forestal: “cuidado con talar los árboles”) no hacen sino encubrir el argumento del trickle down o efecto derrame: la opulencia de los ricos es necesaria para la supervivencia de los menesterosos. En su versión más ilustrada hasta se podría pretender que responde a la idea de John Rawls de que las desigualdades se justifican si son en beneficio de la sociedad. El problema es que se trata de una patraña que trata de hacer pasar por impulso al espíritu empresarial lo que no es sino favorecer la acumulación pasiva del rentista. No sorprende por ello que haya sido rechazada desde un punto de vista ético por el Papa Francisco y desde el punto de vista empírico hasta por el FMI, que concluye que lo que se asocia al crecimiento es la mejora del ingreso del 20% más pobre no del más rico. Cuando la tributación de Sociedades es particularmente baja, como es nuestro caso, se esgrime el argumento de la atracción de talento, toda una argucia porque resulta que ya existe un régimen especial privilegiado para directivos extranjeros. A veces se aduce también que no somos lo suficientemente ricos para contar con una mayor presión fiscal, algo que no resiste la comparación internacional como mostré en una colaboración en este mismo medio: La insoportable levedad de los economistas.
Vayamos pues a la otra cara del Estado de Bienestar: la de las prestaciones. Antes que nada, habría que decir que aparte de estas consideraciones relativas a la progresividad que hemos comentado toda reforma debe tener en cuenta las necesidades de gasto y que nuestro actual diferencial de cinco puntos menos de presión fiscal que la Zona Euro se traduce en una mayor debilidad de la protección social, en familia, vivienda, formación etc, y eso sin tener en cuenta las futuras necesidades en salud y pensiones derivadas del envejecimiento de la población. También que sin desdeñar la fiscalidad el verdadero efecto redistributivo se produce por el lado del gasto como demuestra de manera formidable nuestro gráfico. Los cuatro primeros quintiles de renta son beneficiarios netos del Estado de Bienestar y lo son de una forma verdaderamente progresiva que va desde un 71% de efecto neto sobre la renta bruta a un 5%, lo que demuestra que la intervención pública es fundamental para los hogares más modestos de la sociedad. Ese efecto neto positivo que en España se limita a tres quintiles, se alarga en nuestro caso hasta niveles relativamente altos de renta bruta, algo que es debido a las prestaciones monetarias y en concreto a que las pensiones vascas son relativamente elevadas. Por lo demás, la curva de la progresividad conjunta de ingreso y gasto, igual que la fiscal, se aplana en la última decila y retrocede para el 1% más rico.
Este estado de cosas refleja la situación en 2022 cuando ya se habían remontado los terribles efectos de la Gran Recesión. Cuando vemos la verdadera dimensión del Estado de Bienestar comprendemos mejor las tensiones sociales que afloran cuando una crisis financiera tan grave hace que se desplome el crecimiento y la recaudación y que haya que aplicar un ajuste severo en los servicios públicos y las prestaciones monetarias. La paradoja del capitalismo actual es que la provisión de los bienes esenciales depende de la producción de otros prescindibles o incluso superfluos. Pero también hay un margen para la gestión y alternativas que dependen de la propia sociedad y me parece importante aprender del pasado para preparar el futuro. En un artículo que el periódico El Correo me aseguró en dos ocasiones que publicaría justo antes de las elecciones al Parlamento Vasco del año pasado y que finalmente rechazó yo daba una opinión sobre aquel ajuste que me permito reproducir ahora para que lo que fue condenado al silencio recobre aquí la voz:
“…la Administración vasca sobre la base de un importante poder de promoción sustentado en el Concierto Económico, pero con un débil poder de regulación que se ha puesto de manifiesto cuando la Gran Recesión ha roto todas las costuras. Se pretende haber superado la segunda gran crisis con igual mérito que la primera, comparando la situación actual con el fondo de Gran Recesión de 2013, pero la realidad es bastante más compleja. El ajuste para la salida fue tremendo, y aunque impuesto en buena medida desde Madrid (nuevamente la regulación), su crudeza se debió también a la incapacidad de responder adecuadamente movilizando recursos fiscales basados en la redistribución de rentas y en la solidaridad, que hubieran elevado el techo de gasto (recuérdese que las lluvias de 1983 propiciaron un recargo en el Impuesto sobre la Renta). Es verdad que haber reforzado la capacidad de gasto no suponía liberarse del corsé de las tasas de reposición en servicios críticos como la salud con alto crecimiento de la demanda, pero hubiera servido para mejorar muchas políticas cuando tanta falta hacía. Todo aquello aun proyecta una sombra sobre el bienestar de hoy y así es percibido por la ciudadanía. Una ciudadanía que a pesar del alto nivel de empleo (más de un millón de afiliados a la Seguridad Social), piensa que sigue viviendo en crisis por el encarecimiento del coste de vida, al mismo tiempo que hace del aeropuerto de Bilbao el de mayor crecimiento de toda la península. Una ciudadanía que protagoniza un alto absentismo laboral, a la vez que una alta conflictividad para no perder poder adquisitivo. Hay sin duda una gran dualidad en la sociedad y amplios colectivos prestos para la captura de rentas, pero es verdad igualmente que muchos de esos conflictos se han cerrado con subidas significativas de salarios en segmentos laborales particularmente desfavorecidos y, en cualquier caso, la participación del trabajo en el valor añadido en 2022 (51,9%) estaba en su nivel más bajo desde 1980”.
Se dice que la mejor política social es el empleo, pero no que la mejor política redistributiva es la que parte de una equitativa distribución primaria de la renta y que esa cifra del 51,9% está diez puntos por debajo de la que existía principios de los años ochenta. Si tenemos en cuenta que la imposición directa gravita sobre el trabajo, nos damos cuenta de que además del efecto directo de esa merma ello se traduce en un menor potencial fiscal para financiar el estado de bienestar.
Bien después de haber desgranado algunas evidencias sobre el Estado de Bienestar actual que pensamos deberían tenerse en cuenta para construir el futuro. Pero cuando se observa la acción y las propuestas políticas en curso no se puede evitar una cierta decepción. En la oposición, la izquierda de EH Bildu está políticamente bloqueada de raíz por la falta de una palinodia necesaria y de una renovación de personas que la redima de un horrible pasado. En el Gobierno, aunque se empieza a reconocer la enorme resaca de la Gran Recesión, las recetas y éxitos de ayer siguen imperando y el continuismo prima sobre la innovación. La izquierda abertzale no quiere mirar al pasado y el PNV lo hace tanto que parece que el futuro se detiene, decía yo en mi artículo fallido que por ello se titulaba 'Cuando el futuro parece que se detiene, hay que recuperarlo'. Pues eso, a recuperarlo.
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