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Cuatro largos días en Zaldibar

Han tenido que pasar cuatro largos días tras el derrumbe del vertedero de Zaldibar hasta que el lehendakari y sus consejeros decidieran dar la cara el pasado lunes. Cuatro días de dolor y angustia para las familias de los dos trabajadores desaparecidos. Cuatro días de rabia e incertidumbre para toda la población del valle.

Han sido cuatro días de descontrol informativo y operativo por parte de las instituciones. Es cierto, nadie piensa que un vertedero se va a venir debajo de repente, así sin avisar y en plena precampaña. Pero, ¿es lógico este caos? A la hora de enfrentar el problema, ¿dónde está lo urgente, y dónde lo accesorio?

En la respuesta a ese dilema es donde se percibe la verdadera talla de los líderes y los valores que les mueven. Y quizás ha sido esa respuesta la que tanto ha descorazonado a las familias de los desaparecidos o a los cientos de habitantes de Ermua, Eibar y Zaldibar que ese mismo lunes se echaron a las calles: tener la sensación de que abrir con rapidez la autopista pesa más que la salud de quienes la están limpiando, o sospechar que tu salud les importa un bledo a esos mismos que en apenas un mes volverán al pueblo para pedir tu  voto puerta a puerta, o a reinaugurar la autopista.

Como ciudadano vasco comparto esa sensación, que muchas otras veces yo mismo he denunciado en el Parlamento. Frente a los lemas de “Pertsonak, helburu” (“las personas, nuestro objetivo”) y “Auzolana” (“el bien común”), los gobiernos de Urkullu, Mendia y Rementería actúan día a día como si las personas (algunas personas) no existieran. Niegan los problemas, niegan su responsabilidad en las causas y en las consecuencias. Niegan lo innegable y miran para otro lado… hasta que la situación se vuelve insostenible. Luego ponen en marcha la maquinaria de propaganda (perfectamente engrasada ya de cara al próximo 5 de abril), y aquí no ha pasado nada.

Pero sí que ha pasado, y mucho. Ha pasado que desde el jueves hay dos trabajadores sepultados bajo cientos de toneladas de escombros, sin que hasta el lunes conociésemos sus nombres. Víctimas anónimas y deshumanizadas de una insoportable siniestralidad laboral que este 2020 ya nos ha arrebatado una vida cada cuatro días.

Ha pasado también que, una vez más, en este país una actividad contaminante se permite el lujo de incumplir la normativa sin que le pase nada, merced al colchón que le otorga su red clientelar de favores, amiguetes y colegas de partido.

Ha pasado también que, a la puerta de unas elecciones cuyo adelanto estaba cuidadosamente planificado, el PNV ha querido dejar al PSE solo a los pies de los caballos para hacerle pagar su desapego en los casos “De Miguel” y “Montai”. Pero ha calculado mal, y ha tenido que rectificar sobre la marcha y a toda marcha.

Mientras tanto, la opinión pública comprueba atónita cómo el oasis vasco es en realidad un enorme vertedero que se derrumba sin remedio. Un vertedero de improvisación, descoordinación y compadreo. Un vertedero donde intuimos el fuego oculto de la corrupción porque vemos el humo de la impunidad. Un vertedero donde nunca pasa nada porque nos dicen que no pasa nada. Pero sí pasa, y mucho. Los días van a seguir siendo largos en Zaldibar.

*José Ramón Becerra es parlamentario de EQUO Berdeak en Elkarrekin Podemos

Han tenido que pasar cuatro largos días tras el derrumbe del vertedero de Zaldibar hasta que el lehendakari y sus consejeros decidieran dar la cara el pasado lunes. Cuatro días de dolor y angustia para las familias de los dos trabajadores desaparecidos. Cuatro días de rabia e incertidumbre para toda la población del valle.

Han sido cuatro días de descontrol informativo y operativo por parte de las instituciones. Es cierto, nadie piensa que un vertedero se va a venir debajo de repente, así sin avisar y en plena precampaña. Pero, ¿es lógico este caos? A la hora de enfrentar el problema, ¿dónde está lo urgente, y dónde lo accesorio?