Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Mantener la coherencia, superar el gas
Decía Robert Owen, fundador del laborismo británico, que “sin coherencia no hay ninguna fuerza moral”. Una frase lapidaria y certera, que mantiene la misma vigencia de hace 200 años, cuando la incipiente Revolución Industrial sentaba las bases del sistema capitalista y del cambio climático que hoy en día ponen en jaque el futuro de la Humanidad.
Sin que hayamos salido todavía de la pandemia, a la vuelta de la esquina ya empiezan a asomar los retos que marcarán el futuro de la sociedad vasca durante las próximas décadas. Entre ellos, destaca el de la transición energética y, por supuesto, el futuro de energías fósiles insostenibles como el gas natural.
El gas natural fue una apuesta estratégica del Gobierno vasco en los años 90, cuando el petróleo ya empezaba a dar muestras de agotamiento. Nuestra industria no sólo necesitaba electricidad barata, también una fuente de calor estable como el gas. Para eso se invirtieron cantidades millonarias de dinero público en la red de gasoductos (más tarde privatizados), se reformó la plataforma La Gaviota de Bermeo para que pudiera almacenar gas en el subsuelo y se construyó una planta regasificadora en Bilbao para recibir el gas licuado en barcos. Ya entonces se sabía que en Euskadi no había gas suficiente, que sería necesario importarlo. La Plataforma Gaviota había costado 6.000 millones de pesetas (700 millones de euros al cambio), y sólo dio gas durante 8 años. El pozo Armentia-1 también fue un rotundo fracaso a finales de la década: no había gas explotable en Araba. No en las cantidades que exige nuestra economía energívora. Hablar ahora de “gas kilómetro cero”, olvidando todo el dinero gastado en los últimos 30 años para poder importarlo, es un ejercicio de incoherencia sólo al alcance de unos pocos.
En los 90 ya se hablaba del cambio climático, pero no constituía una prioridad política. Eran cosas de los ecologistas. Ahora sí lo es, al menos de puertas afuera. Incluso compañías petroleras y gasistas como Petronor o Enagas se suman con entusiasmo a los planes de transición energética, y defienden sin rubor conceptos otrora tabúes como el de la “descarbonización”. Todo sea por entrar en el reparto de los fondos europeos de reconstrucción, dicho sea de paso. ¿Con qué fuerza moral pueden liderar la solución quienes se han lucrado creando el problema?
En pleno siglo XXI, el reto de la emergencia climática ha pillado a contrapié al PNV, una vez más. El propio sector energético hace una enmienda a la totalidad a su política energética, les cambia el rumbo. Y, por si fuera poco, su alcalde en Vitoria-Gasteiz deja claro que, en el caso del pozo Armentia-2 “defenderá los intereses de la ciudad”. Lo que, dicho de otra manera, supone reconocer que al Gobierno vasco y a su propio partido la salud de los y las gasteiztarras o el riesgo de contaminar el acuífero de Subijana les traen sin cuidado, que sus prioridades son otras.
En realidad, lo de Urtaran y Tapia es una discrepancia “pactada”, una mera escenificación. El alcalde está atado a un pacto presupuestario con EQUO Berdeak-Elkarrekin Podemos que le exige no conceder la licencia de actividad para ejecutar el sondeo de exploración de gas. Pero eso no quita para que el Gobierno vasco pueda mantener viva esa licencia a través de un recurso judicial que, probablemente, dará la razón al Gobierno y tardará meses en resolverse. Los meses que necesitará la Ley de Cambio Climático y Transición Energética para ver la luz en el Congreso.
Tal y como está redactado a día de hoy, el texto del proyecto de Ley prohíbe la explotación (la extracción) de hidrocarburos en España a partir de su entrada en vigor, pero no cierra totalmente la puerta a la exploración (la búsqueda)... siempre y cuando el proyecto ya haya iniciado el trámite de solicitud de la licencia de actividad. Este resquicio legal es un caballo de Troya que permite mantener vivo el pozo Armentia-2, de ahí el recurso judicial planteado por el Gobierno vasco.
A estas alturas, el Gobierno vasco ya sabe que en Araba no hay gas. Lo han buscado desde los años 60, y no lo han encontrado. Son conscientes además de que, aunque lo encontrasen, no lo van a poder extraer
Todos los partidos vascos que ayer volvieron a rechazar el sondeo Armentia-2, la semana pasada habían dado el visto bueno al texto del proyecto de Ley que permite ejecutarlo a escondidas. En efecto, PSE, Podemos y EH Bildu votaron a favor. Tan sólo EQUO-Más País votamos en contra de ese texto, por considerarlo insuficiente. Y además hemos planteado un texto alternativo que permita suspender todos los permisos de investigación, y no sólo los de explotación. Por supuesto, esperamos que en el Congreso se replique la unanimidad política que se produce en las instituciones alavesas cada vez que se debate sobre esta cuestión. No está en juego sólo la coherencia política de cada cual, sino los intereses de la ciudadanía alavesa.
La pregunta es qué intereses defiende cada cual, y por qué. A estas alturas, el Gobierno vasco ya sabe que en Araba no hay gas. Lo han buscado desde los años 60, y no lo han encontrado. Son conscientes además de que, aunque lo encontrasen, no lo van a poder extraer. Y saben también que ese hipotético gas nunca sería suficiente para satisfacer más del 5% del consumo actual de Euskadi. Pero enredarnos en esa discusión estéril les permite esquivar el auténtico debate: que en Euskadi necesitamos dejar atrás la era del gas natural para entrar de lleno en la era del ahorro energético y las energías renovables. Que el futuro va por ahí, que es ahí donde hay que poner el dinero público y el empeño de las instituciones. Demorar este paso puede beneficiar a algunas empresas de forma transitoria, pero a medio y largo plazo perjudica gravemente al conjunto de nuestra economía.
Perforar el pozo Armentia-2 no cambia nada, pero no hacerlo sí. Dejar el gas de Araba en el subsuelo da coherencia a las declaraciones institucionales aprobadas en 2019, que nos advierten sobre la gravedad de la emergencia climática. Pero también, como diría Owen, nos da la fuerza moral que precisamos para poder edificar una economía próspera y una sociedad sostenible. Nos da la fuerza moral para poder hablar de futuro a las nuevas generaciones sin que nuestro discurso suene hueco y vacío.
Decía Robert Owen, fundador del laborismo británico, que “sin coherencia no hay ninguna fuerza moral”. Una frase lapidaria y certera, que mantiene la misma vigencia de hace 200 años, cuando la incipiente Revolución Industrial sentaba las bases del sistema capitalista y del cambio climático que hoy en día ponen en jaque el futuro de la Humanidad.
Sin que hayamos salido todavía de la pandemia, a la vuelta de la esquina ya empiezan a asomar los retos que marcarán el futuro de la sociedad vasca durante las próximas décadas. Entre ellos, destaca el de la transición energética y, por supuesto, el futuro de energías fósiles insostenibles como el gas natural.