Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Mentiras

Tras el fracaso del disparatado movimiento revolucionario que en el año 1934 estalló en Barcelona, en Madrid y en la región minera de Asturias, los periódicos de derechas, con el propósito de provocar una atmósfera de terrible venganza, publicaron toneladas de mentiras. Contaron, por ejemplo, que las monjas del convento del Colegio de las Adoratrices de Oviedo habían sido violadas; que habían sacado los ojos a veinte hijos de policías de Trubia; que sacerdotes, frailes y niños habían sido quemados vivos y que el cura de Sama de Langreo había sido asesinado y colgado de un gancho con la siguiente inscripción colgada sobre el cadáver: “se vende carne de cerdo”.
Todo mentira. La más escrupulosa investigación llevada a cabo por periodistas independientes no reveló la menor huella de esos horrores. Nada es nuevo. Ni la mentira utilizada por los medios de comunicación de la derecha para combatir al enemigo político, ni los personajes histriónicos que, mintiendo, se han asentado en el poder para hacer de la mentira un arte casi litúrgico, reverencial, como de príncipes shakesperianos desquiciados; muy a lo Donald Trump con su payaso loco de bufón. Las estatuas de los parques municipales y de las plazas de nuestros pueblos y ciudades las encarnan bastantes personajes que, mintiendo, amagaron su pensamiento, solaparon amores, realizaron aventuras secretas o llevaron a cabo negocios turbios.
La verdad no tiene remedio. Cierto. Pero si se dispone del dinero suficiente siempre se puede encubrir con una marea oceánica de datos erróneos, falacias, infundios, medias verdades o tertulianos dispuestos a negar la existencia de los campos de exterminio nazis si ello les redunda en un beneficio económico. Las mentiras nos resultan atractivas cuando confirman nuestras convicciones, por estúpidas que sean, resaltan nuestro narcisismo o cuando, para preservar nuestra mentalidad infantil, perpetúan la existencia de los Reyes Magos hasta el mismo día de nuestro fallecimiento. Todos mentimos. Los niños mienten para defenderse de la autoridad del padre o del maestro; luego la mentira se convierte en un juego de la razón y llegada la madurez se incorpora a la imaginación para seguir soñando, sin que así nos sepulte en vida la mediocridad, la monotonía o la memoria desgraciada.
Todos mentimos. También los que juran por sus muertos que nunca han mentido. La diferencia está en el propósito de nuestras mentiras. “El arma más destructiva que utiliza el fascismo es la mentira”, según sentencia de Antonio Machado. Las mentiras del fascismo siempre tienen el mismo propósito: desembocar en el triunfo de la estupidez mediante la destrucción de la democracia por parte de quienes más la necesitan. En eso están trabajando la mayoría de los medios de comunicación.
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